viernes, 11 de diciembre de 2015

¿NAVIDAD CON JESÚS O SIN EL?

Desde que el mundo es mundo y desde que el hombre ha sido creado, se le ha regalado una de las características fundamentales:
«la libertad de elegir».
Y para que este don sagrado se pueda ejercer, es fundamental la máxima posibilidad de elección.
En estos tiempos, en estas fiestas, en este continente donde hay la mayor desigualdad entre los que tienen de más y los que no cuentan con lo necesario, se ha impuesto una cultura donde se ve como normal :
«que a quien tiene más se le dé más
 y las migajas para los más empobrecidos». 
En casi todos los ámbitos, por ejemplo, nunca faltara la Eucaristía en ninguna Catedral. A las comunidades alejadas se les da la sobra de la agenda…
La liturgia puede ser transformadora, liberadora o ser reflejo de la vida y opciones de cada tiempo y cultura. En la familia, se ve como normal regalar más de lo que se necesita a nuestros seres queridos, olvidando que como dice Gandhi:
 «si tengo algo de más,
 soy un ladrón, 
porque a alguien le estará faltando». 
Es normal que cuando tenemos alimento y bebida, derrochemos incluso en nombre del cumpleañero Jesús, el cual muchas veces queda fuera de la fiesta.
Nada de esto es nuevo, solamente en cada época cambian los que se imponen, cambian los excluidos y toda desigualdad tiene distintos justificativos incluso religiosos. Ya Juan el Bautista lo denunciaba hace 2.000 años, y proponía un camino de salida:
«el compartir con el que no tiene».
Lloren con el que llora, rían con el que ríe, dice la Palabra Bíblica, por lo tanto en tiempo de fiesta, hay que hacer fiesta, en tiempo de regalos hay que hacerlos, pero con la clave Evangélica, la cual es de mayor justicia, es liberadora y contraria a todo lo jerárquico:
 «comparte con el que no tiene».
Dios es nuestro maestro y compartió a su hijo muy querido desde el nacimiento hasta la muerte con los más empobrecidos, los excluidos. Con apertura a los reyes magos que se quisieran acercar a compartir, con lugar incluso para los pecadores que se reconocen como tal .
Lo vivido, vivido está,
 soñemos una nueva Navidad,
 con lugar para los que no tiene lugar, 
será la presencia de Jesús 
en nuestra fiesta.

Soñemos 
con seguir las huellas de nuestro maestro
 y regalarnos 
para los que menos regalos tienen…
 solo así será una verdadera Navidad, 
solo así 
entramos en el camino de conversión…
 desde abajo. 
Los últimos son nuestra salvación.
Lucas (3,10-18)
Nacho

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