Al fin llegó el momento de la partida. Momento de nervios y trámites de último momento, de infinidad de consejos, de abrazos y despedidas y de cumplir los sueños. Parecía tan lejos este día hace apenas unos meses, pero el tiempo nos empuja cada vez más rápido y hasta lo que parecía seguro ahora ya no lo es tanto. Y es que a pesar de nuestros esfuerzos de confirmarlo todo, de arreglar muchos detalles, los caminos de Dios tienen vida propia y no abandonan su libertad, así nos impiden amarrarnos a las seguridades, mejor así.
Somos muchos los que volamos, y serán muchos los que nos darán abrigo. Algunos con más requisitos de entrada que otros, los hay de los que miran la rendija antes de abrir la puerta, y también los que abren de golpe y sin mediar palabra dicen: "pasen adelante, los estábamos esperando" y así nos sorprenden. Así de sorprendente imagino el amor de Dios, tan sorprendente como que nos haya regalado este viaje, el nos entrega todo antes que ni siquiera lo planeemos, nos recibe aunque tengamos la mochila cargada de cosas pesadas que nosotros mismos nos imponemos. A veces como excusa para no seguirlo, otras veces para atarnos a algo, cualquier cosa que pensemos tiene algún sentido y finalmente se convierte en un techo que impide alcanzar la felicidad plena.
Por momentos se hace difícil la partida, intuyo que más para los que quedan, quizás muchos con el mismo sueño pero sin atreverse a largarse o quizás tenían pensados para nosotros proyectos diferentes y ahora los estamos cambiando radicalmente. Ahora pienso cuan difícil se nos hace colocar la felicidad del otro por encima de la nuestra propia, y cuanto más cercana esa persona más difícil, ¿pero no es la misma felicidad?
El camino por el Sur comienza este lunes, Wilson nos espera al otro lado del charco y ya de lejos vemos su puerta abierta de par en par. La luz nos invita a pasar. Somos dos pero llevamos la historia de muchos más. Esperemos que tenga espacio para tantos y tantas.
Erik
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