domingo, 12 de mayo de 2013

25 años de cura


Hay personas que pasan por tu vida sin afectarte mucho, y hay otras personas que nos encontramos por el camino, esas a las que a veces llamamos referentes, que nos dejan aunque sea una semilla que, así como la semilla de mostaza, con el tiempo se transforma en un gran árbol. 

Edgardo tiene ese carisma, ese sonido a revolución que a ningún joven deja indiferente, así suele cautivarnos. Habla el lenguaje de los jóvenes, creo que porque nunca dejó de serlo. Y ahí lo vemos, a los 60 y pico de años con el sueño de juventud latente y realizado, vibrando después de de tantos años, haciendo su misión en Bolivia.

Y hablando de los jóvenes, hay que convencerse de una vez que una actitud moralista, una “evangelización” que arranca por la crítica a lo que vemos mal en el otro (el “pecado”), es lo más lejano a lo que Jesús y sus amigos nos legaron. Y en las parroquias, si bien muchas se quejan de que no tienen jóvenes, los primeros que son rechazados son ellos, porque desestabilizan el orden, porque nos cuestionan, en último caso me parece que es porque nos interpelan nuestros propios sueños de juventud dormidos.

Conocí a Edgardo cuando entré en el grupo de jóvenes de la parroquia de Dolores, en la época de las “vacas gordas” que nos daba para 3 curas en Dolores: estaban también Antonio y Wilson. Una de las cosas que me decía después Edgardo, cuando ya habíamos formado una linda amistad, me decía que al conocerme, veía que yo era muy callado y no podía descifrar bien que es lo que yo buscaba en el grupo. Y la verdad es que yo tampoco lo sabía, si es que lo se ahora, pero lo que si encontré ahí fue un espacio de libertad. Un lugar donde como jóvenes podíamos ser auténticos, porque no se esperaba de nosotros que actuáramos como adultos y tampoco se nos trataba como niños, solamente se nos animaba a que expresáramos nuestros sueños, nuestros miedos y frustraciones, nuestras felicidades, y se nos mostraban ciertas pistas para alcanzar esos sueños y felicidades. Pienso que no hay nada más importante que eso para cualquier persona, y ni que decir para esos gurises de 16 y 17 años como eramos nosotros.

Y si hay algo en Edgardo que siempre me cautivó es la experiencia de libertad que transmite, que va unida a una tranquila perseverancia para alcanzar esos sus sueños. Raquel me recordaba que fue durante el casamiento de mi hermano mayor que me enteré que el se iba a Bolivia y ahí el me invitó a acompañarlo. Ahora lo veo y es parecido a lo que le pasó al Flaco, que en medio de una fiesta empezó la misión, claro debe ser que uno lo asocia con un momento serio no?

Yo hacía un tiempo que había conocido a Nacho y escuchando sus vivencias de Bolivia me había quedado como una lucecita de inquietud de poder ir, pero necesitaba un empuje, la paciencia me hizo esperar el momento indicado. Y allá fuimos, y fueron apenas dos semanas, pero muy muy intensas, que creo que a los dos nos hizo resucitar esos sueños dormidos por ahí  A mi me hizo ver también la posibilidad de una vida alternativa, de un pensar más en la comunidad como forma de vivir la fe y pensar más allá de lo individual, pensar en lo colectivo, y vivir algo de lo que quizás habrán vivido los primeros cristianos y que las doctrinas y estructuras fueron desapareciendo poco a poco.

En fin, fue ese viaje para ambos una experiencia muy movilizadora. El primer choque fue para mí, sentirme un total extranjero en mi América Latina. Darme cuenta que Uruguay está más cercano a Europa que esa AL profunda de la que tanto había oído y leído  Y, curiosamente, mientras algunos hubieran pensado “que atraso esto, cuantas cosas les hacen falta a esta gente”, nosotros pensamos, un poco como Sócrates, “cuantas cosas no son necesarias para ser felices”. Nos dimos cuenta de las cosas que nos ataban y no nos dejaban vivir plenamente, visualizamos aquello que nos impedía llegar a vivir esa vida en abundancia. A la vuelta del recorrido, en un momento veníamos conversando de las cosas que nos teníamos que liberar para vivir lo que buscábamos. Yo le comentaba que mi viejo me había comprado un apto en pleno centro de Montevideo, para yo radicarme ahí  y veía que esa posibilidad de comunidad, de vivencia de fe en un lugar sencillo se me podía esfumar si mi aferraba a ese futuro. Y Edgardo me decía: “pero si vos estás atado a tu edad, yo mucho más a la mía: estoy en la catedral ya instalado, tengo mis reuniones, mis grupos, mi estabilidad lograda”. Y me cuestionó mucho esa visión, si el se animaba a dar ese paso a su edad con todas esas ataduras, que más yo que apenas estaba empezando a perseguir los sueños y no tenía ningún compromiso familiar ni mucho menos. Así que a la vuelta, volvimos bastante más flacos pero con mucho menos cadenas. Pienso que los dos tuvimos vimos expresada esa angustia, esos nervios y miedos por los cambios, que se nos bajaron las defensas y nos enfermamos. Aun así , o desde allí, ya no fuimos los mismos.

Bueno los dos volvimos a casa, Edgardo para convencer al Obispo de que su lugar estaba en Bolivia, y yo encaré a mi viejo, renuncié a mi apto, renuncié al laburo y agarré la mochila en un viaje por AL buscando mi lugar, quizás también buscando no ser tan extranjero y al final encontré ese lugar en mi propia ciudad de donde había partido. Y en vez de vivir en en el centro, ahora estoy viviendo una experiencia de comunidad en un barrio pobre en las márgenes de Montevideo, en “el Pastito” donde Edgardo nos visitó en enero.

No quiero decir que la nuestra fue una conversión de un día para el otro, ni que todos tienen que viajar a Bolivia para cambiar el rumbo (aunque yo los invito a animarse porque mucho ayuda a cambiar la perspectiva), no todos tenemos el mismo proceso. Pero sin duda que uno va masticando y procesando las vivencias por mucho tiempo y, en cierta medida, las cosas que en un momento despiertan es porque ya estaban adentro, los sueños siempre están ahí  El Espíritu hace las cosas de a poco, planta las semillas chiquitas y lentamente, si las vamos dejando, se transforman en árboles frondosos que dan lugar para una buena mateada entre muchas personas.

1 comentario:

  1. … Erik, no es la primera ves que leerte es como caminar contigo, desprendiendo lagrimas, sonrisas y movilizándose las plumas… También los recuerdo en aquella visita donde me sentí apoyado en tiempos difíciles y broto la profunda alegría de que los amigos de Tentayapy los recibieran como amigo.
    Resalto de ustedes dos la “disponibilidad para ser guiados por los del lugar” además de la capacidad de escucha y la continua reflexión de los encuentros… hay muchos que han dado la vuelta el mundo sin haber entrado a los mundos interiores, sin haber dado pasos de libertad…
    Ustedes me recuerdan a la película de Ernesto “el diario de la motocicleta”: después de este viaje no se que será de mi vida, pero se que ya no soy el mismo por dentro”

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