Cuentan que en una escuelita de un pequeño pueblo del interior, una maestra con la comisión fomento decidieron celebrar juntos el día de la madre.
Hasta la madre tierra colaboró regalando un día de sol.
Todos los vecinos se reunieron para celebrar juntos, como bien sabemos: la comida y la bebida cuando se pone en común siempre sobra.
Para el momento central de la fiesta se había preparado que cada niño obsequiara una rosa a su madre.
Aquí se creó un ambiente de miedo.
Entre los niños había uno llamado Juan, que venía del INAME y por lo tanto su mamá no estaba presente.
Las niñas y niños con las túnicas blancas y moñas azules fueron mencionando el nombre de sus madres, las cuales concurrían al pequeño escenario recibían un beso, un te quiero, la rosa y entre aplausos y lágrimas regresaban al público abrazadas con sus hijos.
Hasta que quedó solito el niño que no podía mencionar nombre alguno, nadie sabía si su madre estaba viva en algún lugar... El silencio de la mirada del niño aumentó la tensión.
Hasta que Juan proclamó estas palabras:
Quiero entregar un pétalo de mi rosa a doña María la cocinera de la escuela que ha sido como mi madre cada día.
Otro pétalo a la maestra Marta que ha sido mi madre educadora.
A Carla mi catequista otro pétalo de mi rosa por ser la madre de mi fe.
A don Miguel que si bien es varón, nos ha cuidado como una madre en el hogar en que hemos crecido, por eso quiero también hacerlo presente en este día junto a don Juan el quintero que nos enseña a trabajar la tierra.
Lo demás para doña Matilde que con sus graves problemas de salud igual nos dedica mucho tiempo trabajando en la comisión fomento que posibilita que no nos falte nada en la escuela, en esta fiesta...
Misteriosamente la tensión, el miedo, se transformó en ambiente de alegría para todos los presentes, en especial para los que recibieron el pétalo de rosa ya que ninguno había recibido rosa alguna por el día de la madre.
Doña María que era muy pobre había perdido dos embarazos y no tenía hijos. La maestra Marta por razones de estudio había postergado la maternidad.
Carla había dedicado su vida a los demás y no había formado una familia propia.
Don Miguel con su esposa nunca pudieron tener hijos y por eso se dedicaron a los niños del INAME.
Don Juan quizás fue el más sorprendido, era un hombre divorciado y si bien tuvo hijos, estos se criaron con su madre y nunca quisieron saber de él...
Antes de ocultarse el sol cada cual fue regresando camino a su casa, contentos con la hermosa fiesta que había unido a todo el vecindario.
Permaneciendo en su corazón aquel niño sin padre ni madre, con una ESPIRITUALIDAD DE DESCUBRIR LA VIDA EN EL SERVICIO, les había invitado a valorar la familia que se tenía y agrandarla incluyendo a todos los que nos sirven y servimos...
Nacho
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