viernes, 3 de mayo de 2013

ESPIRITUALIDAD DE LA MESA, EL PAN Y LA PALABRA COMPARTIDA


 VER:

          El mate junto al fogón a leña, el almuerzo a la mesa, el tecito de las cinco, el mate dulce de la tarde, cenando el requeche de mediodía, las pastas o el asado del domingo, la olla del beneficio, la fiesta de cumpleaños... Cuanta vida y sabiduría compartimos con nuestros padres, abuelos, en familia y con amigos en esos momentos de ENCUENTRO compartiendo el pan...

Unos cuantos niños de hoy, no experimentan el calor de un desayuno, de un almuerzo, de la merienda y la cena compartida en la mesa de la casa. Incluso en las fiestas los mismos jóvenes no disfrutan del estar sentados juntos...

Quizás una de las cosas que influye es la diferencia en los horarios y el vivir más pendiente de lo exterior, lo que nos limita la interioridad y el encuentro en profundidad con los demás. Tanto los niños como los jóvenes están viviendo en el mundo que los adultos hemos elegido.
ILUMINAR:
                    Jesús sentado a la mesa con sus amigos les habló del amor y de la fidelidad, como experiencia profunda espiritual que concede la verdadera paz interior, incluso en las situaciones de soledad, de traición, de injusticia, de dolor y de muerte...

«El que me ama será fiel a mi palabra y mi padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él... Junto a mi padre les enviaremos el Espíritu Santo que les enseñará el camino y la verdad, fortaleciéndolos para los tiempos de cruz. (Juan, 14, 23 29)
ACTUAR:
                 No podemos volver atrás a tomar el mate que no tomamos, ni sentarnos a la mesa que no estuvimos... perdiéndonos de encuentros familiares y con amigos, porque ellos o nosotros, priorizamos el trabajo, el estudio, la calle, la cama, el individualismo...

Pero si podemos tomar conciencia que la espiritualidad cristiana no es algo mágico que lo puede dar tal o cual persona o se encuentra en algún lugar considerado sagrado; la espiritualidad cristiana se vive y se alimenta en la vida cotidiana que es humanizante. Lo que nos hace crecer, lo que realmente nos educa, lo que nos fortalece afectivamente entre otras experiencias son: la mesa, el pan y la palabra compartida en casa, en comunidad y con los diferentes...

Los centros de estudio, los libros, los viajes, los medios de comunicación, pueden enseñarnos muchísimo pero lo fundamental de la vida se recibió y se compartió desde siempre en el calor de los encuentros personales y comunitarios sentados a una mesa saboreando algún alimento... Así quiso quedar Jesús en la familia, en los más empobrecidos, en la liturgia... que nadie se sienta excluido de compartirlo en su palabra, en el pan y el vino, en el diálogo, el servicio y el abrazo...
Nacho

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