VER
Un predicador itinerante al estilo de Jesús sube a un
ómnibus con su biblia y percibe que los pasajeros no quieren
escucharlo. Entonces anuncia un chiste y lo cuenta, la gente sonríe y aplaude.
El misionero vuelve a contar el mismo chiste y los oyentes se miran asombrados
entre sí. El predicador con mucha alegría y entusiasmo cuenta por tercera vez el
chiste, la gente reacciona bajando la cabeza enojada. El hombre del chiste
plantea entonces una pregunta:
¿Por qué nos cuesta
reír varias veces de un mismo relato
y lloramos repetidas veces por el mismo
error por el mismo dolor?
ILUMINAR
De camino a Jerusalén, Jesús
pasaba por los límites entre Samaria y Galilea, y al entrar en un
pueblo, le salieron al encuentro diez leprosos. Se detuvieron a cierta distancia
y gritaban: «Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros.» Jesús les dijo: «Vayan
y preséntense a los sacerdotes.» Mientras iban quedaron sanos. Uno de ellos, al
verse sano, volvió de inmediato alabando a Dios en alta voz, y se echó a los
pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole las gracias. Era un samaritano.
Jesús entonces preguntó: « ¿No han sido sanados los diez? ¿Dónde están los otros
nueve? ¿Así que ninguno volvió a glorificar a Dios fuera de este extranjero?» Y
Jesús le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado.»
(Lucas17, 11-19)
ACTUAR
Así como Jesús caminaba por las periferias, los cristianos estamos llamados a
acercarnos a las periferias geográficas y existenciales. En todo
tiempo gran parte de la humanidad ha relacionado las enfermedades físicas, los
problemas económicos, las roturas en ciertas relaciones, muchas veces se las
toma como CASTIGO DE DIOS. Jesús sabiendo que los leprosos son
excluidos y se autoexcluyen, plantea presentarse al sacerdote buscando que los
«enfermos» se integren a la comunidad cristiana.
Es en la vida comunitaria a la
luz de la palabra escuchada, rezada y puesta en práctica con otros diversos, que
descubrimos que DIOS NUNCA CASTIGA, y que con nuestro cuerpo e historia con sus
fragilidades y carencias, Dios nos propone construir su Reino de
Justicia, verdad y fraternidad. Muchas veces no somos capaces de disfrutar de lo
bueno, de rumear y masticar las experiencias sanadoras, las vivencias de amor
que hemos vivido. Nos cuesta ser agradecidos y pasamos de una experiencia
positiva al deseo de otra... y sin embargo como lo decía el
predicador ambulante: nos anclamos y tenemos muy presente los errores
que hemos cometido, y los dolores que hemos sufrido.
El evangelio nos
invita a compartir en comunidad agradecidamente por ESTAR VIVOS, por todo lo
bueno que hemos recibido y sembrado. La persona de FE descubre a Dios y se
muestra agradecido en pequeños detalles de la vida cotidiana, esa mirada
positiva lo salva del pesimismo, transformándolo en una persona sana y alegre de
corazón.
Nacho
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