domingo, 13 de octubre de 2013

ELLAS/OS Y NOSOTRAS/OS BUSCANDO LA LIBERTAD

 “Solamente una sociedad que aprende a tratar con respeto y dignidad a aquellos a los que considera peores, podrá un día respetar igualmente a todos los ciudadanos”
 Antonio Carlos Gomes Da Costa

Me ha tocado, este año, vivir la experiencia de trabajar con personas privadas de libertad. En mi rol de docente, comencé junto a mis compañeros docentes del resto de las asignaturas de Secundaria,  a trabajar con aquellos y aquellas que han decidido continuar sus estudios secundarios, y que se encuentran cumpliendo pena en la Cárcel de Florida. El grupo está integrado por alrededor de quince estudiantes, dos mujeres y el resto hombres. 

Al comienzo de los cursos, cada clase estaba rodeada de mucha inquietud y de más dudas que certezas; cada encuentro me interpelaba, me enfrentaba a mis prejuicios respecto a aquellos y aquellas que, de una forma u otra, han actuado en contra de otras personas; es decir, una visión simplista, en la que se ubican por un lado las víctimas y por otros los victimarios… Digo “simplista”, ya que muchas veces, quienes actúan como victimarios, han sido víctimas –por generaciones- del desprecio, del rechazo, de la falta de oportunidades; una cuestión compleja, a la que muchos nos enfrentamos diariamente, cuando reflexionamos sobre la sociedad en la que vivimos,  sobre el rumbo que tienen las cosas y/o, aquel  que esperamos que tomen…
Cada encuentro es movilizador, desde lo que nos enseña a todos y cada uno de los que participamos; más allá de los contenidos disciplinares que se trabajan en clase, cada encuentro nos muestra, desde los hechos, cómo somos capaces de vincularnos de forma sana, personas que quizás, si no fuera por esta situación, no tendríamos ningún tipo de contacto.

Y eso es algo en lo que pienso diariamente: si no hubiera comenzado a trabajar como profesora en la cárcel, ¿habría conocido a Juan, o a Paola, o a Maxi? Y si los hubiera conocido, ¿cómo habría sido nuestro encuentro? Y ahí surge también, un cuestionamiento muy presente entre aquellos que trabajamos en la enseñanza: ¿podré realizar algún aporte significativo en la vida de estas personas? Y en este punto es donde Jesús me ha ayudado con la respuesta: Sí. Sí, si me encuentro con el Otro desde el amor y el respeto. Sí, si creo que el Otro es capaz de cambiar. Sí, si me encuentro con el Otro desde el lugar de la esperanza. Sí, si dejo de verlo bajo el rótulo de “delincuente”, y lo concibo bajo el de “hermano”. Sí, si en cada encuentro con el Otro, desde mis palabras y mis actos, le transmito La Palabra, esa palabra que cuenta sobre cómo el Amor, que es Dios, tiene fuerza de vida y de transformación.
Sí, Dios tiene eso de manifestarse de formas misteriosas, de aparecer en los rostros de los que se creen “perdidos” o “irrecuperables”…

 La experiencia de trabajo con personas privadas de libertad ha sido de las más movilizadoras y enriquecedoras que he tenido la suerte de vivir. Y espero que también lo sientan así todos y todas quienes la comparten conmigo… Y le doy gracias a Dios, cada día, por poder vivirla…
        Florencia.

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