Venimos de dialogar en un espacio social de radial de Radio Rio Branco.
¿Cómo le fue en el viaje?
- Como todas las cosas en la vida “viajar”, no es bueno o
malo en si mismo. Todo lo que hagamos de pende si es para satisfacer nuestro
ego o para aprender para servir, viviendo solidariamente. Hoy el colonialismo
capitalista nos ofrece viajes para vivir unos días casi “como ricos” por
supuesto bien alejados de los pobres y de las luchas sociales. Nuestro viaje
fue en los medios públicos y estuvimos en las zonas periféricas y en la mesa de
la gente común. Gracias a una Iglesia, amigos/as que están en esos lugares.
- En este viaje de escucha, mirada y compartir por el sur
Brasileño, el norte Argentino, y norte Uruguayo, lo común es “la perdida de
fuentes laborales”, con un pueblo más consumista y exigente, quejoso,
individualista y poco organizado. En Brasil y Argentina se suma la inseguridad para el trabajador publico y los jubilados. Con la espiritualidad “soy feliz consumiendo”.
La felicidad tiene el nombre de tener, de ser bello, exitoso o lograr algún
lugar de poder. Paraguay está en una situación diferente, porque su vida
cotidiana es mucho mas informal. Lo que permite a los grandes empresarios
producir a menor costo, con trabajadores en negro o con pocas exigencias. Y a
un estado sin demasiados gastos en limpieza, infraestructura, jubilaciones. Los
indígenas y campesinos son saqueados y violentados…
¿Qué enseñanza le
dejo?
- Una cuantas, la primera que está muy bien que queramos y
apoyemos a que todos tengan la posibilidad de un trabajo con un salario justo y
los beneficios correspondientes. Pero eso no alcanza. Si no hay el cultivo de
la libertad interior y de la fraternidad humana. El trabajo nos hace
consumista, insolidario. Que más o menos la vamos pasando, hasta que no nos
despiden o nos quitan la jubilación. Este sistema es perverso. Y si no se interioriza en una espiritualidad
liberadora y solidaria, fácilmente terminamos justificando nuestros consumos,
deseando reclamando mas y olvidando a los que menos pueden. Peor aún, adorando
a los ídolos del poder, de la farándula, de la política y deseando la muerte
del que está debajo de nosotros o alejándonos de sus necesidades y luchas.
¿Otra enseñanza?
- Que somos una misma raza humana en todo el continente. Que
nos han separado con fronteras, clases sociales, razas, religiones, pero que
cuando nos encontramos nos reconocemos hermanos y hermanas con los mismos deseos:
ser feliz. Reitero, el colonialismo lo sabe muy bien y nos propone la unidad y
la felicidad consumiendo en demasía. Nos dice que todos podemos vivir en
hoteles de 5 estrellas y comer como reyes, en un espacio donde todos se quieren
y son felices… pero para eso hay que pagarlo. Sin embargo hay otro modo de
unidad y felicidad que es por el camino de comunitario, compartiendo los bienes
y dones en bien de todos.
¿Algo más?
- Que tenemos que volver a encontrarnos con Jesús de Nazaret
el liberador, el que nos hermana con todos. Y no solo celebrarlo litúrgicamente,
con algún servicio pastoral o servicio a los más pobres, debemos encontrar y
seguir las huellas de ese Jesús que vivió “sencillamente” y eso le dio cercanía
de vida a los más pobres y autoridad profética. Viviendo, construyendo,
sufriendo, soñando bailando en comunidad de diversos. No hay una sola cultura,
ni una sola religión, ni una sola propuesta de vida, la espiritualidad del Dios
de todos es ecuménica, es intercultural. La verdadera unidad no se da uniformándonos,
el verdadero encuentro humano se da encontrándonos desde el ser profundo.
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