El abuelo era un hombre de profunda fe, la cual lo mantuvo de pie, en situaciones familiares y sociales donde unos cuantos se quebraron o desertaron.
El abuelo era un hombre sabio en cuanto a preparar la tierra, sembrar, cuidar, podar y recoger los frutos. Siempre busque estar con él, escucharlo y aprender de él.
El abuelo un día me contaba que su vida tuvo un antes y un después, en relación a un árbol que había en su patio interior. No sabía muy bien si el mismo había plantado este árbol o alguien se lo había sembrado en su patio interior. Como todas las cosas este árbol tenía sus pros y sus contras. Con el tiempo se convenció de que había que arrancarlo, para dar lugar a la siembra y nacimiento de otro árbol nuevo.El abuelo pausadamente, amigo del tiempo, me decía, que no fue fácil hacer lo que había que hacer. El árbol había echado raíces, era parte desde hace un buen tiempo de su patio interior. Hasta que un día tomo la decisión y dio el primer paso, realizo el primer corte. Confiesa el abuelo que tuvo una lucha interior permanente en esos días. Entre una voz inquietante, que se imponía, exigente, que le decía no cortar el árbol y otra más suave, que trasmitía paz, respetuosa, que lo animaba a la liberación.
El abuelo con una sonrisa en sus labios y ojos brillosos, con alguna lagrima, decía, que esta decisión de quitar aquel árbol de su patio interior le cambio la vida. Sin saber muy bien lo nuevo que iba a sembrar, a nacer, su poca fe se transformo en acción liberadora. Y este paso hizo crecer su fe. Incluso lo hizo más libre ante los resultados, ante los aciertos y errores, optando por ser un humilde colaborador del jardinero de la historia.
¿Cómo esta nuestro patio interior?
¿Hay algo que arrancar, carpir?
Crecer en la fe es tomar decisiones liberadoras. Con fe de que Dios ira mostrando el nuevo camino de siembra, para dar nuevos frutos. En nosotros esta preparar la tierra. Y que mejor tiempo que la primavera. (Nacho)Los apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe.» El Señor respondió: «Si ustedes tienen un poco de fe, no más grande que un granito de mostaza, dirán a ese árbol: Arráncate y plántate en el mar, y el árbol les obedecerá. ¿Acaso tienen un servidor que está arando o cuidando el rebaño? Y cuando éste vuelve del campo, ¿le dicen acaso: Entra y descansa? ¿No le dirán más bien: Prepárame la comida y ponte el delantal para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú? ¿Y quién de ustedes se sentirá agradecido con él porque hizo lo que le fue mandado? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que les ha sido mandado, digan: Somos servidores que no hacíamos falta, hemos hecho lo que era nuestro deber.» (Lucas 17, 5-10)
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