Caminaba con Jesús un gran gentío. Se volvió hacia ellos y les dijo: «Si alguno quiere venir a mí y no se desprende de su padre y madre, de su mujer e hijos, de sus hermanos y hermanas, e incluso de su propia persona, no puede ser discípulo mío».
En tiempos de guerra, por voluntad propia u obligada los soldados deben dejarlo todo para servir a quien los manda, sabiendo que corre riesgo su propia vida. Por trabajo, estudio o deporte, muchos varones y mujeres deben dejar su tierra, su familia, en búsqueda de una mejor retribución económica o de éxito.
La propuesta de Jesús es bien clara “para seguirlo hay que liberarse”. Sin embargo a veces en vez de ponernos al servicio de Jesús, buscamos con nuestras oraciones y ofrendas poner a Dios al servicio de nuestros intereses. Mucho pedimos a Dios y poco escuchamos lo que nos propone. Siempre su voluntad será una propuesta en bien de la humanidad, más allá de nuestros vínculos sanguíneos o afectivos.
«El que no carga con su propia cruz para seguirme luego, no puede ser discípulo mío».
El seguirlo no es para curarnos, ni hacernos mejores. A veces tendremos que cargar con la cruz de nuestra historia, de nuestra débil salud, de nuestro carácter que por momentos nos supera, con la cruz de nuestras fragilidades. El cuándo llama, nos llama sabiendo lo que somos.
«Cuando uno de ustedes quiere construir una casa en el campo, ¿no comienza por sentarse y hacer las cuentas, para ver si tendrá para terminarla? Porque si pone los cimientos y después no puede acabar la obra, todos los que lo vean se burlarán de él diciendo: ¡Ese hombre comenzó a edificar y no fue capaz de terminar!»
«Y cuando un rey parte a pelear contra otro rey, ¿no se sienta antes para pensarlo bien? ¿Podrá con sus diez mil hombres hacer frente al otro que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, envía mensajeros mientras el otro está aún lejos para llegar a un arreglo».
Muchas veces nos cuesta entender porque hay personas que se alejan o no participan de la vida comunitaria. Hay casos “de coherencia”, que saben que no están dispuestos a dar pasos de libertad ante las cosas materiales y personas con las cuales tiene relaciones no evangélicas.
Elegir a Jesús como constructor de nuestra vida, de nuestras familias y realidades, es elegir la libertad ante otros deseos, otras propuestas, para buscar su voluntad. Seamos respetuosos por las decisiones de los demás.
Esto vale para ustedes: el que no renuncia a todo lo que tiene, no podrá ser discípulo mío. (Lucas 14, 25-33)
Jesús es claro y exigente, no nos exige ser perfectos, pero si nos pide “libertad”. El camino de discipulado es un camino de desprendimiento que se da en la plenitud en el momento de la muerte a esta vida “nada ni a nadie nos llevamos”. Ser libre es “estar allí donde EL me quiere”, relacionarme con los prójimos del lugar, buscando aportar en la construcción de su reino, con los medios posibles.
Nacho
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