miércoles, 1 de febrero de 2017

“NO TENGAN MIEDO”. - TESTIMONIO

En medio de un momento de confusión espiritual y emocional que estaba viviendo, recibo una invitación de parte del Padre Nacho a participar del VI Encuentro Teológico en Lago Merín. Aclaro, que había participado durante 3 días en el III Encuentro y nada más.
Me impactó la frase que leí en el afiche-invitación: “NO TENGAN MIEDO”. Esas tres palabras dieron vueltas en mi cabeza por más de un mes, hasta que decidí participar. Llegué justo para el comienzo del Encuentro el día 14 de enero.
Muchas expectativas, sentimientos encontrados, nerviosismo, nudo en garganta…
Tengo que resaltar la excelente bienvenida, la alegría del reencuentro con personas ya conocidas y el encuentro con aquellas que veía por primera vez, todo esto fue calmando mi ansiedad… Con el correr de los días, me fui despojando del peso de la mochila que doblaba mi espalda, ésta, estaba llena de miedos, presiones, angustias, dolor, interrogantes, lágrimas que empezaron a fluir hacia afuera libremente, sintiendo el respeto y el acompañamiento de quienes se encontraban ahí. Surgía el llanto y lo dejaba salir sin vergüenza, porque había encontrado un espacio para mí, me fui liberando poco a poco…
Los abrazos que nunca faltaban al final de cada celebración trasmitían fuerza, contención, confianza y un NO TENGAS MIEDO. Hermosos momentos vividos en alegría, fraternidad durante los almuerzos y cenas, encuentros con personas nuevas, llenas de riquezas para compartir, desde sus realidades.
Varios países unidos, donde con sus representantes parecía habernos conocido desde siempre. Charlas comunitarias y personales, cantos y guitarreadas, alegría compartida, cada uno desde sus tareas específicas ponía lo mejor de sí para el bien de todo el grupo. Cada celebración era compartir la vida a la luz del Evangelio del día en cada celebración se vaciaba un poco la pesada mochila que todos cargábamos… En un encuentro personal y comunitario con el Dios de la Vida.
El suave y delicado aletear de los Colibríes allí reunidos, se convertían en una agradable brisa, que recorría nuestros cuerpos, nuestra mente y nuestros corazones.
El nido enorme que cobijaba a todos ellos, espacioso, suave e invitaba a un momento de descanso para el alma.
Por último, quiero agradecer a Dios por darme la oportunidad de participar de este Encuentro, reencontrarme conmigo misma, con los demás y empezar a sentir que se puede ser libre como el colibrí.

Cristina Saravia
... ya en el VII  Campamento ... sumándonos a encuentros...

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