Muchos Cristianos, Judíos y otros, nos dimos un saludo de Feliz Pascua. El
saludo pascual tiene como contenido profundo el deseo de dar una PASO DE
LIBERACIÓN, en continuidad con la primera pascua, que fue el paso del pueblo de
Israel saliendo de la esclavitud de los egipcios.
La salida de Egipto significó entrar en el desierto dejando
las cebollas y zanahorias que provenían del imperio opresor. Algunos no se
animaron nunca a dar este paso. Otros después de un tiempo de faltas en el
desierto se plantearon regresar atrás. Unos pocos decidieron y alentaron a
seguir hacia adelante en búsqueda del la tierra prometida donde existe la plena
libertad y mana leche con miel.
La narración bíblica del domingo siguiente a la semana
santa, nos cuenta que los discípulos se habían encerrado por miedo al imperio
injusto de aquella época. Y es Jesús mismo que se acerca a ellos deseándoles la
paz que quita los miedos.
La paz comienza por la experiencia de sentirnos
perdonados y nos invita a compartir el perdón con otros. Esos son los signos de
haber recibido el Espíritu Santo.
Siempre en todo grupo en toda familia hay alguno más
incrédulo y este era Tomás. Quien tuvo que tocar las heridas del crucificado
para creer en la resurrección. De lo
cual Jesús dijo “tú has creído porque has visto, felices los que creen sin
ver”.
(Juan 20,19 31)
Semana santa pasó, pero aún estamos en los cuarenta días de
Pascua. Es un buen momento para evaluar nuestra vida espiritual.
¿Me siento en
paz? ¿Me siento perdonado? ¿He podido perdonar?
La paz y el perdón se concretizan dando pasos concretos
liberadores. Por lo tanto es bueno preguntarnos:
¿Hay algún paso a la libertad
que tengo que dar?
Sabiendo que siempre habrá que renunciar a algo gustoso e
incluso necesario como lo eran las cebollas y zanahorias dadas por los
Egipcios.
La verdadera paz interior y social, la encontramos en el
compromiso con los crucificados de hoy en las Galileas de hoy. Lo que le hago a
uno de esos pequeños se lo hago a Jesús. Y esa cercanía solidaria con los más
empobrecidos, excluidos es la que nos hace salir de nosotros mismos lo más
hermoso. Nunca estaremos en paz ni habrá paz social mientras seamos
indiferentes a los crucificados. Como humanidad somos un mismo cuerpo y lo que
le ocurre a un miembro afecta a todos. Acompañando la liberación de otros voy
experimentando la profunda libertad interior, se abren las puertas de la mente
y el corazón, también del bolsillo. Perdiendo el miedo a todo incluso a la
muerte. La muerte es una mentira, es simplemente el encuentro con el que fue
crucificado y nos ofrece el último paso a la Pascua de la vida eterna.
Nacho
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