viernes, 26 de enero de 2024

EL MISIONERO ES "PESCADOR" DE VIVENCIAS DEL REINO, PARA ALIMENTAR LAS COMUNIDADES

PARROQUIA "SANTÍSIMO SACRAMENTO"
EN FRAILE MUERTO - URUGUAY
La comunidad parroquial está en tiempos de quedar sin párroco y comenzar una experiencia de ser coordinada por el consejo parroquial. Son tiempos de cambio...
 Nos visita la hermana Jola Misionera de San Pedro Claver. Con una cuantas misiones en distintas partes de África. Viniendo de participar en el XIII Encuentro Teológico Colibrí en Lago Merín. 
Marcos 1, 14 -20
La Palabra del dia nos presenta a: Juan Bautista siendo tomado preso. Jesús se retira a Galilea, anunciando la presencia del Reino de Dios entre nosotros y convoca a los primeros discípulos para formar comunidad. 
El misionero, una misionera como la hermana Jola, tiene muchas experiencias "de contemplar y vivir signos del Reino de Dios". La eucaristía que es encuentro con Jesús en la Comunidad, en su Palabra y en su Cuerpo y Sangre, es un lugar propicio para compartir experiencias reales para ayudar a los que buscan dejarse encontrar por Jesús y seguirlo. Así nos compartió un relato misionero:

Aurel, un niño serio

Acabábamos de llegar a Atok, una misión dispersa en la selva ecuatorial de Camerún, cuando un grupo de niños y jóvenes nos rodearon, curiosos por saber quiénes éramos y por qué habíamos acudido a ellos. 

Casi de inmediato se nos incluyó en las actividades de la misión con una tarea claramente definida, animar a los grupos de niños, jóvenes y adolescentes que pasaban por la misión para recibir un mínimo de formación. 

Primero conocimos a un grupo de chicos de entre 8 y 12 años. Estaban muy sonrientes, abiertos a cualquier juego que les propusiéramos. En un rincón de la sala donde hacíamos las actividades, nos fijamos en un chico, diferente a los demás, un chico serio, sin sonrisa, pensativo pero no triste. Me intrigó, pero me parece que esa curiosidad también era por su parte porque noté que me observaba y cuando tuve que salir un momento del aula salió detrás de mí y empezó a hablarme en lengua baka. ¿Qué quería decirme? Quizá nunca lo sepa. 

A partir de ese momento, cada vez que me encontraba sola, se acercaba y se ponía a hablar conmigo. Venía a la misión todas las mañanas a las 06.30 para asistir la misa, luego desaparecía y sólo volvía después de las 09.00 y a última hora de la tarde. 

Un día, el padre Francesco, el misionero que nos acogió, nos llevó al río. Pasamos por el pueblo de Atok, con sus calles de tierra roja, sus casitas de barro, cubiertas de hojas. 

Frente a las casas observamos a personas sentadas en el suelo junto a cerdos y cabras, y a niños jugando con neumáticos viejos de coches o motos. De vez en cuando, algunas mujeres regresaban del río llevando en la cabeza agua o fruta recogida en el bosque. 

Y finalmente dejamos el pueblo y nos adentramos en el denso bosque. El camino que nos llevaba al río se convertía poco a poco en un sendero muy estrecho. Tuvimos que cerrar las ventanas del coche o el bosque se habría metido en él. Y así condujimos durante 20 minutos hasta que apareció ante nuestros ojos una nueva aldea de 15 casitas hechas de barro, con el río lleno de hierbas altas y unos cuantos niños duchándose y otros lavando cacharros en la misma agua. No pasaron ni dos minutos cuando de repente nos vimos rodeados de un montón de niños. 

Me subí a la piragua hecha con un trozo de madera, llena de agua por dentro y muy baja, y me aventuré con un "gondolero" por los pastos. Y qué sorpresa... todos los niños se subieron a diferentes banquetas y se pusieron a jugar en el agua... pero en un momento dado me di cuenta de que me seguía una banqueta... llevada por el niño "serio" que siempre venía a la misión. 

Me ha encantado volver a encontrarme con él. Cuando terminamos la excursión fuimos a visitar el pueblo y, obviamente, tenía a mi lado a "mi" chico serio que puso suavemente su mano en la mía y empezó a hablarme, tirando de mí hacia una casa. Parecía una casa normal y corriente, había ropa colgada en las ventanas, una abuela cocinaba delante, unos cuantos niños jugaban con ollas y sartenes... entramos... una habitación bastante grande, obviamente sin suelo, con una mesa, unas cuantas sillas y una puerta metálica oxidada que escondía un dormitorio con camas muy bajas que tocaban el suelo hechas de hojas secas. Esta era su casa. Al salir me di cuenta de que había mucha más gente delante de la casa de la que había visto al entrar en ella. 

Y fue la primera vez que el rostro del niño, aún sin nombre para mí, se iluminó al mirar a una mujer... era su madre y junto a ella sus hermanitos. Nos reunimos con la familia y nos dirigimos al coche. Volvimos a pasar unas cuantas casas y de nuevo el chico me hizo entender que debíamos parar y esta vez desapareció detrás de una cabaña y me dejó sola en el camino. Volvió al cabo de unos minutos con una bandeja llena de fruta y una nota en la mano. Fue un regalo para mí. En la tarjeta estaba escrita su dirección y me di cuenta de que se llamaba Aurel. También me di cuenta de muchas otras cosas. Aurel vivía en el pueblo junto al río, tenía una familia como tantos otros niños, una casa como todos los demás, tantos hermanos menores, cada mañana se levantaba después de las 5 para atravesar el bosque y llegar a tiempo a la Santa Misa... Pero, ¿por qué no sonreía como los demás? 

Durante otras tres semanas de nuestra estancia en Atok, Aurel vino todos los días a la misión trayéndome fruta... siempre con la mirada fija a lo lejos y sólo de vez en cuando esbozaba una pequeña y tensa sonrisa. El último día antes de volver a Europa, pensamos en darle una sorpresa y adoptarlo, dándole la oportunidad de terminar la secundaria. Ese día, el chico no se presentó en la misión hasta última hora de la tarde.

En cuanto me di cuenta de que había llegado, corrí a casa para prepararle un regalo. En una bolsa de plástico metí el último paquete de caramelos que nos quedaba, unos bolígrafos y un paquete de alambres para hacer scoobidoos (pulseras) y se lo llevé pero él fue más rápido... en cuanto me vio llegar levantó una cesta del suelo que se llevó... esta vez no era fruta. Dentro de la cesta había una gallina... era el mayor regalo que podía hacerme y me sentí pequeña, pequeña sosteniendo una bolsa de cosas que valían poco, ante el que me dio lo de mayor valor, y quizás todo lo que tenia. 

Más tarde llegó también su padre y el misionero le dio la noticia de que queríamos adoptar a Aurel. Y aquí no pude resistirme... la bondad y la sencillez de estas personas fue más fuerte que yo. Me conmoví al ver las lágrimas en los ojos de Aurel y las de su padre, que sólo pudo decir: "No sé cómo puedo agradecérselo". Siempre me quedo con la pregunta: "¿pero por qué Aurel no sonríe como los demás niños?". 

Tal vez porque a los 11 años ya se cree responsable de su familia, ya que es él quien tiene que cuidar de sus hermanos pequeños, tal vez porque le gustaría que tuvieran una vida mejor y sabe que de momento no puede hacer absolutamente nada, tal vez... hay muchas otras posibilidades, pero una es cierta... este niño, al que la cultura en la que ha nacido le ha hecho sentirse grande, maduro y responsable del futuro de los demás, tiene un corazón grande y hermoso, capaz de amar y ser amado, y quién sabe, tal vez una vez terminada la secundaria también quiera ir a la universidad y aprender un oficio para ser realmente útil para su pueblo. Y tal vez un día aparezca una sonrisa en su rostro.

Culminado el relato de la hermana Jola, nos mantuvimos en silencio. La semilla del Reino había sido sembrada... y cada uno la recibe con la tierra que ha trabajado...
El misionero se deja llevar por los del lugar, se deja amar, comparte lo que hay. Descubre y trasmite el Amor de Dios. Julio nos recibió en su casa, con parte de la bandada colibrí en diferentes vuelos. La misión al estilo de Jesús, no es un hacer... es un estilo de vida...Se puede vivir en cualquier momento y lugar. 
Cada encuentro cada día tiene sus atardeceres, que traerán nuevos amaneceres... en las Galileas tienen sus colores particulares. Acá estamos en el Uruguay profundo... Una de las preguntas que nos deja el relato misionero es: 
- ¿Cuál es nuestra gallina que consideramos de mayor valor? 
- ¿Con quién la compartimos?

De nuestro XIII Encuentro Teológico, (el saber de Dios) nos hizo ver que muchas veces nos "pesa la mochila". En esta semana descubrimos que cargamos: 
- sentidos de culpa, 
- deber ser, 
- perdidas de alguien o algo que considerábamos nuestro,
-  problemas a resolver, 
- stress por tanto hacer y hacer... 
Y la vida se nos va... y al estar llena la mochila no hay lugar para Dios y su Amor...
La clave del seguimiento de Jesús es "dejar a Dios ser Dios", confiar en el. Alivianar nuestro equipaje. Hay que poner nuestras cosas en sus manos y nuestras manos en sus cosas... en los menos amados... Para eso se necesita una conexión de Amor, confianza en Dios y las personas, liberándonos de estructuras empresariales...
Compartiendo "la gallina que somos y tenemos", se multiplican los panes y abrazos. Dios nunca nos pide poner lo que el otro tiene que poner, tampoco nos pide dar lo que no somos, ni tenemos...
Un día después, fuimos llamados a ir a "una galilea existencial", a la Fazenda, donde estan las chicas que buscan liberarse de alguna adicción, encontrándose con el Dios de Jesús. Ahí compartimos la eucaristía con una bendición africana de envió, recibida por la hermana Jola en Cabo Verde. La dio mi mama con sus 94 años porque corresponde darla el que es mas anciano. 
Al día siguiente continuamos viaje de pueblo en pueblo, con maravillosos encuentros, en Fraile Muerto, Tupambaé, Cerro Chato, Montevideo... Será motivo de otro relato...

2 comentarios:

  1. Eso es una mision verdadera aumentar la felicidad de vuestros semejantes compartir y amar como ama Jesus

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  2. Emocionante relato de la hermana Yola.... ❤️❤️

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