sábado, 6 de enero de 2024

NUESTRO BAUTISMO en el AMOR y LIBERTAD del DIOS de JESUS

 

Salió pesca y pescamos. En el silencio y con paciencia esperando el pique, bajo un cielo estrellado, que nos hace ver nuestra pequeñez, pero a su ves el amor que dios nos tiene. Recordé un relato de un curita anciano y sabio, en la fiesta del bautismo de Jesús, para evaluarnos: ¿como estamos viviendo el regalo de nuestro bautismo?

Llegó el verano, comenzaron los calores. Sucedió un incendio en el templo del pueblo y se quemó la secretaría con todos sus archivos.

Inmediatamente llegaron los bomberos y lograron que el fuego no se extendiera hasta el templo. El cual tenía un valor profundo afectivo desde la fe. Ahí la mayoría de los ciudadanos se había bautizado, celebrado su primera comunión.

La iglesia estaba en un cambio de época, al igual que la sociedad, acompañado por el papa Francisco de manera sinodal.

En tiempo de nuestros abuelos en todas las parroquias había un párroco permanente, e incluso en muchas de ellas había también algún sacerdote joven ganando experiencia.

Hoy en día unas cuantas parroquias están sin sacerdote fijo, y estas comunidades son coordinadas por religiosas o por un consejo de laicos. Visitadas por un sacerdote para el servicio sacramental, cuando son solicitados.

En esta parroquia donde sucedió el incendio de la secretaría, había un sacerdote anciano. Contrariamente a la lógica de los años, este abuelo era muy abierto a la realidad presente, más que unos cuantos curas más jóvenes que él,los cuales parecen tener los ojos en la nuca.

El padre Javier, aunque el siempre sugería que lo llamaran simplemente Javier, para ser fieles a Jesús que nos quiere a todos viviendo como hermanos con un solo padre, un solo maestro y un solo señor.

Algunos de sus compañeros y unos cuantos laicos de distintas parroquias andaban muy estresados por asumir más trabajo del que podían realizar. También se sentían un poco malhumorados, por la falta de vocaciones sacerdotales y falta de laicos comprometidos hacia adentro de las estructuras de la iglesia.

El padre Javier, rezaba por las vocaciones, siempre diciendo “tu sabes señor que es lo mejor”. Era un testimonio viviente del amor de Dios.

 Con una gran capacidad de relación de diálogo con todo tipo de personas. Con una vida sencilla, transmitía esperanza, siendo firme en todo lo que tenía que ver con la verdad y la justicia.

El padre Javier era un hombre, un cura de esos que la mayoría del pueblo se sentía orgulloso de ser su amigo. Personas de la comunidad cristiana, y otros que no frecuentaban el templo, pero lo conocían y apreciaban de la vida cotidiana en el pueblo.

No siempre se puede conformar a todos, por eso también había algunas pocas personas con poder en el pueblo, que no congeniaban con el padre Javie, incluso alguna vez le pidieron al obispo que corrigiera o lo sacará de su parroquia.

Les molestaba que el párroco predicara sobre el justo trato y justo salario a los trabajadores. Que invitara a la conversión de una cultura machista del pueblo. Que insistiera en que no hay ningún pecado que haga perder la dignidad humana, ni la paternidad de Dios. Que toda persona merece y necesita ser amada y tener una nueva oportunidad.

El padre Javier era una bendición de Dios especialmente para aquellos que reconocían sus caídas y fragilidades. Pero era una piedra en el zapato para los arrogantes, fariseos que se consideraban de una clase superior, merecedores de estar sobre los demás.

Al día siguiente del incendio el obispo mandó un mensajero expresando la preocupación, porque se entero que se quemaron todos los libros de bautismo.

En aquellos tiempos de la cristiandad, el registro bautismal, además de ser una constancia de fe, también era un documento legal, de fecha de nacimiento y vínculos familiares.

El mensajero del obispo le expresó al párroco la preocupación de como hacer para realizar un nuevo registro bautismal lo mas verdadero posible.

La memoria no era lo mas desarrollado del padre Javier. Pero si era un hombre de fe, de esperanza, ante cualquier problema a ser resuelto.

El mensajero volvió con la respuesta a su obispo, de que el padre Javier estaba dispuesto a visitar casa por casa de los habitantes del pueblo y anotar a los que ya fueron bautizados.

También le explico, al mensajero como verificaría si la persona realmente ha sido bautizada o no. Y este modo de comprobar el bautismo fue lo que más llamó la atención del obispo.

Cuentan que el padre Javier iba casa por casa, pidiendo permiso para tener un dialogo, explicando que venia a confirmar cuantos y cuales eran los bautizado en esa familia.

Cuando había un recién nacido o un niño pequeño en la casa, era fácil ya que, hacía unos años, que en la parroquia estaba el ministerio de la fotografía. Una persona de la comunidad manejaba una máquina, de la pocas que había en el pueblo, fotografiaba a todos los bautizados y la gente colaboraba generosamente al recibir su foto.

Había una conciencia parroquial que los mas pudientes donaba un poco mas del valor de las fotos, para cubrir el costo de las fotos que eran entregadas gratuitamente a quienes no tenía dinero para pagarlas.

Esto se explicaba en las charlas de bautismo y se entendía que era poner en práctica el sacramento que los hacia parte de una iglesia y hermanos entre todos los bautizados.

También era parte del bautismo la fiesta. En la cual participaba la comunidad y se realizaba entre los bautizados de ese día. Siempre se buscaba de juntar las familias mas pudientes con las con menos recursos, para que todos pudieran tener una linda fiesta de bautismo.

En general la gente le gustaba estos gestos solidarios en cuanto a las fotos y la fiesta. Aunque alguno de clase media alta o alguna persona adinerada que se la “creían”, preferían llevar a sus hijos o ahijados a la ciudad cercana, para bautizar en privado y hacer su fiesta solamente entre los suyos.

Siempre aparece algún padrecito que se compra con una ayudita económica para la mantención del templo...

Como decíamos, el obispo quedó gratamente sorprendido como el padre Javier anotaba, a las personas mayores, sin registro fotográfico, como las descubría bautizadas o le ofrecía el bautismo cristiano.

Lo primero que les preguntaba era a cada persona adulta de la familia: - Del uno al diez cuanto te sientes amado por Dios padre Hijo y Espíritu Santo.

Si la persona no se puntuaba en el amor ocho o más, el padre terminaba la entrevista y les ofrecía participar de una catequesis preparatoria al bautismo.

Porque todo bautizado que cultivó su bautismo, debe encontrarse en relación con el amor de Dios. Que nos ama tal cual somos. Nada puede alejar el amor de Dios. Solamente el no querer recibirlo.

Si la persona se sentía amada, el padre Javier buscaba que el amor fuera hecho carne en la vida y práctica de la persona.

Entonces le preguntaba qué puntuación se pondría del uno al diez, en cuanto a sentirse libre. Si era de ocho a diez el padre Javier lo consideraba fruto de ser bautizado.

Si era menor, preguntaba si se sentía en proceso con relación a años anteriores, porque ser libre se va logrando con fe y desprendimiento a lo largo del tiempo.

Y la última pregunta era sobre sus vínculos, relaciones familiares, laborales, de amistad, de vecindario, le preguntaba si eran en clave de aceptación y liberación de las otras personas.

El padre Javier estaba convencido que el bautismo cristiano era capaz de conectarnos con el amor de Dios, ponernos en proceso de liberación y transformarnos poco a poco en misioner@s de la Palabra viva de Jesús; que ofrece vista a los ciegos, las pone en proceso de liberación personal y los impulsa a la misión de la justicia social, liberación humana, fraternidad y solidaridad de todos.

El padre Javier, vivía y estaba convencido que el sacramento de la reconciliación, era una experiencia real del amor misericordioso de Dios y liberaba a la persona. También que la Palabra y la eucaristía eran un encuentro con la persona de Jesús, el cual era alimento, para vivir en el amor de Dios.

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