viernes, 8 de junio de 2012

BENDITA BUENA COMIDA JUNTOS

    El joven ya había experimentado muchas cosas diferentes y profundas en su vida. Tuvo la posibilidad de viajar por muchos lugares, concurrió a diferentes fiestas y festivales. Los adelantos tecnológicos los pudo disfrutar desde temprana edad. Su familia le pudo conceder los deseos que este hijo había pedido.
    A a los 25 años el joven había caído en la adicción a las drogas. Estando internado en una clínica de la ciudad. Los padres estaban desesperados, deseosos de que su hijo optara por el camino del trabajo y la familia.
   
Pasó un año en tratamiento intensivo y el doctor encargado del lugar llamó a los padres para entregar a su hijo. Las palabras del profesional fueron muy claras: «Está bien, pero este muchacho tiene un vacío interior que quizás es bueno recurrir a alguna experiencia espiritual para habitar ese vacío. Si no es así hay mucho riesgo de que vuelva a las drogas».
    La familia muy agradecida por el servicio prestado y por el consejo dado regresó a su casa. El primer fin de semana arreglaron el trabajo ambos logrando el domingo libre y marcharon con el hijo hacia un monasterio en búsqueda de darle una experiencia espiritual. El viaje que comenzó en la mañana temprano fue de mate y de disfrutar del paisaje, con algún quejido del frío y de la madrugada.

    Al llegar al lugar la religiosa de clausura encargada de la portería los recibió con una sonrisa en los labios invitándolos a la misa que estaba comenzando. Los cantos y los silencios removieron la fe de los visitantes.
    Después fueron invitados a pasar a un lugar con estufa a leña que calentaba el ambiente. Les alcanzo pan casero, mermelada de frutilla, leche ordeñada esa misma mañana, y café de grano. El desayuno fue largo en tiempo, comentando sobre aquel banquete, sobre los paisajes del viaje, incluyendo la pinchadura del auto, especialmente cuando el papá le pidió el gato al hijo y este dijo que había quedado durmiendo...
    
    La religiosa preguntó como estaban pasando recibiendo la respuesta unánime «como en el cielo». Los invitó a los jardines del monasterio proponiéndoles que caminaran un rato y recogieran algunas naranjas. El paseo se transformó en una aventura, el padre con el hijo colgado de los árboles y la madre preocupada que no fueran a caer... De vuelta los esperaba sobre la mesa un exprimidor de naranja, una jarra, y todos los elementos para hacer un asado a las brazas. La familia se miraba expresando sorpresa por tantas maravillas.
   El almuerzo salió tarde, siendo el debut como asador del hijo con las mil indicaciones que le dio su padre contando anécdotas de los abuelos. El tiempo pasó rápido y llegó las cinco de la tarde: la hora de regreso. Agradecidos a la hermana le pidieron una bendición para el viaje. Ella los bendijo con estas palabras:
« dediquen tiempo a comer bien y a comer juntos como familia»

    La espiritualidad Cristiana tiene como uno de los pilares principales «la última cena». Jesús reúne a su familia, haciéndolos participar de la preparación de la fiesta, dejándonos signos y palabras de su presencia eucarística, memorial que estamos invitados a celebrar particularmente el domingo.
(Marcos 14,12-26)
   Hoy los jóvenes y adultos tenemos más posibilidades de viajar y de tener más cosas materiales. Cuando se siente un vacío interior se lo intenta llenar con adicciones: al tabaco, alcohol, al juego, a los medios tecnológicos... a la larga nos va mal.
Quizás recuperar el momento eucarístico familiar y comunitario de estar juntos en la mesa y la misa, pueda ser la experiencia espiritual que nos esté faltando....
Nacho

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