Desde hace una semana estamos de vuelta en casa. Aun nos negamos a volver al ritmo diario de la vida pues desde el III Encuentro Teológico en la Laguna Merín, nos trajimos como invitada a Romina (quinceañera) de Río Branco, para que disfrute de unos días de vacaciones por Montevideo. Se queda en nuestra casa aunque somos muchos los que estamos pendientes de ella para que disfrute. Es lindo ver como Leo se preocupa de estar cada día en casa para que pase bien. También Erik y Gonzalo nos visitaron y fuimos varios al Velódromo a carnavalear. Este fin de semana la recibió Marta de Casabó en su casa y hasta la hicieron trabajar sacando agua de "El pastito" que se sigue inundando. Nuestra familia es grande y siempre hay un lugar donde quedarse, un plato de comida y ganas de compartir.
Mientras Rossina está en un curso en Minas por su trabajo, junto a salesianos de todo el país y, mientras Juan Pablo duerme, yo me tomo unos mates y trato de bajar a tierra. Salimos de casa el 22 de diciembre rumbo a Córdoba para luego llegar a Villamontes, Tarija en Bolivia. Salimos llenos de sueños y esperanzas, de miedos y precauciones, de avisos y recomendaciones, de cansancio y expectativas. Al volver a casa el 26 de enero sentimos que ya no somos los mismo, algo en nosotros cambió, la vida nueva nos cambió. Como dijo el Che Guevara: "Después de este viaje ya nos soy el mismo" (o algo así). De todos modos me cuesta enormemente poner en palabras algo que aun late en mí...
En Córdoba vivimos la Navidad al estilo que necesitábamos. Con Rossina deseábamos escapar de la locura de la Navidad, la locura del consumismo salvaje, del atropello callejero de la gente que compite por comprar. Ser alguien esta sociedad es directamente proporcional a la capacidad de consumo que se pueda tener, por lo tanto muchos son los excluídos de estos catálogos que nos ofrecen a diario. El nuevo shopping abierto en un barrio que no va acorde a sus dimensiones materiales y aspiraciones sociales, es un gran ridículo producto de nuestra pobreza (ya es letra de varias murgas del carnaval).
Queríamos salir corriendo de comprar comida para hartarnos, de comprar regalos pues "hay que regalar, es Navidad", de tener que forzar una armonía que no se respira en todo el año. Sí, es un tiempo de estar en familia, pero necesitábamos estar con nuestra familia que es mucho más grande. En Córdoba Nelda y Hugo nos acogieron y nos hicieron sentir en familia. Nelda nos preparó un poco para ir a Bolivia desde su experiencia de misionera años anteriores. Con Hugo hablamos de filosofía, de teología y de la lucha indígena. Podría hablar con el un año entero...La simpleza y la medida justa fue el factor común de esos días. Luego de la Misa de Noche Buena, la Navidad nos encontró rumbo a la frontera. Desde mi asiento descubrí un Jesús que trabaja el día de su nacimeinto, que va al parque a vender su pan casero, sus tortas, sus jugos pues sino no se puede mantener. Desde ese momento, nuestro viaje se iba convirtiendo en una peregrinación...
Llegados a Salvador Mazza, en la terminal nos fue a buscar el padre Edgardo cura misionero de la diócesis de Mercedes, que esta allí desde el 2010. Cruzamos la frontera compartiendo ansiedad, nervios, apuros por llegar a Bolivia y luego nos dirigimos a Villamontes, a la parroquia donde nos alojamos.
La necesidad de estar en otro lugar, en otro contexto imperaba en mí. A menudo lo que nos mata es la rutina que nos achica la mirada y angosta el horizonte. Poder salirse de los propios límites es un gran regalo que muchas veces no podemos solos, necesitamos de otros que nos ayuden. Allí fuimos...y yo deseaba conocer a los guaraníes con la extraña sensación de que allí encontraría algo propio, algo de mí mismo.
Los días se fueron sucediendo: pasamos de ir conociendo de oídas a un conocimiento desde el encuentro. En la parroquia la misa diaria nos permitía encontrarnos con la gente del lugar e ir conociendo a los jóvenes de la comunidad con los cuales intercambiamos charlas y a los cuales les preguntábamos de todo. A medida que fuimos saliendo a diferentes lugares surgían las aclaraciones de Edgardo, el compartir desde su experiencia en el Chaco, desde la primera vez que vino estando aun Nacho, hasta nuestra llegada.
Visitas a comunidades guaraníes del lugar (Ybupeiti), paseos por el centro de Villamontes, una misa en el cementerio de Ibibobo, llevar juguetes y budines a Nueva Esperanza, una unidad educativa fueron haciendo los primeros días muy movidos.
Los días mas especiales, en lo personal, fue la experiencia de recorrer comunidades guaraníes en la cordillera del Parapetí, junto al P. Heber Benavidez. Me fui la mañana del 2 de enero en un "trufi" (taxi-remis) hasta Boyuibe, pueblo donde vive Heber, y desde allí nos fuimos dos días en camioneta a recorrer el campo. A medida que pasábamos por comunidades me asaltaban las preguntas por saber de ellos, de como viven, como piensan, como ven el mundo, como viven su religión, como descubren los signos de los tiempos. Pero de a poco fui entendiendo que la vida en ese momento pasaba por otro lado, por el encuentro. Estaba como extranjero en tierra extranjera, pero me sentía como en casa y eso lo empezé a disfrutar poco a poco. Como si nada me pareciera extraño ni nuevo a cada persona que conocía la saludaba como si fuera un reencuentro, y así lo creo. Sus casas, sus voces, sus explicaciones, sus costumbres, su invitación con "chicha", su "poro" (mate dulce) todo me era conocido (sin exagerar). Me sentí en mi hogar...
Es una sensación muy extraña...yo titulaba nuestro viaje: "Misión a nuestro corazón, al de América" pues si bien sólo íbamos a conocer sabíamos que detrás de ello ya estaba la necesidad de encontrar un puerto hacia donde llevar nuestro barco familiar en un futuro no muy lejano. Allí encontramos pocas respuestas pero volvimos con muchas preguntas, allí redescubrí una capacidad de asombro que en mi cotidianeidad estaba como congelada. Volví a hacerme las preguntas fundamentales de la filosofía -mi pasión- pero también experimenté los límites de la razón pues, allí en donde no hay explicaciones, comienza la hora del Misterio, el momento de Dios. Si bien muchas cosas nos suceden como fruto de nuestras decisiones hay otras que le pertenecen al Creador. En fin...por alguna razón estuve allí y por alguna razón me sentí en casa. Pero aun me queda mucho por descubrir de este primer viaje...
El momento más familiar, por la complicidad de percepciones, se nos dió al visitar La Escuela de Salud del Chaco TEKOVE KATU, en la cual estudian guaraníes de muchos lugares. Allí tienen la gran posibilidad de tener un mejor porvenir. A la cabeza del P. Tarcísio colaboran allí a su paso, Nicolassa, madre, profesora, organizadora, Carolina, y varios voluntarios que vienen de muchos lugares. Allí nos vimos viviendo y trabajando, sirviendo y aprendiendo. Pero esto es un capítulo aparte...
Regresando a Uruguay nos esperaba el III Encuentro Teológico en la Laguna Merín, encuentro de misioneros de tierras lejanas y de la vida diaria, misioneros en ámbitos profesionales como misioneros de la cocina y almacén. Allí nos encontramos decenas de personas y compartimos una semana de convivencia, de aprendizajes, de hacer teología. Sí, teología!!! aunque a muchos académicos les rechine el oído hay una teología que nace de la experiencia del pueblo de Dios, de sus sufrimientos y angustias, en las cuales encuentra la mano liberadora de un Dios que lo acompaña en cada paso, como de sus alegrías y tiempo de esperanza, como el que vivimos hoy con un Papa, hermano argentino. Logramos convivir una semana basándonos en la lectura de la Palabra de Dios, compartiendo en comunidad la preparación de la comida, la organización de la ida a la playa, como el armado de la celebración de la Palabra cada día en la Capilla Stella Maris. Entre diferencias, diálogos, coincidencias, fuimos armando una estructura sin estructura, compartiendo la vida y dejándonos mimar por el conocido y el extraño. Dios se hace presente siempre que nos disponemos. Allí compartimos algo de lo vivido en Bolivia y ya comenzamos a soñar con otros la posibilidad de armar un equipo misionero, como ya existió hace unos años...todo es posible para el que tiene fe...
Ya de vuelta en casa a punto de comenzar a trabajar guardo firmemente la convicción de que podemos ser mejores personas si realmente así lo queremos. No es fácil pero se pueden romper las cadenas que aún nos oprimen -y así desde hace 500 años- que no nos permiten vivir lo que realmente somos en este lado del mundo. Nos han querido sacar lo propio nuestro pero aun podemos resistir buscando nuestras raíces, aprendiéndolas y enseñándolas a nuestros hijos.
El Credo del pueblo es la fuerza del cambio que nace en uno mismo, que sabe lo que cuesta recoger el fruto del trabajo, que sabe lo que cuesta la lucha contra los poderoso. Es un Credo bañado de sangre pero que a su vez es la savia nueva de un nuevo pueblo. La liberación es necesaria y también es posible...
Por ahora me quedo meditando recordando aquella noche que no podía dormir por estar en tierra de guaraníes, mis hermanos, mis antecesores...hasta allí llevé mi mochila, mis sandalias, mi cámara de foto y el Evangelio en el cual escuchaba a Juan Bautista decir: "Yo soy la voz que grita en el desierto: allanen el camino del Señor" (Jn 1, 19-28). Allí me daba cuenta que otros allanaron el camino antes que yo para que sea posible mi ida a Bolivia, y ojalá nuestro viaje junto a mi esposa e hijo, allane el camino para que muchos otros sientan el llamado a venir.
Diego Pereira.
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