Recordarlo me hace volar la imaginación a los primeros intentos de los
creadores de los primeros hoy llamados aviones. Muchas pruebas con pequeños
despegues que maravillaban a los que tenían la gracia de visualizar esos intentos,
esos pequeños vuelos… también duros golpes. Seguramente ya existían los
incrédulos o los que ponían el acento en las fallidas, pero los que nos
regalaron los aviones insistieron…
Seguramente hubo para este ser humano, días de mucho entusiasmo, de
pequeños logros y otros de cabeza gacha, de lágrimas, necesitada de un
amigo o una amiga, que con su silenciosa presencia, sus palabras o gestos
invitara a volver a intentar “volar”.
Este joven que fue capaz de despegar de su tierra cruzando el río en
búsqueda de realizar sus sueños. Que hizo lo que encontró “hacer fósforos”,
para poder mantenerse en vuelo. Un hombre que fue fiel toda su vida a su gran
amor “los no amados del medio mundo negro”. Se juntó con ellos, se hizo
uno de ellos en tiempos que eran tenidos como esclavos, el les dedicó los dones
de su pincel, de su cercanía, hasta la última aparición pública de esta
vida... Buscó sus raíces en Brasil, Venezuela, Colombia, República Dominicana, Haití,
África… teniendo gestos de vuelos hacia lo más alto, atravesando el océano de
sur a sur, penetrando en la espesa selva yendo a “vivir en un leprosario” (Del
cual recomendamos su libro : ALBERT SCHWEITZER )
También tuvo que buscar en la cordillera de los Andes a los suyos,
manteniendo la fe cuando la lógica decretó el fin. Escribió algún libro, fue
parte de una película, plantó árboles, tuvo hijos, hizo un castillo, pintó… amó,
vivió… fecundó… intentó volar y ahora despegó hacia el sol, y ahí estará
por la eternidad despertando, acompañando vuelos, esperándonos… gracias,
contamos contigo.
Nacho
Muy bueno saludos Marta
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