Reflexión sobre
el Areté Guasú
Margot Bremer
Sta.
Teresita, 2 a 4 de marzo 2014
Por
fin, pude participar en la gran fiesta del Areté Guazú a la cual la comunidad
guaraní occidental me había invitado ya desde hace 22 años a raíz de los
encuentros de chamanes nivaclé en los que participé desde entonces en este
lugar bicultural de Sta. Teresita del Chaco paraguayo, a 3 km de Mariscal
Estigarribia. Hacer una fiesta es celebrar aquello que no se quiere olvidar
nunca. Es una actitud profundamente
humana con la que se quiere sobrepasar la realidad cotidiana de la vida,
penetrando en una dimensión más espiritual que condensa el tiempo y el espacio.
Una de las preguntas más existenciales es ¿qué
ocurre con nosotros después de nuestra muerte. ¿Dónde estaremos? ¿Dónde
están todos nuestros seres queridos que ya se han ido de este mundo? Les
añoramos entrañablemente y, desde su ausencia sufrida, surge el hondo deseo de
reencontrarnos con ellos, aunque sea de otra manera que antes y por un momento
limitado. Pues la alegría de vivir será solamente completa si no hay dolor ni
duelo. Si este deseo está palpitando en
toda la humanidad, será un anhelo inherente a nuestra existencia. Y aunque la
utopía (ou topos) es quiere decir “aún
no hay lugar” en esta tierra, esto no
excluye la posibilidad de crear un lugar, una posibilidad de un re-encuentro, a
través de la celebración.
El
Pueblo Guaraní
Para
los guaraníes, como para la mayoría de los pueblos originarios, el maíz (
avatí) es la base de su alimentación,
por tanto es una planta sagrada
. Muchos Pueblos indígenas suelen
celebrar una gran fiesta después de una buena cosecha de avatí con la cual
quieren rendir su agradecimiento al creador de la vida por la abundancia de
alimento. Eso se expresa en primer lugar mediante la práctica de una justa distribución
de la copiosa cosecha, renovando y asegurando de este modo la unidad en la
comunidad. Es probable que esta fiesta anual de larga tradición, a causa de sus
múltiples repeticiones en diferentes circunstancias históricas, haya sufrido y
gozado modificaciones, mejoramientos, añadiduras. Es siempre un signo de vida ya
que las circunstancias cambiantes en la historia exigen relecturas,
explicitaciones, añadidos, actualizaciones, etc. Además ese dinamismo creativo
es algo específico de los pueblos guaraníes los que interpretan el sentido de
la vida como un permanente estar en camino (
oguatá).
La fiesta Areté Guasú
Por
tanto no extraña que a lo largo de los
siglos, a la celebración de la plenitud de vida, en concreto la abundancia de
alimento con el maíz cosechado y distribuido, se haya añadido la fiesta del
re-encuentro con los difuntos. Para la plenitud de la felicidad faltaba la
presencia -aun limitada- de los seres
queridos, aparentemente desaparecidos para siempre de su convivencia. Estar unidos con aquellos que
habían sembrado vida, cultura e identidad con su modo de ser, vivir y actuar
día a día en la convivencia comunitaria, sería la culminación de su felicidad. La
celebración del Areté Guasú entre los
guaraní occidentales en el Chaco, ha intentado a lograr esta simbiosis.
Areté quiere decir “tiempo verdadero”, la fiesta es el tiempo
y el espacio auténticos, el que se quiere anticipar en la celebración. De esa
manera, el Areté Guasú transmite un profundo
sentido de la vida. En medio de la intemperie, la lucha y las adversidades
cotidianas, con la celebración se quiere entrar en la verdadera realidad de la
vida: en su plenitud y eso significa felicidad y alegría. El encuentro con los seres
queridos ya difuntos es una parte importante de esa felicidad. El Areté
Guasú ha conseguido unir estos dos extremos de nuestra vida: la unión
comunitaria entre los vivos y con los seres queridos difuntos los que quedaron presentes en la memoria por su
abundante siembra de tanta vida entre
los suyos.
Los
guaraníes occidentales, provenientes de los Andes bolivianos, se habían
instalado en el Chaco después de un
largo contacto cultural con el pueblo arawak, llamado chané, procedente
del Amazonas y asentado desde hace muchos siglos (¿milenios?) en la región
andina del actual Bolivia. Con gran sabiduría, propia de ellos, habían elaborado
el Areté Guazú que hasta hoy día les
ayuda a renovar y revitalizar hondamente
su identidad guaraní, como ellos mismos dicen.
El
origen hay que buscarlo en la fiesta de una buena cosecha del maíz lo que les
une con todos los demás pueblos guaraní que lo solían celebrar con danza
comunitaria y con mucha chicha, una
bebida fermentada que extraen del maíz. Lo que sobra de los granos avatí, antes
se tiraba entre los danzantes de la fiesta, expresando la abundancia, lo que hoy
queda reemplazado por espuma blanca distribuida por un spray. La chicha siempre se da gratis para expresar el
agradecimiento de manera espiritual en reciprocidad a nivel económico. Hoy se añade
la venta de cerveza y gaseosa como adaptación a nuevos tiempos y civilizaciones.
Así
como ocurre en cada cultura, en la fiesta se rompen las barreras establecidas por
la sociedad. La chicha debe estimular este proceso durante esos tres días. El Areté Guasú suele comenzar con una
procesión – hoy al salir de la misa- para estacionarse delante de la casa de una
familia de la comunidad. Allí el cacique da la bienvenida a todos y todas, los
de la comunidad de Sta. Teresita, vivos y difuntos, los familiares que vienen
de lejos, y también las familias nivaclé y manjui vecinas así como a los
visitantes “blancos”. Con esas palabras de inclusión se expresa su verdadera
visión holística, siempre en proceso de construir la comunidad cósmica. De
repente aparecen los agueros (los que
vuelan, pájaros) del monte; con rostro cubierto por una máscara, ellos representan
a los difuntos de la comunidad. A menudo
en la figura de algún pájaro, otras de fieras selváticas del Chaco o de demonios
cristianos. Todos bailan en círculo al
son de tambores y flautas de los incansables músicos.
El Curuzú, origen y destino de
nuestra vida
Antes de
continuar la procesión, en medio del camino, se realiza el encuentro con la
cruz, el curuzú, adornado con flores
y terminado por un círculo que engloba a los cuatro extremos de la cruz, señalando
lo holístico, lo interrelacionado, origen y destino del mundo, símbolo que
invita a reflexionar para interrelacionar coherentemente la vida cotidiana. Señala los cuatro puntos
cardinales que orientan el caminar guaraní en esta tierra, creada por sabiduría divina. Hacer memoria del plan
originario del Creador, orienta el sentido de la fiesta: los participantes
están convidados a continuar el camino indicado por el curuzú de unión cósmica, presente
también en la convivencia con flora y fauna en la naturaleza. Llegados a la
gran plaza, se re-inicia el baile. Después de un pequeño descanso, recomienzan siempre
unos cuatro o cinco que contagian con su alegría a los demás que rápidamente se
insertan en el círculo, ampliándole. Hay dos maneras de bailar: una en círculo,
otra en pareja a dos o cuatro, formándose como radios de una rueda. Esta danza
queda dinamizada por los agueros que se ocupan a dar abruptos cambios de dirección
en la ronda. Toda esta fiesta se
distingue por una gran espontaneidad y poco ritualismo. Siempre están presentes
las dos dimensiones: la espiritual-religiosa y la ”secular-material”, separadas
en nuestra cultura occidental. Pues con la fiesta no quieren alejarse de
nuestro mundo hacia otro más transcendente, sino al contrario: quieren palpar lo transcendente aquí en nuestro mundo.
La lluvia y el barro no son impedimentos para festejar, al
contrario: bailar descalzo embarrándose en la lluvia, ayuda aún más a salir de
los esquemas impuestos por la sociedad. Este año había algunos jóvenes incluso
que se revolcaron en un charco grande ubicado en una de las esquinas de la
plaza, y que –transformados totalmente en color de tierra (lodo)- se
reinsertaron al gran grupo de festejantes, pero
chorreando de barro líquido y “acariciando” con sus manos a los demás
bailantes. ¿Será un símbolo de expresar su relación umbilical con la tierra?
Ser Guerrero
en la vida
En todos estos tres días, la toma de mucho alcohol,
como es tradición, les deja a los participantes de la fiesta en un estado
excepcional, que rompe con las barreras de la realidad socialmente establecida.
Aparece una realidad distinta, tapada por los bloqueos de la sociedad con su
racismo, con su división de superiores e inferiores, de independencia y
dependencia, etc. A gran sorpresa nuestra, salieron en minoría los
acostumbrados sentimientos de rencillas, venganzas y violencias y en su gran
mayoría gestos de ternura, agradecimiento, cariño, aún en palabras pronunciadas
con bastante dificultad.
Con el kuchi kuchi, este
“embarramiento” oficial, se inaugura el tercer día, aunque a nivel in-oficial –como ya
mencionamos arriba- este año estaba presente durante toda la fiesta. A
continuación se escenifica la lucha entre el toro-toro, el jagua-jagua y los agueros en cual los jóvenes guaraníes lucían en su identidad de
guerreros. Símbolo de la vida con su alternancia entre el disfrute de la vida y
la permanente amenaza de la muerte. En esta lucha los agueros siempre son los vencidos. Culmina esta escenificación
ritual con la lucha entre el toro-toro
y el jagua-jagua, en la cual ambos
demuestran gran destreza y coraje como guaraní guerreros. Finalmente vence el
toro-toro al jagua-jagua. Es
guerrero el guaraní porque sabe interpretar la vida como una lucha permanente
contra el mal, contra la amenaza, defendiendo la vida de su comunidad. Los agueros ya han pasado por esta fase pero
están en estas fiestas presentes como en cierta “entre-realidad”,
queriendo formar comunión con los vivos.
Termina la gran fiesta con una
procesión que se dirige hacia el cementerio a la hora de la puesta del sol. Allí suelen depositar las máscaras en
la tumba de sus seres queridos a los que han representado en estos días. Con este
hecho simbólico termina la fiesta y la comunidad vuelve a su orden establecido.
Reflexión
teológica
Pero algo ha cambiado, también en
nosotros, los visitantes “blancos”: volver de aquella fiesta es como volver de
un viaje de un lugar donde se ha tenido una experiencia muy fuerte que le haya marcado
y que desde entonces forma una parte nueva de su vida. Al volver a la
cotidianidad de antes, el contexto aparentemente parece el mismo, sin embargo
como persona uno vuelve cambiado, ya no es la misma: uno/a se siente renovado/a
a partir de la conmemoración del verdadero orden del mundo, plasmado en el recuerdo
de la creación, simbolizado en el kuruzú
adornado con flores y plantas chaqueñas. A mi me habla de un símbolo de la comunidad
cósmica entre humanidad y naturaleza y es símbolo de la dirección para
encauzar el caminar hacia la vida plena.
También en estos tres días de fiesta, se ha transgredido la separación entre
vivos y muertos para renovar la unión entre
ellos. La lucha de los agueros
durante toda su vida, hace memoria de nuestra misión principal de tener que vivir
y luchar como guerrero, en permanente vigilancia y entrenamiento y en
permanente disponibilidad y destreza, afrontando con kereima (coraje, valentía) al enemigo que puede presentarse en cualquier
momento. Los mismos guaraníes que participaron en su fiesta, afirmaron en
diferentes ocasiones que esta fiesta les había renovado y revitalizado en su identidad guaraní. No
solamente simbólicamente sino existencialmente, recordando que el mundo en su
origen estaba bien hecho, la humanidad en armonía con la naturaleza, con
abundancia de alimentación, con orientación para caminar hacia la Tierra sin
Mal, practicando la reciprocidad. Ellos han recibido una fuerza nueva a través del
encuentro con los seres queridos ya difuntos. Han sacado nueva fortaleza mediante
la celebración en comunidad, al bailar y danzar en ronda, al festejar y alegrarse
unidos en la diversidad de razas, generaciones, géneros, caracteres y cargos.
Es un tiempo nuevo, un año nuevo, dicen, que les recrea al haber vuelto a las últimas
raíces de su identidad. Asumen la
herencia de los difuntos recordando en el Areté
Guazú que la vida es alegría y lucha. El Areté Guasú es celebrar la vida en esta tierra en la que caminamos y
danzamos, es fortalecer la lucha como guerreros para llegar a la plenitud. El Areté Guasú es querer continuar lo que
sembraron nuestros difuntos. Mientras que esta mística esté presente y se
renueva año por año en tierra de nuestro golpeado Paraguay, hay esperanza de
que es posible que nazca un nuevo Paraguay; ya que en sus más profundas raíces
sigue pulsando la savia de guerreros militantes que luchan por mantener los
sueños, su utopía, de una Tierra sin
Mal.
Quiero terminar con una
pensamiento parafraseada de nuestro amigo Patricio Guerrero: “Guerreros militantes de los sueños es una
forma más de continuar nuestra irrenunciable lucha por materializar la utopía (la
Tierra sin Mal) y decirles a los amos del poder, que nunca podrán hacer que
dejemos de festejar, de danzar, de reír, de cantar y que a pesar de toda su
violencia y su muerte, no podrán impedir el triunfo final de la comunidad y de
la vida… Guerreros militantes de los sueños: corazonando desde la insurgencia
de la ternura, estamos proponiendo una fiesta que está comprometida con la
vida. No renunciamos a nuestros sueños, sino creemos en la posibilidad de lo
imposible. Esta fiesta Areté Guazú reafirma nuestra opción de que mediante su
celebración con música, danza, chicha y alegría, debemos continuar intransigentemente,
militando por los sueños de la vida” .