Comenzó el año educativo, y recuerdo a un gran
profesor que por medio de sus libros me ha ayudado muchísimo. Dedicó gran parte
de su vida a enseñar: matemática, física y química, hasta que una alumna buscó
su ayuda. El no supo escucharla y ella se suicidó. Eso lo hizo entrar en
crisis. Pasó por un largo tiempo de DESIERTO hasta que tomó la decisión de
crear una cátedra sobre EL AMOR.
Un día de clase le preguntaron: – ¿cómo saber
cuanto amor hay en el corazón de cada persona?
Él tomó dos vasos vacíos, uno
pequeño y otra grande diciendo: – hay
corazones de distintos tamaños por distintas circunstancias de la vida, pero lo
que define al ser humano no es tanto lo mucho o lo poco que me ha dado, sino lo que hago
con el vaso, mi corazón más haya de su tamañazo.
El vaso vacío está
lleno de aire, el aire es fundamental para la vida, podríamos compararlo
con el amor.
Si al vaso lo voy llenando de cosas materiales, habrá menos aire…
menos amor a Dios y a las personas. Pero aún hay algo que puede ser peor que
las cosas materiales y que puede contaminar todo el aire por lo tanto desformar
el amor: los celos.
Jesús, el hombre libre tiene la libertad de
elegir a sus compañeros. Si bien siempre estuvo atento y abierto al encuentro con
los del camino, eligió a algunos para compartir la misión encomendada por su
Padre. En el texto bíblico de hoy, hace una nueva
elección de tres amigos, para llevarlos a la montaña para vivir con ellos una
experiencia profunda de Dios. Vivencia de amor tan maravillosa que los elegidos
querían armar sus carpas y permanecer en el lugar… (Mateo 17,1-9)
Este tiempo de cuaresma, es el tiempo más
propicio para crecer en el amor. Nuestro Maestro nos invita a limpiar nuestro vaso
de todo apego, de toda equivocación, ofreciéndonos su infinita misericordia, su
TODO. Quien se siente amado, se valora tal cual es. Y quien se llena de amor
AMA. Amar es valorar al otro tal cual es y desearle lo mejor, sufrir con sus
dolores y alegrarnos con sus alegrías.
Hemos sido elegidos por Dios mismo para subir a la
montaña, experimentar la luz de su amor y después volver a la vida cotidiana
para compartir al tiempo de Dios y a quien quiera recibir ese amor.
-¿Qué tengo que sacar en estos días de mi vaso,
de mi
corazón, de mi vida,
para dejar mayor lugar para Dios?
-¿Cuál es la montaña, el lugar,
al cual me debo
retirar para disponerme a vivenciar
la
misericordia de Dios que hará resplandecer mi rostro, mi vida?
-¿Qué día y a qué hora?
El amado siempre está disponible para la cita que
fijemos para estar a solas con Él.
Nacho
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