Caminamos en el tercer mes de
este nuevo año. La mayoría de nosotros,tenemos la semana más o menos planificada. Algunos ya
palpan los primeros síntomas de cansancio y desean que llegue semana santa, como
días de descanso o cambio de actividades. Diariamente nos dirigimos a ciertos
lugares a buscar el agua del sustento económico por medio de un trabajo, el agua
del conocimiento intelectual, por medio del estudio. Algunos tienen incluido en
su agenda también el ir a un encuentro comunitario para alimentar lo espiritual.
Hay momentos de este caminar en que nos acordamos de Dios y le pedimos algo o le
agradecemos por algo.
El
relato bíblico nos presenta a Jesús que se detiene a descansar junto a un pozo
de agua. Llega una mujer al mediodía en búsqueda de agua. A la hora que
supuestamente nadie del pueblo estaría en ese lugar. Los excluidos generalmente
también se auto excluyen. Y se da el encuentro entre Jesús Varón, Judío y la
Mujer sin nombre Samaritana. Cuanto miedo habrá sentido la mujer al ver que
estaba este hombre junto al pozo. Seguramente se tuvo que acercar por miedo a no
cumplir lo que otro hombre le había encargado, traer agua. Ella es sorprendida
porque Jesús le dirige la palabra y más aún cuando es en una actitud de necesidad
: – «Dame de beber».
La mujer responde ubicándose en
las relaciones culturales existentes. Los judíos tenían por menos a los
Samaritanos y no los trataban. Jesús respondió:
-Si conocieras el don de Dios y
quien es el que te dice Dame de beber, tu misma se lo hubieras pedido y el te
habría dado agua viva.
La mujer ser anima a cuestionar la imposibilidad que
tenía Jesús de darle agua ya que no tenía con que sacarla del pozo. A su vez se cuestiona quien es este hombre entrando en la
historia de salvación. Jesús le aclaró:
- El que beba de esta agua volverá a tener sed,
pero el que beba del agua que yo le daré nunca más volverá a tener sed. El agua
que yo le daré se convertirá en el manantial que brota hasta la vida eterna…
Ella ahora siente la necesidad de Jesús, pero ocultando la verdad de su vida.
Jesús la sorprende, enfrentado la dolorosa y pobre verdad de su historia
familiar y ella vuelve a hablar de la historia de salvación como algo que
debería venir. Jesús le anuncia que lo que le agrada a su Padre Dios es que lo
adoremos en espíritu y verdad. Y se presenta como el Mesías esperado:
-Soy yo el
que habla contigo.
La mujer dejó su cántaro corrió a la ciudad diciendo: -Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo
que hice:
-¿No será el Mesías?
Muchos samaritanos creyeron, se
acercaron a Jesús y le pidieron que se quedara con ellos y El permaneció allí…
Los discípulos de Jesús que también eran judíos, presenciaron este encuentro y
se sorprendieron murmurando entre ellos… (Juan 4, 5-42)
Es bueno preguntarnos a
esta altura del año:
- ¿Qué lugar de mi agenda ocupa el descanso?
-¿A
qué distancia me siento de Jesús?
- ¿Qué tiempo dedico a buscar el alimento espiritual?
Quizás nos puede ayudar a un buen diálogo con Jesús, preguntarle
-¿Qué necesitas de
mí?
Seguramente si en el silencio espero su
respuesta, brotará de nuestro interior la verdad de nuestra historia y de nuestro presente. Se
hará verdad a que dioses estamos adorando, en que pozos buscamos agua, de que
cántaro estamos necesitados, para quién vivimos…
La verdad es elemento esencial de la
espiritualidad cristiana. Desde la verdad es que podemos dar pasos hacia la
liberación. Recordemos que Jesús se acerca y busca la salvación de los excluidos
y de los que se auto excluyen. Jesús nos busca para que
nos sintamos amados con la verdad de nuestra historia y nos necesita para que
seamos misioneros de la predicación de su misericordia inclusiva… que es
escandalosa para los que se creen del grupo de los
elegidos.
Nacho
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