Recuerdo nuestra
adolescencia, donde junto a nuestros amigos nos inquietábamos por muchas
cosas. Eran tiempos de cambios profundos en:
nuestro cuerpo, en nuestros afectos, en nuestra psicología, relaciones,
gustos y deseos. Por lo tanto en un mismo día teníamos altibajos en nuestra
valorización de nosotros mismos, de los otros y de la realidad.
En tiempos de Jesús también existían los corazones
inquietos, personas muy molestas con la realidad. Jesús en su vida y después de
su resurrección insiste en desearnos y darnos la Paz. “No se inquieten. Crean
en Dios y crean en mi.” Incluso no se inquieten por lo que pasara después de la
muerte: “En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones…” (Juan 14, 1-12)
Si ponemos nuestra fe en alguien “superior a nosotros y señor
de la historia”, nos sentiremos comprometidos con esa historia a la cual
debemos aportar según las capacidades recibidas sumadas a la de los demás. El
patrón se cree dueño y sufre como tal. El buen servidor se compromete de la
mejor manera posible con lo que le encarga su patrón sin vanidad ante los
aplausos ni desespero ante las dificultades. Para la persona de fe en Jesús:
“hasta la muerte tiene solución”
Creo que hay una pregunta que nos puede aclarar nuestras
inquietudes
¿ En qué empleamos nuestro tiempo?.
La persona que se siente hija
de Dios dedica un tiempo especial a dialogar con Él , lo que le permite
contemplar su presencia en toda realidad. La persona que realiza un buen
discernimiento en su vida y lo pone en práctica, siente y cree que está
viviendo cada tiempo en lo que hace, es una persona de paz interior más haya de
los resultados. Muy diferente es quien
lo que hace lo hace por dinero o por reconocimiento, siempre estará
sosteniéndose en la inestabilidad del dios dinero o del éxito.
Nacho
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