Hablando de Santos, nuestro Pueblo hace rato que canonizó a un Amigo. Ese vecino que fue nombrado Obispo por San Juan XXIII y fue jubilado por San Juan Pablo II. Todos se imaginarán de quien estamos hablado: de Don Roberto Cáceres.
Entendemos la Santidad como algo accesible a toda persona humana, y que tiene que ver con el Amor. Tres expresiones claras del Amor que nos trasmitió Jesús con su vida y sus palabras, han sido puestas en práctica por muchísimas personas a lo largo y a lo ancho de la historia humana, en diferentes culturas y creencias.
El compromiso con la realidad, el asumir con responsabilidad y justicia las actividades que nos corresponden a cada cual. Para unos serán las actividades del hogar, para otros el estudio, para otros los diferentes trabajos manuales, intelectuales, científicos, artísticos, deportivos, religiosos. No es la actividad la que me hace santo, sino el amor que pongo para hacer cualquier actividad. Por supuesto que con amor y por amor hay realidades de injusticia que no se pueden realizar, por lo tanto estas actividades quedan fuera de lo humano.
Por ser humanos la imperfección y el error son parte del caminar, por eso el santo es el que es capaz de ser autocrítico, ser capaz de enfrentarse a la verdad de su vida, reconocer sus errores, enmendarlos cuando se pueden, disculparse cuando es lo adecuado, comprometiéndose a intentar no repetirlo, eso es perdonarse para ser mejor. También es importante escuchar que dicen los demás, para juntos ir construyendo la verdad, que muchas veces tiene que ser podada.
Lo tercero es fruto del compromiso con la realidad y la experiencia de perdón personal, es poder amar a los menos amados. Para amar a los amigos, a los considerados buenos no es necesario ser santo. Pero para amar, que es reconocer como hermano al que no se compromete positivamente con la realidad, el que se ha equivocado deshumanamente. Seguir viendo en esa persona a un humano, y por lo tanto seguir tratándolo como tal, es lo que hace la diferencia entre ser santo o no serlo.
Estoy casi convencido que el amor pleno, que abarca hasta amar al enemigo, tiene su punto de partida en el amor a la realidad, un compromiso con ella y en el amor a nosotros mismos experimentando el perdón en lo necesario. Quien no se ama no puede amar, quien no se acepta no puede aceptar, quien no reconoce sus errores no puede aceptar que el otro se equivoque, quien no se perdona no puede perdonar.
Estos tres pasos, los que conocemos de cerca y de adentro a Don Roberto Cáceres los vive cada día: compromiso con la realidad que en cada tiempo le ha tocado, reconociendo las veces que se ha equivocado y amando a todos, resaltando lo que hay de bueno en el otro, en cada realidad. Y como el mismo dice y nosotros también creemos: “nos andamos pechando todos los días con vecinos santos”.
Feliz día del trabajador a todo trabajador, sabiendo que en toda actividad humana podemos ser Santos, si nos comprometemos con amor, que por supuesto el amor procura lo justo, y tiene ese “más” de solidaridad con el que de alguna manera está un poco “más carenciado” que nosotros.
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