Alguien le preguntó: Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvarán?
Jesús respondió: Esfuércense por entrar por la puerta angosta, porque yo les digo que muchos tratarán de entrar y no lo lograrán.
(Muchos, ante la proximidad de la muerte de ellos o de un ser querido, desean la resurrección… Jesús no da números de los que tendrán esta gracia de salvación.)
Si a ustedes les ha tocado estar fuera cuando el dueño de casa se levante y cierre la puerta, entonces se pondrán a golpearla y a gritar: ¡Señor, ábrenos! Pero les contestará: No sé de dónde son ustedes.
Entonces comenzarán a decir: Nosotros hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas.
Pero él les dirá de nuevo: No sé de dónde son ustedes. ¡Aléjense de mí todos los malhechores! Habrá llanto y rechinar de dientes cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes, en cambio, sean echados fuera.
(La credencial de que fuimos religiosos, y participante de los ritos de alguna iglesia no nos salva si vivimos como malhechores).
Gente del oriente y del poniente, del norte y del sur, vendrán a sentarse a la mesa en el Reino de Dios.
¡Qué sorpresa! Unos que estaban entre los últimos son ahora primeros, mientras que los primeros han pasado a ser últimos.
(Los tenidos por últimos, los empobrecidos y pecadores, los excluidos de nuestras mesas, serán salvados y son instrumento de salvación: «lo que le hagamos a uno de ellos se lo hacemos a Dios». Entre los salvados habrá de distintas religiones y culturas, incluso personas de buena voluntad que no practica ninguna religión.)
(Lucas 13, 22- 30) Nacho
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