miércoles, 19 de mayo de 2010

Maquinchao - El Cain


Dejamos nuestros días y nuestro corazón en Neuquén y llegamos a Maquinchao, en el centro de la provincia de Río Negro que una vez fuera "punta de rieles" de la linea Sur (vía de tren que va desde Viedma a Bariloche), tierra de mapuches y tehuelches, de turcos y criollos, tierra de pocos y tierra de todos.


En nuestra nueva casa nos recibieron las hermanas josefinas Zulema, amiga de Nacho y parte del equipo itinerante, María y Naty, y el padre Panchi de carisma claretiano. Ni bien bajamos del "colectivo" empezamos a sentir el frío intenso que nos heló hasta los huesos, no eran porque sí las advertencias que nos hacían antes de llegar. Aun sin entrar en invierno, la primera noche hizo -12 grados, por suerte tenemos nuevamente calefacción en nuestro pequeño cuartito de la capilla (nuestro hogar otra vez). Y a la segunda noche estuvimos más calentitos aun, excepto que hubo que pasarla en el hospital por un ataque de hígado que me dió pero al menos pudimos conocer de cerca la escasez de recursos y personas que hay en los pueblitos de la patagonia, que antes fueran grandes centros poblados en la época de oro de la lana.


Y de Maquinchao, pocos días después nos trajeron a El Caín. Supuestamente el nombre del paraje no tiene nada que ver con el personaje bíblico, más bien una distorsión de "caballo" en mapuche. Este pueblito cuenta con unas 50 familias, la mayoría proviniente de campos cercanos que, en invierno cuando terminan las clases, se vuelven a sus casas y todo queda practicamente vacio. Y es que el invierno pega duro por estos lados, mas cuando empiezan las nevadas y heladas, por los meses de junio y julio.


Para nosotros es todo un desafio, tenemos que adaptarnos a tanto frio al que no estamos acostumbrados y a su vez encontrar el valor suficiente para salir al encuentro de las familias que tienen muy poco, porque necesitan mucha leña para las estufas y aca no hay arboles, necesitan carne y son pocos los animales. Pero en la sencillez de la charla vamos entrando en calor, entre mates y panes que estamos aprendiendo a hornear para no llegar con las manos vacias adonde nos reciben y nos dan lo poco y  mucho que tienen. Y asi encontramos impulso para salir de nuestra comodidad a pesar del frio, en la gente de estos pueblitos que tienden a desaparecer porque ya no hay futuro para los que quieren estudiar y se encuentran con otros mundos afuera, pero que aun conserva tanta sabiduria que ojala nos siga enseñando a compartir. Soñamos con que eso no desaparezca.

Erik y Male

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