Por la hermosa fiesta de aniversarios que tuvimos en el Lago Merin el domingo, la visita más pequeña era Juan Pablo. Un niño realmente encantador.
Algo que me sorprendió fue a la noche estando en casa, en un momento el niño toma el control de la Tv y la enciende. Su papá le dice que:
- «eso no se toca», pero el niño insiste.
Su padre con cara de enojo y con vos firme lo reprende le quita el control y apaga la Tv.
Entre los presente hubo un silencio prolongado... al rato Juan Pablo andaba de nuevo jugando en medio de nosotros.
Más tarde el niño dijo unas palabras que sólo sus padres entendieron y Rossina su mamá le alcanzo la mamadera...
Ahí entendí que junto a ese niño encantador, educado y cariñoso, habían dos padres que sabían dar lo que era conveniente para el niño y poner límites en aquello que no era su momento o no era bueno.
ILUMINAR: Jesús nunca impuso nada a sus discípulos. Después de un buen tiempo de convivencia con ellos, tiempo donde muchas veces vieron a Jesús retirarse para orar, ellos sintieron la necesidad de la oración y le pidieron que les enseñara.
Entonces cuando ellos se lo pidieron Él les enseñó el Padre Nuestro. Resaltando que el Padre Dios siempre atenderá lo que le pidamos, siempre que sea algo bueno para nosotros y para los demás.
(Lucas 11, 1-13)
ACTUAR:
El Cristiano es alguien que se reconoce como hijo de Dios y por lo tanto busca obedecer a su Padre. La oración es el modo de dialogar con Dios. Muchas veces nuestra oración es un desahogo o solamente plegarias de petición. Quien reconoce a Dios como un Padre bueno integra en su oración la escucha y la disponibilidad para realizar la voluntad de su Padre incluso cuando esta es diferente a lo que se le ha pedido.
La fe, la verdadera oración es algo muy descentrante de nuestro yo. Es algo que exige la humildad de reconocernos como criaturas de Dios. No esclavizante ni dependiente sino más bien una relación amorosa confiada en que nuestro Padre- Madre desea lo mejor para nosotros sus hijos.
La escuela de oración comienza en las relaciones humanas. La persona que se siente amada, que confía en que sus padres, en sus encargados, en sus amigos... que quieren lo mejor para él, es una persona con más apertura a la relación de búsqueda y realización de la voluntad de Dios.
Por lo contrario una persona que no se siente amada, que no logra confiar en que los demás le desean lo mejor, es individualista y esta centra-lidad en si misma lo transfiere a la oración pidiendo a Dios lo que ella cree que es lo mejor y si Dios no se lo concede se siente también abandonada por Él.
Aprender a orar es aprender a sentirnos amados. Solo quien se siente amado cree. Hoy entre nosotros hay mucha carencia de diálogo, de discernimiento en común y de obediencia porque hay carencia de relaciones profundas de amor, por lo tanto hay mucha dificultad para verdaderamente orar.
Jesús nos ama pero no se impone,
estamos invitados a dejarnos amar y amar sin imponer...
Nacho
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