viernes, 19 de septiembre de 2014

En cada flor del bosque




El fin de semana llegué tarde para el encuentro de Rodó, apenas entré en la foto (la foto de cámara de fotos) del final. Llegar cuando los demás salen puede generar un sinsabor, salvo, por el hecho de que lo más importante de los colibríes no son los minutos de reunión, sino los minutos de cada día y del año. Así es que de algún modo misterioso existe un vínculo que trasciende el encuentro en un edificio, un día y una hora tal. Aunque sin embargo, los encuentros como el de Rodó nos ayudan a sintonizar la frecuencia que a veces perdemos en las semanas y los meses.

Quería contarles algunos otros giros del fin de semana pasado. Luego de la dispersión cargamos la moto en la camioneta de Hugo y Nelda y marchamos para la casa de Anita y José, donde también nos encontramos a Enrique. Cenamos y descorchamos unos vinos que viajaron desde Córdoba. También ahí Hugo presentó una versión terminada del disco “Almar” en la misma cocina de Anita Sierra. La canción que da nombre al disco tiene relación con los colibrís por muchos lados. 

La compuse durante un encuentro de verano en laguna Merín, los involucrados directos en el trabajo fueron Hugo, Nelda, Maia y Chocho, y ni que hablar de Rossina, quien compuso un arreglo de voz muy lindo, que finalmente grabó Maia. Me gusta encontrarme con gente que inspira canciones, y es así como los pienso, aunque llegue temprano, tarde o ni esté presente, es así como pienso a los colibríes, los de ahora y los del comienzo, quién sabe cuando fue tal cosa, tal vez en el 2001 por Villa Montes, aunque prefiero pensar que siempre estuvieron y estarán. 

Continúo: En la mañana del lunes, luego de mates y despedidas con fotos (de cámara de fotos jaja) que llegarán oportunamente, desafiando el retorno, cargamos la moto de nuevo y seguimos para Mercedes, a la casa de la mamá de Nelda. Increíblemente yo nunca estuve ahí, no conocía las fotos de Nelda niña en esas paredes, el almacén que tiene más de 60 años, el árbol de la puerta, ni la cuadra soleada de Mercedes, y sin embargo era como si los hubiese conocido siempre, curiosamente me ocurrió lo mismo en lo de José y Anita, la última vez que los vi juntos fue en su casamiento (hace años) pero nunca estuve en su casa, aunque me resultó muy familiar. 

Creo que las personas andamos con nuestros paisajes y al conocernos, al revelar nuestro corazón, se muestra también lo otro: mucha gente y muchos lugares. Tal vez de ahí proviene la sensación de familiaridad. Quizás les estoy contando esto porque los colibríes generan un espacio donde se puede mostrar el corazón. 

Quería contarles esto no más, creo que es como un anexo a la reunión de Rodó, la foto a compartir (la foto del día) y por lo tanto...Les mando esta cartita llegando del largo viaje, con estas palabras que me sopló el viento de la ruta, a ustedes, que como buenos colibríes conocen todas las flores del bosque, ya que al reparar en una sola de ellas, con cuidado, ternura y atención, se conoce el perfume de todas. 

¡Abrazo! Roberto

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