Y así como esas flores que deseo ver nacer, abrir, brillar
en plenitud bajo el sol con todo lo que traen para brindar a este mundo; así
quiero yo también florecer.
Pienso en lo vivido desde hace unos meses a esta parte.
Arrancar el año dando una mirada hacia mi misma, encontrarme con la alegría y la
vida cotidiana de los Colibríes en Montevideo primero y luego en la Laguna
Merín, que sin saberlo, los estaba esperando…
Luego el viaje a Brasil, los encuentros que se dieron en
esas tierras hermosas. El “perderme” en la búsqueda de mi misma, para lograr
encontrarme. Abrir el corazón y la cabeza a otra cultura, a otras formas de
vivir y pensar que en mucho se parecen a las nuestras, y en otras tantas cosas
no. A partir de la distancia valorar profundamente cada aspecto de mi vida que
se me ha regalado; cada persona que encontré y que hoy camina a mi lado, aún
estando a varios kilómetros de distancia. Extrañar los encuentros que propicia
compartir un mate hasta con un desconocido; pero encontrar personas increíbles
también en estas tierras vecinas.
Vivir cada día procurando tener a Dios presente desde lo
cotidiano, desde el actuar y en el encuentro con otros..vivir también cada día
totalmente agradecida con Dios y la vida por las oportunidades que nos regala,
que a veces llegan de formas maravillosas, casi que presentados en cajistas
de
regalo hermosamente envueltos, y otras llegan de formas tal vez no esperadas,
impensadas, o siendo de una forma que no era la deseada.
Pero que como dice Spangemberg,
“ las oportunidades
aparecen a cada instante;
no aparecen como queremos,
aparecen como necesitamos”.
Y a partir de eso entender que siempre se nos presentan oportunidades, y frente
a las tormentas que nos desafían, podemos aferrarnos a la fe, aferrarnos a
quienes nos rodean y llegaron a nuestras vidas para vivir juntos lo bueno y lo
no tan bueno.
Porque de eso se trata vivir:
encontrarse, compartir caminos,
experiencias,
dolores, heridas y crecimientos.
Porque de las heridas también
aprendemos.
Así volví al paisito, con muchas ganas de abrazos y mimos
uruguayos, con ganas de seguir compartiendo mi vida con quienes de alguna manera
nos elegimos mutuamente para caminar juntos. Compartir los encuentros con
otros, pero también compartir con los otros los encuentros que tenemos con
nosotros mismos, que nos conectan con todo, con la tierra, con nuestra luz, con
Dios y con la vida en plenitud máxima.
Porque cuando
nos encontramos a nosotros
mismos
abrimos las puertas a todos los encuentros
que estaban esperando para
darse.
Hoy doy gracias a Dios por cruzar mi camino con el de
tantas personas riquísimas en experiencias, en vida, en amor y luz. Gracias por
cada abrazo de bienvenida, por cada mirada y sonrisa que traen los encuentros y
reencuentros, por la sencillez del compartir la fe en comunidad como lo fue en
Rodó, ayer en Casabó, y todos los días a través de intercambiar textos,
mensajes, fotos, videos. Gracias porque el amor que se siente cuando el otro te
recibe con el corazón abierto no tiene precio.
Es en esos gestos tan simples
como la mirada acogedora,
el
abrazo, la sonrisa
o el silencio compañero
donde entiendo que todos vamos hacia
el mismo lado,
siguiendo lo que Jesús nos enseñó con su vida,
buscando siempre
el esfuerzo por ser coherente
entre lo que creemos desde el corazón
y lo que
hacemos cada día.
En esa búsqueda cotidiana es donde nos vamos encontrando,
que
siga así !
Flor Fontes
Pa, qué lindo cuando buscando otras cosas uno se encuentra sin querer con estas experiencias compartidas!!!
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