El sabio Eclesiastés dice que “hay un tiempo para cada cosa”; un tiempo para el trabajo y otro para el descanso, un tiempo para el encuentro y otro para estar a solas, un tiempo para la siembra y otro para la cosecha…
En la vida cotidiana, nos cuesta un montón convivir con una persona desequilibrada y cuando nos toca estar desequilibrados, sufrimos, molestamos y recibimos rechazo.
Una de la causas de los desequilibrios viene del colonialismo capitalista, económico y cultural; que se nos impone y nos esclaviza, absolutizando algo, en cada tiempo. Lo que nos aleja el buen vivir, es el tejido a tiempo de lo diferente, en forma armónica.
Desde los comienzos, la naciente Iglesia no era ajena a los desequilibrios de los mundanos. Los primeros discípulos estaban centrados únicamente en lo material y no cultivaban lo espiritual.
Jesús les dijo: «En verdad les digo: Ustedes me buscan, no porque han visto a través de los signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento de un día, sino por el alimento que permanece y da vida eterna. Este se lo dará el Hijo del hombre; él ha sido marcado con el sello del Padre.»
Entonces le preguntaron: « ¿Qué tenemos que hacer para trabajar en las obras de Dios?» Jesús respondió: «La obra de Dios es ésta: creer en aquel que Dios ha enviado.»… El pan que Dios da es Aquel que baja del cielo y que da vida al mundo.»
Ellos dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.» Jesús les dijo: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed. (Juan 6, 24-35)
Si bien es muy cristiano el trabajar, sembrar, cosechar y consumir; trabajar y ganar un salario justo y digno… también es muy cristiano saber descansar bien y tener una buena relación con el Creador.
Esa relación con Dios, es una amistad que necesita ser abonada, regada, cuidada… necesitada de TIEMPO. La fe puede quedarse en el bautismo, en una ley, en un rito… o puede desarrollarse y extenderse hasta el punto de influir en TODO lo que acontece.
Hacerse tiempo para la ORACIÓN comunitaria y personal, nos hace crecer en la Fe. Y la amistad con Jesús nos permite experimentar la infinita misericordia de Dios y el anticipo de lo que acontecerá después de la muerte.
Una persona de Fe, quizás no sea el más bueno, pero realmente es persona de misericordia y no vive pensando que la muerte es el final. Por lo tanto esa comunión con Dios Padre de todos, lo hace ver en el otro a un hermano; quedando las cosas materiales al servicio del buen vivir, como medio y no como fin; y la Creación como la casa donada, que debe ser cuidada . Cuidado, porque hoy en día el descanso, lo espiritual, el relacionamiento y el encuentro con la naturaleza, es un negocio muy lucrativo para algunos.
¿Cómo es mi vida de trabajo?
¿Cómo estoy descansando?
¿Qué tiempo le dedico a la oración comunitaria y personal?
Las respuestas coincidirán con un sentirnos más o menos humanos. Jesús nos sigue invitando a acercarnos a El…
Nacho
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