Hace un año tuve mi primer encuentro de fin de semana con la comunidad misionera Colibrí. El lagunazo de invierno del 2014….En ese entonces ni soñaba con viajar a Bolivia, pero cada encuentro sucesivo iba haciendo prender una llama especial, primero de curiosidad por aprender y luego de deseo de experimentar esa cercanía con el pueblo en búsqueda de la tierra sin mal.
Al año de ese primer encuentro fuerte, terminé aterrizando en Bolivia casi sin querer y antes de lo siquiera imaginado. La experiencia de compartir con Flor en el Tekove en Gutierrez, la experiencia de compartir con el Padre Heber y las Misioneras Franciscanas del Verbo Encarnado en Villa Montes, la de compartir en Santa Cruz con Mirtha y su familia, Maribel y su familia y tantos otros y otras…..la escapada a las dunas de arena y a Samaipata….lugares especiales vividos en compañía de otras especiales personas. Y en todos lados era la alegría, el compartir entre hermanos, los cuentos y las historias vividas de uno y de otro lado, la política, los problemas sociales y las alegrías de los avances en el proceso de recuperación de identidad indígena y de las culturas de los pueblos originarios. Y en medio de todo eso el cuestionamiento de por qué y para qué el viaje…
Y la respuesta es tan simple, que mas que una respuesta es un reafirmar lo ya sabido: estar en búsqueda, es estar buscándose a sí mismo y a Dios, es buscar los rastros que Dios va dibujando en nosotros a través de estas experiencias, y en los otros a través de nuestra interacción con ellos. No se puede dar lo que no se tiene, pero hemos recibido tanto en este viaje que tenemos mucho para dar de lo que es realmente importante: la vida que se entrega en cada compartida, abrazo, palabra, cercanía, mensaje…
y mucho de lo aprendido que resumo en esta anécdota: en casa de Mirtha nos alojábamos en un cuarto con Erik, donde él tenía una cama de dos plazas y yo una de plaza y media….o sea, cómodos a más no poder. El dia de la visita del Papa, en la noche organizaron una reunión en su casa para Celebrar la Palabra todos juntos con varios amigos y compañeros del camino. Nos pusimos a preparar el comedor con las sillas y demás para el evento, y como había ropa doblada en una silla, ingresé al cuarto que utilizaba Mirtha, su hermana y su sobrina a dejarla….llevándome la sorpresa de que las dueñas de casa estaban durmiendo en colchones en el piso mientras nosotros disfrutábamos de toda su hospitalidad hasta ese extremo….mucho para aprender del corazón abierto y del sentido de agasajo al huésped, a quienes, nunca antes habían conocido. Hubiera sido lo mismo en nuestra cultura uruguaya, entregar nuestras camas para dormir nosotros en el suelo…?
Gonzalo Rodríguez
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