lunes, 13 de septiembre de 2010

FW: Orar desde lo cotidiano

Cuando nosotros queremos hacer experiencia orante, lo que buscamos es encuentro".
ALICIA FUERTES TUYAPsicoterapeuta, Profª. de Psicología
Religiosa,         En mi ámbito profesional observo que se va dando, cada vez más, la necesidad de una experiencia que no sea teórica, en el campo religioso; desde el campo terapéutico, observo que, en la medida que la persona cura sus heridas, se recompone, y lleva de nuevo las riendas de su vida, vuelve a preguntarse por lo trascendente y sobre cómo poder ayudar a otros que pasan por esas circunstancias.

     En el mundo cultural semita, como sabemos muy bien por la Biblia, espíritu no se opone a materia ni a cuerpo, sino a maldad, a carne muerta, o a ley, la ley, lo que ata, era contrario al espíritu. Desde la Biblia, vemos que espíritu -de donde vendrá espiritual- significa vida, construcción, fuerza, libertad. El espíritu, se nos dice en el primer capítulo del Génesis, al hablar de la creación, no es algo que está fuera de la materia, sino dentro; habita la materia, el cuerpo, la realidad, y le da vida; el espíritu les hace ser lo que son, los llena de fuerza, los mueve, impulsa, lanza al crecimiento, a la creatividad, en un ímpetu de libertad. Diríamos que el espíritu es como el ámbito de la respiración; el espíritu no es otra vida, sino lo mejor de la vida, desde donde vivimos.

    En conclusión, podríamos decir que el espíritu de una persona es lo mas hondo de su propio ser, sus motivaciones últimas, su ideal, su utopía, su pasión, la mística por la que vive y lucha, y con la cual contagia a los demás. El espíritu sería, por tanto, la dimensión de más profunda calidad que el ser humano tiene, y definiríamos la espiritualidad de una persona como su talla humana. Por supuesto que la vida del espíritu, la vida espiritual, supone un cultivo de espacios de acogida, silenciosos, abiertos a la
contemplación, pero también supone el talante con el que afrontamos lo real. Una espiritualidad que nos separe de la realidad, que nos separe del compromiso histórico, que nos separe de la solidaridad, que nos lleve a un intimismo cerrado "Dios y yo", sería una espiritualidad falsa. Y, desde la psicología, muchas veces será objeto de proyecciones, de necesidades ocultas que leva el ser humano, y que atribuimos a Dios.

    Vivimos un tiempo en que vamos extenuados por el estrés, la velocidad y estamos muy volcados hacia lo exterior. Desde los medios de comunicación tenemos una presión enorme que tiene mucha fuerza en el ser que no tiene seguridad en sí mismo.
   Cuando una persona no se ha encontrado con su profundidad, es carne de cañón para todas las presiones psicológicas del entorno, lo que será aprovechado desde la propaganda para incitarnos a nuevas necesidades de mayor consumo. Por tanto, son muy importantes esos espacios donde la persona empieza a encontrarse con ella positivamente, sin darse miedo.
   Yo encuentro personas que no reflexionan, que no oran, que no se escuchan, porque tienen miedo a escucharse y encontrarse con una gran culpabilidad; son personas que tienen restos de una religión que nos ha llenado de normas y de culpas muchas veces por no llegar a ser tan perfectos como el ideal que se proponía; hemos vivido desde muchos moralismos que han agobiado al ser humano.
  Desde diversos ámbitos buscamos actualmente espacios que nos sanen, que sanen a la persona en su totalidad.  Yo he venido para que tengáis vida y vida abundante, dice Jesús.
  Y tener vida es tener confianza en uno mismo, es tener unas relaciones que nos dignifican y que ayudan a crecer a todos; es tener una experiencia honda que le va dando sentido a la vida; es, desde el ámbito creyente, percibir en medio de lo cotidiano y de lo real, que algo vivo está brotando.
   

   Hay veces nos quejemos de no encontrar a Dios, de no saber orar, de tener crisis de fe, de no saber por dónde caminar? Las crisis son patrimonio de la humanidad, y creo que tenemos derecho a tener crisis, porque crecemos en la vida y determinados ropajes dejan de sernos útiles. El ser humano es buscador, el ser humano está lleno de anhelo, buscamos y buscamos y seguimos buscando... y muchas veces esperamos que otros nos den algo que satisfaga nuestra sed profunda

     Una clave muy importante para nosotros los creyentes, es vivir lo cotidiano, vivir nuestra fe desde la categoría del encuentro.en la fe cristiana todo comenzó con un encuentro, el encuentro de aquellos hombres con Jesús de Nazaret. Aquellos hombres lo transmitieron a otros y así ha llegado hasta nuestros días, más o menos contaminada por los medios, la experiencia de Jesús. Lo importante es que nos ha llegado la experiencia de aquel encuentro, porque lo que les cambió fue "que se encontraron", no que les leyeron unas verdades o que les enunciaron una bella teoría sobre Dios, sino que se encontraron.
Esta clave va a ser fundamental para nuestra experiencia religiosa. Schillebeckx, teólogo holandés, dice

    Cuando nosotros queremos hacer experiencia orante, lo que buscamos es encuentro".
En la Biblia, vemos que el anhelo más profundo del hombre oriental era ser mirado misericordiosamente por Dios, es decir, encontrarse con la bondad de la mirada de Dios que sana, libera, reconforta... El encuentro con Dios es liberador.
  Cuando una experiencia de oración o una experiencia creyente nos llena de culpabilidades o de angustias, no es una experiencia de Dios;
Dios es liberador, es sanador, Dios ilumina, Dios afecta lo profundo de nuestro ser...


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