La fiesta de lo cotidiano
Trabajar es una dimensión fundamental del hombre. Pero también es importante el descanso.
En estos días de licencia, las conversaciones de pareja se hacen más largas y profundas, donde el mate y el pan casero compartido acompañan las evaluaciones y proyectos.
Lo más hermoso de éste tiempo es jugar con los hijos pequeños. Armar puentes y ciudades por donde pasean los autitos; hacer del comedor, un día de lluvia, una cancha de fútbol; jugar con la tierra y la perra un día de sol; las comidas en familia también tienen lo suyo y por la noche mirar juntos una película de dibujos animados…
Son cosas sencillas, cotidianas, pero cuando nos asombramos y maravillamos con las mismas, descubrimos uno de los orígenes de la reflexión vital.
Hacer fiesta de lo cotidiano.
El milagro no es tanto ver cosas increíbles, sino el maravillarnos con los pequeños sucesos de cada día. Es decir volver a ser como niños. Ver nuestro entorno con ojos nuevos. Por lo menos hay que tratar de intentarlo… pues si lo amamos sin duda se enriquecerá nuestra vida en el caminar reflexivo…
Y para eso no hay que esperar a la próxima licencia, pues se nos ha regalado el día de hoy.
Te envío un sencillo artículo, donde pretendo compartir, lo que
pretendemos vivir en Nazaret, en clave filosófica (también se lo envío
a mi familia, aprovechando el PC de mi suegra).
Saludos.
Mateo, Marcos, María Eugenia y Fabrizio.
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