domingo, 25 de agosto de 2013

¡¡¡ Que viaje al Cielo !!!

 A la vuelta del fuego junto al mate amargo pedimos al Dios Padre nuestro que nos regalara algo del espíritu de Luis Landricina. En la misa de la mañana el evangelio nos hablaba de un Jesús que es interrogado por el tema de la salvación. Donde respondió denunciando la injusticia con la buena noticia para los que son considerados últimos los cuales serán los primeros en el Reino de los Cielos. Y salió un cuento de un curita que tenía una vida muy santa que hasta cuando dormía soñaba con Dios. El padrecito estaba en las vísperas de sus bodas de oro de ordenación sacerdotal. Dicen que en sus sueños santos escuchó que Dios le pregunto:-¿Qué quieres como regalo?


El hombre era tan pero tan bueno que no pidió un regalo para sí, sino para los bienhechores que colaboraban con sus obras sociales. Continuó soñando y convencido de que Dios iba a premiar a los que habían colaborado con él en bien de los más pobres continuó dialogando con Dios diciéndole que como regalo quería un día de excursión al reino de los Cielos. Muy cansado de su jornada de mucha oración y mucho trabajo dormía en un sueño profundo y continuaba soñando que convocaba a la plaza del pueblo a los diez o doce bienhechores que colaboraban con el alimento para el comedor a donde asistían los más pobres.

Confiado en que Dios cumpliría su palabra a la hora indicada esperaban con gran alegría una señal de Dios para el regalo de ese maravilloso viaje. Sorprendidos por el infinito Amor de Dios vieron aproximarse a la plaza principal al mejor ómnibus de la ciudad con un luminoso cartel que decía:- Camino al cielo. El padrecito se inquietó y sintió un poco de vergüenza al haber solo pensado en sus colaboradores dándose cuenta que Dios les regalaba el viaje a todos sus parroquianos. Inmediatamente comentó con sus bienhechores la necesidad de convocar a todo el pueblo para ese viaje.

En principio hubo distintos pareceres porque el grupito de los señores hasta ese día nunca había viajado junto con sus empleados y peones. Pero ante la grandeza del Amor de Dios hasta los corazones más pequeños que tienen sus corazones en los que consideran suyos se agrandaron un poquito. Entonces el que era considerado el primer señor del pueblo con la práctica que tenía de convocar a muchos cada cuatro años ofreciendo choripanes y con luces de fuegos artificiales, donde les prometía el Reino de los cielos en esta tierra. Bendecido por el padrecito y aplaudido por los pobres que eran tan pobres que vendían su voto en el festival de ese día una vez más los señores del pueblo lograron reunir en la plaza principal a la muchedumbre.

El padrecito continuó soñando y al ver tanta gente reunida repitió el sermón de siempre de ser buenos trabajadores, de no robar al patrón y de ser agradecidos a quienes con su capital regalan la fuente de trabajo, sin la cual la pobreza sería aún mayor. Los pobres que eran muy pobres y bien adoctrinados una vez más golpeando su pecho por todos los pecados continuaron con un prolongado aplauso al padrecito y a sus bienhechores que estaban del otro lado del altar, improvisado en el frente de la catedral. Continuó el sueño y siendo un hombre tan bueno el padrecito hasta en sus sueños creía que Dios le pedía organizar el pueblo. Entonces propuso que para subir al ómnibus que los llevaría de viaje al Reino subieran por la parte de atrás los más pobres y pecadores según la moral de este hombre que hablaba en nombre de Dios y que se fueran sentando ordenadamente en los asientos correspondientes. Los cuales los señores habían designado de la mitad hacía atrás.

Fueron subiendo las mujeres y los niños, los que se casaron esta semana, pero algo inquietó muchísimo al santo padrecito la gente que subía por la puerta de atrás con una alegría desbordante iban ocupando los primeros asientos del ómnibus enviado por Dios. Acostumbrado a los pecados de los pobres a los cuales siempre respondía con durísimos sermones, el anciano con su sotana negra sube por la puerta delantera y sin preguntar muy pero muy enojado reta a los que ya se habían ubicado acusándoles de ser desagradecidos a la posibilidad que Dios les daba de viajar por primera vez con los hombres de bien que les daban el trabajo y la posibilidad de vivir.

Gritando fuerte con el puño en alto para que hasta los ancianos un poco sordos escucharan les recordó que les había dicho que cada uno debía subir y sentarse en el asiento correspondiente al número que los señores le habían otorgado para este viaje. Subrayándoles que los números correspondientes eran de la mitad hacía atrás. Quedando los 10 primeros lugares para los señores bienhechores parroquianos.

Los pobres que son pobres en muchas cosas pero son ricos en tiempo con paciencia esperando, como es su costumbre en todo lo que necesitan para vivir dignamente, también esperaron que terminara el sermón el santo padre y cada uno levantó su boleto con los números altos correspondientes y señalando el número marcado en el número de Dios que eligen los primeros asientos estaban en el fondo y los números mayores estaban designados para ellos los lugares primeros del ómnibus.

El padrecito desconcertado por el ómnibus enviado por Dios siguió soñando, se encontró nuevamente con los que a esa hora ya estaban muy inquietos: los señores que no tienen la costumbre de esperar y les explicó que sus lugares para el viaje al cielo están en el fondo del ómnibus .En ese momento el santo sacerdote despertó y entendió que si bien hay lugar para todos en el Reino de Dios , los tratados como últimos serán los primeros y los que se pusieron sobre los demás como primeros tendrán que elegir compartir el viaje con todos siendo últimos.

Ahí el padrecito entendió porque hay algunos que eligen desde ya quedar fuera de la eternidad del Reino de Dios.

Nacho

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