Ocurrió en un pueblito de algún lugar, la
gente estaba envejecida, triste, con muchas cosas materiales, ya no nacían
niños y el chismerío, la angustia eran epidemia. El curita del pueblo no
desentonaba para nada, ya que era viejo y quejoso, con un templo impecable que
era más importante para él, que la gente de su pueblo.
Misteriosamente en febrero de uno de los
años, ante tanto quejido del cura, Dios decide hablarle y le dice así: “hijo
muy querido, organiza un bello carnaval”. Gran sorpresa se llevó el anciano, al
escuchar a Dios mismo, pero más impactado quedó, por el pedido que este le
hacía. Siendo un hombre con muchos defectos, su gran virtud era procurar servir
a Dios, entonces planteó a todo el
pueblo lo que creía era el deseo de Dios para ellos.
Unos se convencieron mas rápido que otros, y
a mediado de febrero ya estaban brincando en las calles, jugando con agua, de
caras pintadas, con mucha música y días de horarios sin reloj. La alegría había
vuelto al pueblo.
Quizás como era una población campesina, la
mayoría de las personas eligieron disfrazarse de algún animal. Entonces estaba
alguien vestida de gallina, cubierta de plumas que daba muchos saltos
intentando volar pero quedaba en el mismo lugar. Alguien vestido de águila, que
dedicó mucho tiempo a preparar unas alas con grandes plumas y se subía al alto
lanzándose al vacío causando sorpresa por su manera nunca vista de vuelo. Otro
se vistió de chicharra, cantaba y cantaba con una guitarra, tanto que aburría a todo el mundo y se
quedaba solo en la fiesta de carnaval. No faltó quien se disfrazara de Colibrí,
con un pico largo y delgado, que le permitía entre las espinas y las hojas
elegir en cada uno de los otros carnavaleros lo mejor de ellos mismos. Un grupo
se disfrazó de avispas, danzando en rueda integraban a los más solitarios y
discapacitados en su danza y en estos brotaba una dulce sonrisa como la mejor
miel. Abundaron los disfraces de loro, que repetían todo el tiempo cantos y
gritos elaborados por otros. Los
disfrazados de hormigas, casi no veían ni escuchaban porque llevaban grandes
cargas mostrando que eran personas de mucho trabajo.
El curita confiado que la fiesta y la alegría
venía de Dios, bailó disfrazado como uno más. Llegó la cuaresma y Dios volvió a
hablar así: “les invito a cada uno a un tiempo de silencio y reflexión, sobre
como vivieron el carnaval y de que se disfrazaron”. Cuando el día ha sido
realmente hermoso y bien aprovechado, la noche es bienvenida para un merecido
descanso. Como el carnaval en general había sido espectacular en cuanto a
fiesta y alegría, todos aceptaron entrar en un tiempo nuevo de “masticar lo
vivido y como lo había vivido cada uno”.
Aquel pueblito no se distingue de otros donde
hay gente que todo el año anda en carnaval, disfrazado de algo. Entre ellos
algunos que viven como hormigas, endiosando el trabajo y se les va el tiempo
haciendo dinero y no logran saborear la vida cotidiana, sin poder ser realmente
felices, sin fecundar vida. Sin faltar las hormigas trabajadoras con gran
capacidad de mando, que son esclavistas del tiempo moderno que no aceptan
gremios ni relaciones humanas en sus empresas, todo es jerárquico, muchas veces
muy eficaz donde todos ganan, pero sin humanidad ni solidaridad. Por supuesto
que los hay, de aquellos que no son capaces de mirarse en un espejo y se van
muriendo, señalándole los agujeros del
disfraz del otro o los límites de su ser.
Población que también tiene personas que son
como abejas que se juntan en comunidad, gremios, comisiones para elaborar algo
bueno que alimenta muy bien a muchos... Hay algún picaflor que en esa misma
sociedad llena de espinas y arbustos, logra sacar de cada persona que
encuentra, recoge para el bien común lo mejor de ellos mismos.
Los cuarenta días antes de la Pascua, la
cuaresma, ayudó a muchos a que reflexionarán si su vida era “un disfraz, o un
ser lo que realmente eran”. Dice la leyenda que en este tiempo de silencio y
oración algunas que se creían y vivían como gallinas se descubrieron como
águilas dedicándose a desarrollar
verdaderas alas, para verdaderos vuelos. Algunos que eran como loros, en la
meditación encontraron sus propias palabras que surgía de su ser interior,
transformándose en personas de aportes positivos al colectivo del caminar
humano… Para algunos pasó el carnaval, pasó la cuaresma y siguieron siendo
exactamente los mismos, materialistas quejosos casi sin vida. Para otros este
comienzo de año festivo y de reflexión los alimento para vivir un año inédito,
fecundo, que agrando su corazón, siendo un año de mucha humanidad que coincide
con un ser de profunda espiritualidad.
Nacho
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