martes, 17 de febrero de 2015

Teología lagunera- desde Lascano

Dice Galeano que la tierra está llena de fueguitos. Desde algún tiempo este fueguito se había olvidado de cómo arder... Pero Dios puso en mi camino a un especialista en reavivar tizones. Desde algún tiempo Cacho Alonso me andaba rondando en el pensamiento. Tal vez habría venido buscándome para tomar unos mates. Mates espirituales, teológicos diría Yorio. Mates cebados por el propio Cacho, por supuesto.
El fuego espiritual comienza a levantar los primeros Chispazos allá por la Barra do Chui, en el ranchito de don Pedro, un lindo lugar para bagayear mucha teología. Con esos chispazos espirituales y los mates bien cebados andaba yo por esos días. Comentándole a mi tío sobre el interés que me despertaba Cacho Alonso fue que llegó la frase: "la que va a estar estos días en la Laguna, presentando el libro, es Mercedes Clara".
Seguramente el mismo ángel que le puso una brasa en los labios al profeta andaba ahí en la vuelta y le hizo decir esas palabras en ese momento. La idea del campamento siempre me había sonado excéntrica: un montón de gente, cada uno con sus mambos y sus cuelgues que se juntaban y divagarían o se manijearían al costado del agua y pirarían, como fumando orégano, contemplando la laguna, los grillos, las estrellas o yo que se... Ni que hablar mis dudas respecto a la parte sacramental!
Pero por esas cosas del Espíritu me Copé y me subí a la propuesta. Y sin pensar en dar marcha atrás llegué a la Laguna. Los abrazos y las sonrisas del encuentro me hicieron sentir que me conocía con toda esa gente de toda la vida. Revoloteaban por todos lados con sus colores y viajes diferentes tal cual una bandada de colibríes.
De a poco fuimos conociéndonos y en ese contacto humano el corazón ya comenzaba a latir más rápido.
Esas historias y esas vidas, sumadas a la de Cacho que había venido con Mercedes, y a la presencia de Nacho, a estas alturas "nuestro" Cacho, fueron reavivando de a poco el fuego que se me había casi apagado y que no sentía que ardiese con tanta fuerza como en el momento en que decidí entregarle mi vida y decirle si a su propuesta de ingresar al seminario. Redescubrí el amor de ese Padre misericordioso que es Dios. Ese Dios que te ama incondicionalmente no importa quién seas o qué hayas hecho. Ese Dios que te enseña que vos no fracasás en la vida, porque tu vida está en sus manos y si es Él el que te sostiene no hay mal que pueda destruirte.

Quiero comprometerme a anunciar a ese Dios. Un Dios que está por encima de las estructuras que construimos para tratar de contenerlo. Ese Dios que es un Padre con amor de Madre que te protege, te cura, te ama. Ese Dios que es el mismo que me compromete a trabajar por una liberación integral de la persona, pero a la manera de Cacho: sintiendo el calor de la gente, llegado a conversar con el termo vacío, sin soluciones prefabricadas...
Gracias Padre por el regalo que son estos colibríes. Gracias porque con sus aleteos reavivan cualquier brasa medio apagada.
Gracias a los colibríes por animarse a volar...
Fauto Alejandro Castaño



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