jueves, 27 de septiembre de 2012

¡¡¡Vengan los sedientos a calmar su sed en Paraguay!!!

Hace tiempo que me pregunto cómo escribir la Vida, como narrar la experiencia, como “contar” lo que sucede, cómo compartir con los demás lo que se vive y que ni uno mismo a veces sabe expresar... A medida que el tiempo pasa, y que las personas, los rostros, las vivencias, las culturas empiezan a acumularse en el haber, comienzo a sentir impropio el hecho de escribir al respecto… Un cierto temor de “encerrar” lo que sobrepasa todo relato… una cautela por no “distorsionar” la vida contándola… Así mismo no abandono la práctica de dejar por escrito, aunque sin mucha disciplina, lo que sucede y me sucede, quizá por ser la herramienta más aprendida en los años de Uruguay… A continuación un trozo de los mismos…


Hace aproximadamente seis meses vivo en Paraguay… podría contar aquí varias cosas que han ocurrido en este tiempo, algunas que he registrado en el “escaso” lenguaje, otras que he grabado en la memoria de los sentidos… pero elijo la última… quizá por ser simple… y porque al mismo tiempo me hizo caer en la cuenta que necesitaría una paleta y un lienzo para expresar algunas cosas…
El fin de semana que pasó, tuve la oportunidad de visitar una pequeña comunidad del interior, en el departamento de San Pedro, llamada Caapiibary, de donde es originario un hermano nuestro Oblato que se prepara para su ordenación sacerdotal y allí me recibió su familia… Para los que han estado en el Paraguay del campo, lo que digo a continuación puede quizá recordar mucho: ronda de tereré, ryguazú bori, ir a la cancha, chistes, risas, silencio, novena en la Iglesia, niños, jóvenes y adolescentes desbordando vivacidad a borbotones, abuelos alrededor del fuego de la cocina, la increíble hospitalidad y amabilidad de la gente… y la lista podría seguir… y serían “cosas conocidas” y por supuesto “queridas” para muchos… pero no novedosas… en cambio para mí fue un encuentro con miles de “miradas” que me quedaron grabadas en la retina… miradas de niños, adultos, jóvenes o ancianos que me trasparentaron un “algo más”… A comienzos de año también estuve en otra comunidad del interior, en la zona de Guairá y si cierro mis ojos puedo ver las mismas “miradas” que me impactaron en ese momento… y así también cada fin de semana, cuando solemos visitar la Capilla San Eugenio, en un barrio muy pobre a media hora de caminata de nuestra casa, donde la mayoría son obreros de la construcción, pescadores, mucamas de moteles de la zona, vendedores ambulantes, etc., la experiencia se repite…. miradas de una pureza profunda… de una inocencia que rosa con “lo inmaculado”… ojos “expectantes de la vida”…
Fue así que me dije que si yo fuera pintor pintaría esos ojos… como Sartre cuando escribe “Barioná, el hijo del trueno”… allí en el capítulo cuarto, comienza describiendo a María en el pesebre junto a Jesús y cuando ya las palabras escritas no le alcanzan para lo que quiere trasmitir, dice: “Es en uno de esos momentos cuando pintaría yo a María si fuera pintor”… el gran filósofo no encuentra quizá en las palabras la exactitud del sentimiento… ni su “hábil pluma de escribano” es suficiente para trasmitir lo que en realidad es inefable… y veces también a mi me gustaría ser pintor y pintar lo que las palabras no logran expresar…
Con esto no estoy hablando desde el “enamoramiento” cultural del “recién llegado”… Fuera de mi tal actitud… aunque cada cual es libre de interpretar estas líneas como tenga ganas… La imagen que intento trasmitir es la de la Vida brotando siempre y pesar de todo, la vida que porfiadamente vuelve a surgir y a la que tan poco se le presta atención… Hace pocos días también me deparé con unos escritos espontáneos de Antonieta Potente O.P, que ella titulaba “Testimonio”, en una parte que decía“…cuanta esperanza, cuanta sed de mujeres y hombres comunes, que viven el día a día de la historia, y más que pensar en ella, sólo la viven y la siguen cuidando a pesar de su bajo salario, de su futuro precario, de sus frágiles afectos y amores, de su salud amenazada, de sus ajustados espacios ecológicos en donde viven y de sus gozos fugaces. Y, a pesar de todo eso, siguen amando la vida, así como se presenta, con sus partos, sus heridas y sus misteriosos largos tiempos de silencio”.
No puedo no recordar esas miradas… Miradas llenas de esperanza, que siguen pariendo la vida a pesar de que no se aprobó el Metrobús, y hay que seguir arriesgando la vida para ir a trabajar, a pesar de que los transgénicos pueden amenazar nuestra salud, de las interminables filas de los hospitales públicos, de que los diputados y senadores siguen manejando los hilos sucios de una política desvergonzada, de que los chicos en los semáforos cada día son más… Y con todo esto, miradas quizá inconscientemente confiadas en que la vida vale la pena, en que todavía hay personas en las que confiar, hay chistes de los que reírse, comidas que saborear, compañías que disfrutar, amigos con los que alegrarse, vecinos para dar una mano, vidas para traer al mundo y renovar la sangre y construir el futuro… no puedo olvidar esas “miradas” de hombres y mujeres simples, cotidianos…

Si fuera pintor pintaría esos ojos… esas miradas… que estoy seguro que también las hay en todas partes y en todos los países… sólo que no las vemos… Si fuera pintor pintaría esos ojos…
Feliz primavera para todos…  Alberto Sartorio OMI.

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