Como decía Nacho, el Congreso de Teología Latinoaméricana produjo en varios de los que tuvimos la gracia de poder estar, muchos frutos y reflexiones. En lo personal les quiero compartir unas palabritas (espero que no sea muy largo) que me surgieron a partir de haber participado en el taller de "Teología y Opción por los Pobres" que coordinó Pedro Trigo, un jesuita español que hace tiempo es también venezolano.
Esto que escribí es más bien reflexión personal a partir del material que nos entregó Pedro en el taller, les debo todavía el material original, que no tiene desperdicio, y que si consigo no escribirlo yo mejor jaja.
Introducción
En mi opinión personal, cada trabajo o producción académica que esté dentro de la línea de la Teología de la Liberación, como surge de la reflexión situada en una realidad concreta, tiene que verse obligada a partir de la realidad de los pobres, y por tanto a incluir su historia vivencial y hasta su geografía concreta.
Por eso empiezo diciendo que pertenezco a la comunidad “El Pastito” vinculada a la parroquia San Alberto Hurtado del barrio Casabó. Este es un barrio marginal (en todo su sentido) considerado de los más pobres de la ciudad, y como decía Geraldina Céspedes, es un barrio al que cada vez menos gente quiere ir pero que los animo a visitarlo con mucho entusiasmo.
En cuanto a mi historia solamente quiero contar la primera experiencia de contacto con la pobreza que recuerdo de mi infancia, y que fue un momento tan marcante que aun no lo he olvidado.
Fue en un cumpleaños de una vecina que vivía en la esquina de mi cuadra, a dos o tres casas de distancia, pero a pesar de la poca distancia geográfica, la distancia económica era muy evidente. La familia de la homenajeada, no solo era mucho más pobre sino que además, ¡oh casualidad!, de raza negra o afroamericana. El impacto que me provocó entrar a su casa, ver por primera vez tal pobreza, la ropa y la comida diferente, fue muy traumante. Fue tanta la incomodidad y el rechazo que sentí, que corrí llorando a casa. Aun hasta hoy no puedo explicar los sentimientos que surgieron, entremezclados con una enorme vergüenza. Quizás la provocara algún impulso del Espíritu, no se, pero el haber abandonado así a esa niña y su familia, despertó en mí desde ese momento unas ganas terribles de vencer esa distancia para poder sentirme algún día un hermano, un igual. Aún sigo intentándolo.
Para resumir esta introducción, mencionar que esta reflexión parte de la historia viva compartida cotidianamente en una comunidad pobre, de un no-pobre en un barrio pobre.
Reflexiones para una relación humanizante
Partir de las incomodidades
Al igual que la historia que conté al principio, una forma de comenzar la reflexión es partir de las incomodidades que me provoca el encuentro con los más empobrecidos. Visualizar y aceptar las cosas negativas, es también aceptar que somos desiguales, que el lenguaje es incómodo. Si no empezamos por confesar que le tenemos miedo a lo diferente, de arranque tendremos muchos problemas para lidiar con las diferencias.
Idiomas diferentes, tiempos diferentes
La relación de partida es de lenguajes diferentes. El Padre Cacho# decía que al principio de su mudanza al barrio, el se sentía como un extranjero en su propio país. Esto es cada vez más evidente, pero no solo por el lenguaje y los códigos, sino porque el tiempo transcurre de una forma diferente, más lentamente. Hemos podido aprender infinitas cosas del barrio donde estamos: en una ciudad de más de un millón de habitantes la vida corre rápido, no hay mucho tiempo ni siquiera para saludar al vecino. En mi barrio el encuentro de “pique” ya es más humano, porque no solo se saluda sino que se conversan los sucesos cotidianos, y la cola del almacén ya no es un tedio sino un gozo.
El mediador o el defensor
Pedro Trigo nos propone la opción de los pobres como algo que decanta en una alianza entre gente popular y no popular en el seno del pueblo. El cristiano vendría a ser, entonces, como una especie de mediador entre estos dos grupos, defendiendo al grupo popular en cada lugar donde le toque estar. Pienso que es acertada esta figura del mediador. Debemos ser buenos mediadores entre los sectores “no-populares” y los pobres, pero evidentemente no podemos ser mediadores neutrales, nuestro lugar es y siempre será estar del lado de los pobres. En ese aspecto quizás se parecería más a la figura de defensor del vecino.
Cuestiones que no alimentan la relación humanizante
La primera cosa es, como decía el Cacho: “dejar de verlos como problema sino que verlos como misterio”. Ciertamente “las fronteras de adentro son las más difíciles de sortear para el encuentro real y humano con el pobre”. En esta cuestión, la mirada lo define todo, el pobre necesita ver en nosotros “una mirada familiar reflejo de la persona que les abre camino a su dignidad”.
Otro aspecto, y este está mucho más anclado de lo que queremos aceptar, es superar nuestra visión europea de raza superior. Por ejemplo, nuestra visión de la religiosidad popular, aquella que Victor Codina tildaba de “pre-conciliar”. Yo creo que nuestra mirada es, muchas veces, demasiado moralista y vemos ese tipo de expresiones de fe como algo inferior a nuestra propia cultura religiosa. También Codina hizo notar que los llamamos sincretistas cuando nosotros tomamos todo lo europeo como bueno.
Hay también un doble discurso, cuando por un lado decimos estar en contra del aborto pero llamamos “irresponsables” a aquellos que tienen hijos donde apenas recursos tienen (que por otra parte están siendo los únicos que tienen hijos). Y vemos esos mismos hijos, que en el vientre de la madre son nuestra opción preferencial, pero ya cuando nacen se transforman en una carga. También cuando decidimos castigar a las madres que abortan y luego nos decimos seguidores de un Dios compasivo y misericordioso. Es un gran pecado o una actitud sumamente inhumana sentir que cuando la presencia del otro se nos hace más evidente, es cuando más la evitamos.
Creo que una de las cosas que más ayuda al iniciar nuestra relación humana con el pobre es el “silencio mesiánico”. A veces con tanto palabrerío evangélico aturdimos, imponemos y callamos al otro. No hay mejor forma de reconocer la presencia del Espíritu de Jesús en el pobre que escuchándolo hablar y que pueda gritar. “En el principio no era el verbo, en el principio era el silencio” decía Peter Phan.
En mi ciudad los pobres quizás sean los que menos defienden la ecología, en parte porque los servicios e infraestructura para la recolección de la basura son de lo peor, pero por otra parte también hay vecinos que viven de juntar y reciclar la basura. Puede que la educación tenga algo que ver en ello. Lo que si no concibo, es hablar de Teología ecológica desligándola del pobre, olvidar que los pobres no son causantes de esta injusticia y, como a veces se escucha en algunos ambientes, querer limpiarlos junto con la basura.
Caminar juntos
No soy teólogo (quien sabe) porque considero que estoy en el primer paso (según Frei Betto), recién comenzando la experiencia de vida de los pobres. Junto con mis compañeros de comunidad, estamos dando los primeros pasos para vivir cristianamente esa opción por los pobres. Sin embargo, es ahora y junto a ellos que estoy comenzando a sentir que vivo la Vida Eterna.
Estoy convencido de la vigencia de La Teología de la Liberación porque, como decía Queiruga, es la primera que empezó y sigue proclamando: “Felices los pobres”. Ahora, como dice Pedro Trigo, nos falta convencernos a nosotros mismos de que realmente es de ellos el Reino de Dios y decírselos.
... Erik imaginarte en aquel cumpleaño bien vestidito por tu madre, peinadito con olor aperfume y la timides bondadosa que hasta hoy tienes... imaginarte desconcertado ante la miseria material, me saco una cuantas lagrimas...
ResponderEliminarDespues escucharte hacer carne y traducir para nosotros lo vivido y escuchado de los teologos/as del Cacho y del barrio me enriquecio espiritualmente... como niño que cuando algo gusta "piso otra carta"
gracias Nacho
igual que nacho, te imaginé y te abracé en ese niño que corrió espantado... gracias Erik por tus comentarios y tu teología, gracias por hacer el esfuerzo e ir a este encuentro, nos fortalece
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