sábado, 14 de septiembre de 2013

Ser un corazón de puertas abiertas... hay que tener una mente abierta


VER: Tuvimos una semana parroquial de espiritualidad, acompañados por los cooperarios parroquiales: la hermana María Cristina, el hermano José venidos del departamento de Salto, y Enrique sacerdote español. Se acercaron algunas personas nuevas que no integran la comunidad cristiana y otras que nos encontramos en la eucaristía cada domingo. Nos preguntamos
- ¿Cómo se habrán sentido estas personas que vinieron? 
- ¿Cómo se habrán sentido recibidas, por los que estamos?
Y creo también es bueno preguntarnos
- ¿Que sentimos los que estamos al integrarse personas nuevas a la comunidad?
ILUMINAR: En tiempos de Jesús se acercaban a él publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos.» Entonces Jesús les dijo esta parábola: - «¿Quién de vosotros que tiene 100 ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: «Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.» (Lucas 15,1-32)

ACTUAR: Toda familia, institución, comunidad, social, política, religiosa necesita de ser inclusiva, pero muchas veces hay gente que siente que no hay lugar para ellos o cuando se acercan o no son bien recibidos así como son. Sin lugar a duda que la vida y las palabras de Jesús trasmitían: comprensión, justicia y misericordia en cuanto a las personas que públicamente eran consideradas pecadoras, tanto que ellas sentían que se podían acercar a Jesús e iban a ser bien recibidas.
 El cristiano es la persona que se encontró con Cristo intentando caminar en su compañía. El cristiano es quien se ha sentido comprendido así como es, experimentando la infinita misericordia de Dios en su historia y por lo tanto procura la comprensión y el perdón con los demás, construyendo el Reino de fraternidad y Justicia.
Nuestra persona e instituciones si son fieles a Jesús tendrían que ser «de puertas abiertas» despertando en los que se han equivocado, en los excluidos... un sentimiento de que en nuestro corazón, en nuestras comunidades hay un lugar para ellos. Quizás el que llegue puede despertar celos, comentarios, malas miradas. El cristiano se alegra, hace lugar e invita a gozar de la nueva presencia que viene con sus heridas, carencias, y también con dones y carismas para ser aportados a el grupo en bien de todos.
Nacho

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