Las bodas en Cana de Galilea empezaron con las formalidades institucionales de siempre. Pero con el vino se terminó la alegría y la fiesta. Nadie hacía nada, ni el encargado de la fiesta, ni menos el novio. Lo de siempre los de "arriba" no conocen las necesidades de la gente de abajo.
La Mujer, se "sale de la institución" para buscar la solución y recurre a un nadie, un invitado: "Qué tenemos que ver nosotros?"
Pero la mujer manda: "Haga lo que Él les diga" y con un tenedor lo mandó al frente, llenen con agua esas tinajas inútiles. Los empleados lo hacen, "lleven un vaso al encargado" me imagino la risa contenida de los mozos llevando el agua entre los invitados. Se quedan mirando el ridículo del encargado probando el agua. Pero sorprendidos el encargado saboreó el mejor vino hasta el momento, esto no puede ser y llama al novio para protestar: "Siempre se sirve el buen vino al principio... y después el inferior calidad, tú has hecho al revés". Siempre se hizo así por qué cambiaste.
El siemprismo los había dejado sin fiesta, la "institución" está agotada como las tinajas de piedra. La Novedad, descubierta por la Mujer, molesta. Presionó la escusa de Jesús que descubrió su Hora, es ahora que te precisa la gente, qué esperas, parece decirle la Mujer. Por eso en la cruz le dice "ahí tienes a tu hijo" haz lo que hiciste conmigo decile cuál es la hora de actuar.
Este texto me hizo pensar en el campamento, gente sencilla, en búsqueda, algunos dejadas/os de lado de la institución iglesia, por normas morales o disciplinarias, otros/as encontraron un espacio de libertad para expresarse y sacar su propio vino de alegría, música, amistad y compartir sin horarios ni tapujos, lo que son.
Gente que está en la base de la sociedad, conociendo a diario el sufrimiento en centros caif, o hablando del trabajo social de los barrios estigmatizados por los de arriba. Para ellos/as es lo normal, haciendo los del Vecino de Nazareth, consolar, acompañar para cambiar, si resignarse al siemprismo, "no se puede, ese/a está perdido/a" y seguir y seguir.
Creo que bebí de este oasis de vida con todas y todos. Hasta hubo un casamiento de 60 años, al que nunca le faltó el vino del compromiso con la vida de hijos, nietos y bis.
Creo que todo bebimos del vino nuevo e inmejorable de la Presencia del Resucitado que hace nuevas todas las cosas, adultazos como yo y jóvenes y medianos, buscando renovar el fuego originario en lugar de andar venerando cenizas. Amen
Edgardo
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