lunes, 26 de noviembre de 2012

PRESENTACIÓN DEL LIBRO PÓSTUMO P. GREGORIO IRIARTE, OMI


 Buenas noches queridos amigas- amigos:
   Es para mí un honor y privilegio el presentar el último libro del P. Gregorio que para él fue su testamento por eso eligió como título “Dios ni castiga ni condena”.

Les voy a contar cómo surgió la idea de esta publicación. Unas tres semanas antes de su muerte se me ocurrió decirle que sería bueno hacer una clasificación de sus artículos por temas de aquellos que no habían sido publicados como columnas en Opinión. Él se entusiasmó y me dijo que seleccionara los que hablaran de la misericordia de Dios: Dios ni castiga y condena. Le dije: por qué tanta prisa que había otros temas interesantes, él insistió en que sólo escogiera los que hablaran de Dios. Se ve que veía muy próximo su final. Le imprimí esos artículos y se los iba leyendo y corregíamos algunos párrafos. Me urgió para que ese 5 de octubre lo llevara a la editorial-imprenta Kipus. Quedaron en entregar las pruebas el lunes siguiente, pero yo viajaba el sábado a Brasil. El me dijo que me esperaría para corregir las pruebas, pero no me esperó. Pero estoy segura que estará gozando de ver cumplido su deseo de darnos su última publicación, aunque no la vea con los ojos del cuerpo.

Voy a comenzar a comentar el contenido del libro leyendo la presentación que me dictó:

Quiero dedicar este mi último libro a mis asiduos lectores, al pueblo de Bolivia que tanto me ha dado y al que he tratado de ayudar con mi cercanía, con mi palabra, mis escritos, que es lo único que sé hacer.

Lo entrego en calidad de testamento que me sale desde lo hondo de mi corazón en esta etapa final de mi vida. Una amiga me decía: sigue remando con el remo de la palabra y así quiero hacerlo hasta que Dios en su infinita misericordia quiera llevarme.

Este librito es el compendio de algunos de mis artículos que no fueron publicados en la prensa. He querido recoger aquellos que hablan del amor de Dios, del Dios que no castiga ni condena, que es por esencia AMOR.

Siempre me preocuparon las falsas imágenes de Dios que se nos han presentado en el hogar, la catequesis, la escuela. Se nos ha metido la idea de que Dios condiciona su amor a nuestro comportamiento. Cuántas veces nos han dicho: si te portas mal, Dios te va a castigar. Incluso de mayores hemos desarrollado la teología de temor.

Si recorremos la vida de Jesús, el fue amigo de publicanos y pecadores, no condenó a nadie; a la mujer pecadora le dijo, vete en paz y no vuelvas a pecar. Jesús es liberador no condenador. “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” Jn. 3, 17

Algunas personas se quedarán sorprendidas cuando afirmo que el infierno no existe tal como nos lo describen algunos pasajes de la Biblia, que han sido interpretados literalmente. Al hacer el mal, al cometer pecados ya estamos sufriendo la ausencia de Dios que es el verdadero infierno.

Ofrezco estas reflexiones para que entre todos-todas no ayudemos a vivir, sentir y practicar el amor de Dios y el mandato de “ámense unos a otros como yo les he amado” y vivamos con esperanza.

P. Gregorio Iriarte, omi

Cochabamba, octubre del 2012

El libro consta de tres capítulos:

El primero titula: Dios ni castiga ni condena, el segundo, La imágenes de Dios y el tercero: El infierno, ¿Existe, realmente, un lugar de eterna condenación?, ¿Qué pensar del purgatorio

Encontrarán en el texto algunas ideas repetidas y esto se debe a dos motivos: son artículos escritos en diferentes fechas y a que a Gregorio le gustaba subrayar algunas ideas fuerza.

Para llegar a la afirmación de que Dios ni castiga ni condena parte de la afirmación fundante de que DIOS ES AMOR y por tanto su misericordia es infinita y no cabe en Él el castigo, sino el perdón.

“Hemos proyectado en Dios lo que pensamos y sentimos partiendo de nuestra propia experiencia de seres humanos, creemos, de algún modo, que Dios es semejante a nosotros, que juzgamos y condenamos. Pensamos en un Dios actúa condicionado por nuestra conducta, que si obramos bien nos premia y si obramos mal nos castiga. Esta idea es peligrosa, nos dice Gregorio, porque nos lleva a tener miedo a Dios, más que amor. A no reconocerlo como padre amoroso que nos ama a pesar de nuestras debilidades y pecados.

Con esta actitud estamos negando la esencia misma de Dios.

Desde niños se nos ha inculcado la imagen de un Dios castigador, enojado, a quien había que tenerle temor y esto desde la familia, la escuela, la catequesis, predicación. Cuántas veces hemos escuchado decir a nuestros padres: si te portas mal, Dios te va a castigar.

Esta idea de un Dios justiciero se ha reproducido en las obras de arte como la pintura, la literatura, etc.

Hace alusión a algunos pasajes del Antiguo Testamento como el relato del diluvio, la derrotas en las batallas, el exilio de Babilonia, que se daban por el enojo por los pecados de su pueblo. Hemos hecho una interpretación literal de estos pasajes y esta concepción errónea y negativa ha marcado más en nuestras vidas que lo relatos en los que se ve a Dios, dicho en lenguaje humano, arrepentido de castigar a su pueblo.

Gregorio nos invita a recorrer las páginas de los Evangelios para profundizar en las enseñanzas y en la práctica de Jesús que come con publicanos y pecadores, que lleva a reconocer sus pecados, a la samaritana, la mujer pecadora, a Zaqueo; pide misericordia por el buen ladrón estando en la cruz.

Dios nos ama más de allá de nuestros actos y pecados. Dios es amor puro por lo tanto nos ama tal como somos. Jesucristo ha asumido nuestros pecados y nos ha redimido con su sangre por siempre.

Este mensaje nos llena de esperanza, y nos anima a vivir al modo de Jesús con entrega amorosa al servicio de los demás, de los pobres, los marginados con alegría y humildad porque todo lo recibimos sin mérito propio.

Gregorio reafirma sus convicciones diciendo:
- Dios no necesita de nuestros sacrificios para perdonarnos.
- Dios no nos prueba a través del sufrimiento.
- Dios no es celoso de su gloria.
- Dios no necesita de nuestra alabanza y de nuestros actos de reparación.
- Dios no se enoja o entristece por los pecados del mundo.

Somos nosotros los que necesitamos alabar y amar a Dios. El problema está en que concebimos a Dios con categorías humanas y hablamos de él con nuestro propio lenguaje limitado.

La formación catequética, pastoral, la preparación para los sacramentos, etc. en muchos casos, no están orientadas a la formación de la conciencia. Es nuestra propia conciencia que nos tiene que juzgar.

Las consecuencias de nuestros pecados son las consecuencias naturales que de ellos se derivan. Si pecamos, nosotros mismos pagamos las consecuencias de nuestros pecados.

Comenta la frase: “no creer en la total gratuidad de Dios, es no creer en el Dios revelado por Jesucristo”. ”Nuestra salvación nada tiene que ver con nuestros propios méritos, ella es gratuidad total de Dios. Esta es la mayor y consoladora promesa para toda persona”.
En el capítulo segundo nos habla de las diversas imágenes de Dios que nos forjamos de acuerdo a nuestro temperamento, a nuestra situación personal: los violentos tendrán una imagen de un Dios castigador; para una persona pacífica, Dios será misericordioso; para una persona perseguida, oprimida, será libertador, etc.

Así como hay imágenes negativas y falsas de Dios, hay también positivas que se han descubierto a través de la lectura de la Palabra y de la vida de Jesús. Son unas imágenes de Dios Amor, misericordia y perdón.

Cada época, cada cultura tiene una imagen diferente de Dios. Gregorio nos dice textualmente: “Vivimos en tiempos de incertidumbre y de perplejidad intelectual en los que no encaja bien una teología abstracta y de afirmaciones dogmáticas incuestionables. Debemos buscar las imágenes de Dios que mejor sintonicen con los valores de la modernidad”.

Nos expresamos a través de imágenes y símbolos y ninguno de ellos puede abarcar a Dios Absoluto e insondable. Todas nuestras imágenes son parciales y deficientes.

La cultura posmoderna está teñida de indiferencia religiosa. Ni Dios ni la Iglesia interesa demasiado. Se ha hablado, dice Gregorio, del “eclipse de Dios”, sin embargo Él está presente, dando sentido a nuestras vidas y a nuestro mundo. Esta crisis de fe está llevando a desterrar una teología del temor y a un nuevo modo de ser Iglesia.

En la tercera parte se pregunta si realmente existe el infierno como un lugar de eterna condenación. Esta pregunta crea en algunos cierto desconcierto, sobre todo en aquellos que no han superado la idea de un suplicio eterno por haber muerto sin alcanzar el perdón de Dios.

Hay pasajes del Evangelio que hablan de la gehena del fuego, de un horno ardiente, de llanto y rechinar de dientes, etc. Son pasajes que se interpretan literalmente y han llevado a una teología del temor con graves consecuencias para la vida de los cristianos. Esta idea del “más allá” va en contra de la esencia misma de Dios que es todo amor y misericordia y de Jesucristo liberador. Juan en su primera carta nos dice: “El amor perfecto echa afuera el temor, pues el temor mira al castigo. Mientras uno teme no conoce el amor perfecto”.

Los textos que hablan de una condenación eterna deben ser interpretados desde la perspectiva global del mensaje que nos muestra la gran misericordia de Dios.

La teología a partir del Vaticano II reorienta su concepción a cerca del infierno, de la condenación eterna y del purgatorio. Se ha dejado de hablar del limbo, la iglesia oficial ha manifestado que esta creencia no entra a formar parte de la doctrina de la fe. El limbo era un lugar donde se creía iban los niños que habían muerto sin ser bautizados. Es cruel pensar que un niño inocente, sin haber cometido ninguna falta sea fatalmente castigado no a gozar de la presencia de Dios. Esta doctrina se desarrolló en la Iglesia al dar demasiada importancia a los sacramentos. No es que estos no sean importantes y necesarios lo son como signos que nos ayudan a vivir gozosamente la presencia de Dios amor y nos den fuerzas para hacer el bien.

El “más allá” no se puede pensar a partir de la muerte, sino que entra a formar parte de la vida en este mundo, de la historia de la salvación.

Son numerosas las citas bíblicas que trae el texto en las que fundamenta lo expresado sobre el infierno y el purgatorio. Cito algunas.

Pablo en la 1ª carta a Timoteo 2,4 dice: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”

Col. 1, 20: “Dios quiso que en Cristo residiera toda la plenitud para reconciliar con él todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangres de su cruz”

Pablo –Rm 8,15-18: “Ustedes no recibieron el espíritu de esclavos para volver al temor, sino que recibieron el espíritu que les hace exclamar ABBA, Padre. El mismo Espíritu nos asegura que somos hijos de Dios y, si somos hijos, somos también herederos. Nuestra será la herencia de Dios y la compartiremos con Cristo, pues si ahora sufrimos con Él, con Él recibiremos la gloria”.

Sin embargo Dios nos ha creado libres y somos nosotros lo que podemos rechazar a Dios.

Todas estas afirmaciones nos hacen vivir con esperanza, con alegría, nos llevan a un compromiso más radical con el evangelio de Jesús, porque la voluntad de Dios es que seamos felices no solamente en el más allá, sino aquí en la tierra.

Recibamos este pequeño libro de Gregorio como su testamento, pues él lo quiso así, como hemos visto en la introducción.
Gracias. Marta Orsini Puente

1 comentario:

  1. Hola,
    Me llamo Gustavo y vivo en Buenos Aires. Quisiera comprar libros de Gregorio Iriarte y por aquí, hasta donde pude averiguar, no parece que los hayan editado. Quizá puedas darme el nombre de alguna librería que los venda y adquirirlos via internet. Desde ya muchas gracias. Saludos cordiales.
    Gustavo Pantano

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