Amigos: les reenvío un artículo del sacerdote Ignacio Muñoz que está estudiando en Roma y que es de Mercedes, su visión y como vive el tema de la renuncia de Benedicto XVI.
A mi me resultó muy interesante su opinión, ya que me sorprendió (gratamente)...
Un abrazo
Cloe
«¿Te
enteraste? Renunció el Papa.»
Esta fue la noticia que, hace unos días, tomó a todo el mundo por sorpresa; también a los sacerdotes que nos encontramos estudiando en Roma ¡y en pleno período de exámenes! No quisiera aburrir con una opinión más, pues éstas han aparecido en abundancia, sino contarles cómo se vive aquí esta noticia, como me ha pedido Nancy, y para ello es necesario abordarla desde una óptica de fe. Y eso es lo que intentaré hacer, dejando para otros los análisis políticos y estratégicos, las suspicacias y teorías conspirativas.
* * *
En la
foto que les envío hay una panorámica de la Plaza de San Pedro en
estos días: más turistas que de costumbre, la imponente basílica
con la columnata del Bernini y muchos andamios. Éste será el
panorama que en los próximos días todos veremos (incluso el nuevo
Papa que resulte electo por el Cónclave) y no deja, por cierto, de
ser elocuente.
Es la
imagen de una Iglesia, heredera de un pasado que a veces le resulta
demasiado pesado para caminar con libertad de espíritu y, al mismo
tiempo, en fidelidad a la tradición pero con el deseo de «abrazar»
a todos (como expresan los brazos de la columnata) por medio de una
«Nueva Evangelización».
Es la
imagen de una Iglesia pluricultural con el desafío de integrar en la
unidad la diversidad de los pueblos y culturas que la integran. Y
para esto no basta que el Papa viaje.
Es la
imagen de una Iglesia «en obras»
que, con el propio Benedicto XVI como impulsor, supo reconocer con
honestidad «¡Cuánta suciedad en la
Iglesia!» y comenzar a dar pasos para
una sincera purificación de sus miembros sean éstos obispos,
sacerdotes o laicos. La limpieza está en marcha pero es más fácil
limpiar muros que «limpiar corazones»
sobre todo cuando el ritmo lo pretenden marcar los que «están
listos para "rasgarse las vestiduras" ante escándalos e
injusticias –cometidas naturalmente por otros–, pero parecen poco
dispuestos a actuar sobre el propio “corazón”, sobre la propia
conciencia y sobre las propias intenciones» (Homilía del Papa el
Miércoles de Cenizas, 13 de febrero de 2013).
Es la imagen de una Iglesia que es conciente de la tensión permanente por alcanzar la coherencia entre la fe que celebra, el mensaje que predica y la vida que llevan sus miembros. Al comenzar la Cuaresma a dicho el Papa: «Esta oración nos hace reflexionar sobre la importancia del testimonio de fe y vida cristiana de cada uno de nosotros y de nuestras comunidades para mostrar el rostro de la Iglesia y de cómo en ocasiones este rostro es desfigurado. Pienso, en particular, en las culpas contra la unidad de la Iglesia, en las divisiones en el cuerpo eclesial. Vivir la cuaresma en una más intensa y evidente comunión eclesial, superando individualismos y rivalidades, es un signo humilde y precioso para los que están lejos de la fe o son indiferentes.» (Catequesis del Papa, 13 de febrero de 2013).
Es la imagen de una Iglesia que es conciente de la tensión permanente por alcanzar la coherencia entre la fe que celebra, el mensaje que predica y la vida que llevan sus miembros. Al comenzar la Cuaresma a dicho el Papa: «Esta oración nos hace reflexionar sobre la importancia del testimonio de fe y vida cristiana de cada uno de nosotros y de nuestras comunidades para mostrar el rostro de la Iglesia y de cómo en ocasiones este rostro es desfigurado. Pienso, en particular, en las culpas contra la unidad de la Iglesia, en las divisiones en el cuerpo eclesial. Vivir la cuaresma en una más intensa y evidente comunión eclesial, superando individualismos y rivalidades, es un signo humilde y precioso para los que están lejos de la fe o son indiferentes.» (Catequesis del Papa, 13 de febrero de 2013).
Es la
imagen de una Iglesia que se siente animada por Cristo y fortalecida
por el testimonio de los santos pues no olvidemos que la Iglesia no
es un fin en sí misma sino que ella existe para anunciar el
Evangelio en el que cree: Jesucristo ha Resucitado y ofrece una vida
en plenitud a todo el que crea en Él.
Éstas
son solamente algunas de las miradas desde la fe que aquí en Roma se
hacen en estos días a la Iglesia que deja Benedicto XVI, aunque hay
también otras de cara al futuro y que, si Nancy me lo permite,
compartiré con ustedes la semana que viene.
* * *
Mientras el Papa daba la noticia a los cardenales, a unos cuantos metros, en la Universidad donde estudio, el profesor de latín nos ponía para traducir un texto de Cicerón: «Quanto superiores sumus, tanto nos submissiores humilioresque simus», que espero haber traducido bien de este modo: «Cuanto más importantes somos, más modestos y humildes debemos ser». Y ésta ha sido, a mi entender, la gran lección que Benedicto XVI da a la Iglesia y al mundo: siendo conciente de la importancia de su servicio para la vida de la Iglesia, reconoce que le faltan las fuerzas para ejercerlo adecuadamente y considera que el acto de amor más grande que puede tener para con esa misma Iglesia a la que ama es renunciar y dejar paso a alguien con más fuerzas. Para realizar este acto de grandeza espiritual, hay que ser muy valiente y muy humilde. Valiente: para hacer algo que nadie había hecho en la Iglesia por seiscientos años; humilde: para reconocer que quien guía la Iglesia no es el Papa sino Dios.
Mientras el Papa daba la noticia a los cardenales, a unos cuantos metros, en la Universidad donde estudio, el profesor de latín nos ponía para traducir un texto de Cicerón: «Quanto superiores sumus, tanto nos submissiores humilioresque simus», que espero haber traducido bien de este modo: «Cuanto más importantes somos, más modestos y humildes debemos ser». Y ésta ha sido, a mi entender, la gran lección que Benedicto XVI da a la Iglesia y al mundo: siendo conciente de la importancia de su servicio para la vida de la Iglesia, reconoce que le faltan las fuerzas para ejercerlo adecuadamente y considera que el acto de amor más grande que puede tener para con esa misma Iglesia a la que ama es renunciar y dejar paso a alguien con más fuerzas. Para realizar este acto de grandeza espiritual, hay que ser muy valiente y muy humilde. Valiente: para hacer algo que nadie había hecho en la Iglesia por seiscientos años; humilde: para reconocer que quien guía la Iglesia no es el Papa sino Dios.
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