martes, 13 de enero de 2015

El tamaño de nuestros ojos... de nuestro corazón

   Había un hombre con ojos chiquitos, porque no desarrolló su mente. Por ser de mente chiquita era fanático de su bandera. Si bien su bandera tenía colores de otras banderas, por ver poquito el hombre creía que su bandera era la única verdadera. Y cuando un hombre se cree dueño de la verdad, no puede encontrar verdad en ningún color de otra bandera.

   Los hombres de mente chiquita, se fanatizan y se sienten amenazados por todo lo demás. Y al sentirse amenazados se transforman en francos tiradores o se agrupan en sectas. Por un tiempo viven en el aislamiento, con indiferencia a otras banderas. En el aislamiento se agota el amor. Y cuando falta el amor, deja espacio para el odio. Al crecer en el corazón del hombre o del grupo, a su momento explota violentamente…

   Los hombres de ojos chiquitos, son fruto de un modo de educar. En ambientes familiares, sociales, deportivos, políticos y religiosos, hay hombres con ojos grandes, con deseos de mayor grandeza. Utilizando a los más pequeños, sin promover el desarrollo de su mente, ellos consiguen adoradores.

   Con ojos chiquitos, o con información superficial, en la realidad se ve “la explosión causada por el hombre de ojos chiquitos”. Pero la verdad es, que detrás de cada hombre, hay amores recibidos o negados. Hay ayuda para el crecimiento o mutilación de posibilidades. En cada hombre hay una decisión personal, pero como todos nacemos chiquitos somos condicionados, por el hábitat de crecimiento.

   Misteriosamente el hombre tiene unos ojos, una mente, un corazón con gran posibilidad de cambio. Y en momentos históricos: una mirada, una palabra, un te amo, pueden  abrir los ojos, la mente y el corazón. A su vez, las tres P, el poder, el peso y el prestigio, poco a poco pueden ir encegueciendo la mirada, cerrando la mente a los distintos, acrecentando el odio.

   La historia está entretejida “por amores o por su ausencia”. Hacer historia constructiva, pacífica, verdadera y justa, es hacerla amando a las distintas banderas. En todas hay algo de verdad. Los hombres de mente amplia para nada son fanáticos. Han optado por una bandera, porque amar es elegir. Y solo eligiendo se profundiza y se aporta. Quien emprende este camino, al ahondar en lo suyo descubre los colores de los otros. Al ver sus carencias, comprende que los demás también las tengan.

   El camino es el amor. Y el amor es inclusivo. Es de multicolores. El amor dilata la mente y el corazón… nos abre los ojos. Nos hace ver más haya de lo que otros ven, o de lo que otros quieren que veamos. El místico va al encuentro, se relaciona con diferentes, mastica, saborea, profetiza. 

   Siempre se pone de parte del más débil. Muchas veces comprende al condenado. Y esto es lo que más molesta a los que no son juzgados “por ser grandes” y cada vez son más grandes utilizando a los fanáticos.

Nacho

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