En todas las culturas, en todos los tiempos, se ve que el ser humano tiene un instinto de supervivencia comunitaria. Desde siempre el hombre ha buscado agruparse para conseguir alimento, casa y relaciones humanas. La relación con los espíritus ha estado presente en las búsquedas, encuentros y pérdidas de las tres primeras cosas necesarias.
En nuestro tiempo, en nuestra realidad más cercana, por medio del estudio y el trabajo, la juventud pasa mayoritariamente en búsqueda de la adquisición de cosas materiales. Con tiempos más pequeños para los hobbys y las relaciones familiares. Algunos buscan en sus horas de estudio o de trabajo, también profundizar en las relaciones humanas.
Desde el comienzo el Cristianismo fue ”el encuentro con una persona: Jesús”. Y hasta nuestros días siempre hay intermediarios que nos señalan y acompañan hacia ese encuentro. El Cristianismo es comunitario.
Juan Bautista como profeta tuvo un encuentro con Jesús. Predicó sobre Él y señaló el camino a otros para que se encontraran con Él siendo alguien que vivió un cambio en su vida a partir de esa relación con Jesús, desea que a otros les suceda algo semejante.
Y en el texto bíblico de hoy, descubrimos que después que alguien hace el anuncio, señala el camino, el mismo Jesús es quien invita a ir a un lugar concreto a encontrarse con Él. Nos invita a ir a donde Él vive…que siempre será ir a un lugar a encontrarse con otros.” Concretando sus palabras: "donde dos o tres estén reunidos en mi nombre ahí yo estaré”. Los encuentros de oración con su palabra como centro, los encuentros con los crucificados de hoy, las galileas con ciertas pobrezas materiales y existenciales, son los lugares sagrados del cristianismo. (Juan 1, 35-42)
Para el Cacho Alonso fue en las periferias de Montevideo, los cantegriles de Aparicio Saravia, fue ahí, sintiéndose llamado a encontrarse con Él ahí. No fue a buscar seguidores. Fue a compartir el camino de búsqueda de humanización, comunitariamente, junto a los vecinos. En el idioma del lugar anunció que Jesús estaba entre ellos.
Para unos cuantos, el Lago Merín es un lugar de vida, trabajo o descanso pero además un lugar de crecimiento en la fe. Un lugar de encuentro con Jesús. La naturaleza, la gente y encuentros espirituales han sido medios, que han provocado cambios de vida para bien. Entre otras propuestas, las celebraciones eucarísticas de los sábados y el campamento de encuentro teológico son espacios de profundizar la espiritualidad cristiana.
Los que hemos vivido estas experiencias, no somos los mejores ni los más buenos, pero sin duda que nos han hecho un poco mejor que lo que éramos antes. Seguimos en búsqueda, pero con Él. Hoy nos invita a que esta semana se encuentren con Él en el IV campamento del 17 al 24.
Nosotros invitamos, pero cada cual tiene que escuchar el “ven y verás” de Jesús. Que siempre nos exigirá desprendimiento y un paso de fe hacia lo desconocido. Y como la presencia de Jesús se da en medio de la comunidad, no es que haya algo armado de antemano, sino que cada invitado ha sido elegido para aportar algo en la construcción de esa vivencia. Desde los alimentos, la casa, hasta las relaciones humanas y los momentos de oración, todo está para ser construido entre todos. He ahí el desafío y el gran milagro que se puede dar…
Nacho
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