SEXTO DÍA DEL CAMPAMENTO
De todas las ramitas fueron
llegando los colibríes. Algunos madrugando más que otros; como los que se
fueron a despedir a Mercedes que volvía a su nido a reencontrarse con
picaflorcita Emilia.
Se fue Mercedes (físicamente,
claro) pero nos dejó a Cacho. Y con él mismo estuvimos amargueando en la
mañana; llenando nuestros termos vacíos… También llenamos nuestros corazones y
nuestro espíritu con queso y dulce de leche traído de Colonia por una picaflora
que llegaba del litoral. Así fue como con una florcita de aquí y otra florcita
de allá fue que nos estuvimos alimentando del néctar de la Palabra, de Cacho,
de Nacho (nuestro Cacho), de los vecinos, de nostros… y anduvimos picafloreando
todo el día.
Cuando llegamos a celebrar todo
lo vivido descubrimos que la gente que seguía a Jesús de todas partes, como nos
contaba el Evangelio de ayer (Mc 3), esa gente que hablaba en distintas
lenguas, distintas costumbres, lejos de sus hogares, toda esa gente éramos
nosotros: brasileros, argentinos, uruguayos, desde Bolivia que rezaban por
nosotros, de todas partes y por todos lados picaflores alborotados que buscan y
buscan.... Y encuentran y encuentran. Encuentran a un Tumpa que nos ama, que
tiene un proyecto para nosotros, que nos reconforta, que nos sana.
Como ese padre-picaflor que se
mantuvo en vela (y coronando el día de ayer) esperando ansioso, expectante y
amoroso a su picaflora que llegaba a las 4:30 de la madrugada. Una muestra más
de ese Padre con amor de Madre que es el que nos ama, nos mima, nos llama.
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