sábado, 16 de marzo de 2013

SOÑE CON ORLANDO YORIO

No soy neocelandés, no soy argentino porteño, soy uruguayo de tierra adentro. De este paisito que somos un poco mas de tres millones de habitantes que estamos o vamos volviendo y casi todos incluyendo a la mayoría que son mujeres somos directores técnicos cuando juega Uruguay, también opinamos de la salud, la educación, y de todo lo que acontece en el mundo. Así somos los uruguayos nos gusta opinar y discutir sobre todo… por supuesto que la mayoría de las veces nuestra mirada es muy focalizada desde donde estamos y de nuestros intereses personales… Por lo tanto este uruguayo aclara que lo dicho a continuación es solamente una opinión de uno de los tres millones y picos de paisanos…


Anoche soñé con Orlando Yorio, y le pregunte - ¿Cómo estaba?

   Esta mañana recuerdo bien claro su rostro: sonrió… sus ojos bien abiertos y su sonrisa moderada y profunda fue su respuesta…
   Entonces me dije lo que sentí las pocas veces que me encontré con Orlando: con su mirada me lo dijo todo. Pero con el me ocurre lo que me ocurre con Jesús de nazaret: parece que ya lo haya dicho todo y sin embargo cada ves que escucho su palabra y sus hechos siempre surge algo nuevo. Quizás Orlando asumió algo bien propio de Jesús: la encarnación en cada contesto cultural, social, político y eclesial.
  
   Me volví a preguntar ¿Qué diría hoy Orlando? Solo encontré la respuesta de su cara sonriente desde ese lugar que llamamos Tierra sin males o reino de Dios…
  Un buen rato de silencio siendo envuelto por esa paz, por la esperanza que trasmitía y trasmite su mirada y surge un recuerdo:
   Estábamos en uno de los tantos Seminario de Formación Teológica en Argentina, los uruguayos no éramos más de cinco. El ginnacio que albergaba a más de mil personas se colmo mientras que anunciaban las palabras de Orlando sobre el tema de la dictadura militar. El entusiasmo fue poniendo un clima de calor, creo que no más de 10 se retiraron con el pretexto de que “estas cosas hay que olvidarlas para construir una paz cerrando los ojos al pasado”… Los demás tenia como dos sentimientos. Un grupo grande que nos parecía que habían sufrido en carne propia esta noche oscura y sus cuerpos, sus almas esperaban escuchar su propia vos diciendo la verdad y reclamando justicia. El otro grupo en su mayoría jóvenes ya habían nacido en democracia pero habían asumido esta bandera como suya…

   Los parlantes lo invitan a subir al escenario. Y gran sorpresa nos dimos los uruguayos que a dos asientos nuestros se levanta un señor con rostro sonriente, ojos grandes, que estaba sentado entre dos mujeres… era Orlando el cual todo el día del seminario había estado en nuestra misma fila…
   El pueblo argentino presente en ese momento exploto en cantos de protestas de deseos de libertad… El caminaba en silencio lentamente y con cierta dificultad, lo cual ya era una palabra de lo sufrido en su cuerpo en la noche oscura por no ser neutral y estar donde sin duda estuvo Jesús…
  Cuando subía por la escalerita del costado se detuvo un instante, unos cuantos seguíamos paso a paso su camino. Termina de subir, se para frente al micrófono, lo reciben con besos y abrazos nos mira y sonríe en silencio… Los cantos del pueblo casi todos de pie hacían explotar el local. Comenzó agradeciendo la invitación hizo alguna otra referencia que no recuerdo muy bien y esta introducción sirvió para crear un clima de escucha, de dialogo entre el y nosotros. Todos expectantes para reencontrarnos con la historia viva de la noche oscura y de una de las tantas estrellas que brillo en ella…
   - Cuando subía al escenario escuche un tango – comenzó diciendo- que me recordó que ya lo había escuchado y me cambio lo que les quería contar… Hace unos años me sacaron del calabozo después de días que venían sacando a los compañeros. Me subieron en un auto y me comenzaron a sacar de la ciudad. El chofer que parecía nervioso y apurado encendió la radio, de la cual escuche este mismo tango… Lo recuerdo muy bien porque lo tome como el salmo de fondo en mis oraciones de despedida pensaba que ya no volvería…

   Al llegar a un lugar que supongo era en las afueras de la ciudad, un descampado, imagino porque me invitaron al viaje con la misma capucha que por día me impedía ver la luz… Al bajar un soldado me tomo del brazo con un fierro frió que apuntaba mis riñones y cuando seguramente me iba a golpear la cabeza contra el auto, otro soldado puso su mano tiernamente sobre mi cabeza y con cuidado evito que me golpeara… sentí un amor inmenso en aquella mano que nunca pude saber de quien era…

   Pensé que hasta en la noche más oscura y en los grupos de hombres que sirven a las tinieblas ahí también anda nuestro Dios haciendo surgir el amor…

   Me marco para siempre la cara sonriente, que dejaba correr una lágrima por su rostro y nos miraba en silencio. Termino diciendo que: lo pusieron de pie, sintió el frió de la noche escucho algunas intrusiones militares y cuando todo estaba listo llego un nuevo auto que provocó una discusión con los presentes… me volvieron a subir y aquí estoy…

   El silencio en la asamblea fue total, mire a mis costados y las lagrimas y los pañuelos eran el signo que nos unía a todos. Quizás esperábamos escuchar hablar sobre la noche y estábamos ante un hombre de Dios…
Nacho Aguirre - un uruguayo , desde Río Branco

1 comentario:

  1. Amigo Nacho: emtiendo tus palabras luego de buscar un artículo en el diario página 12.
    Y bueno, hermano, ni mas ni menos..........a veces es mejor el silencio........que también vale

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