Al partir hacia Río Branco no sabía mucho adonde iba, como iba a ser la misión, con quienes me iba a encontrar. Alguien me preguntaba, ¿Y dónde vas a dormir si no llevas sobre? No lo sé, el peregrino debe estar abierto a todo tipo de alojamiento, dejarse sorprender, hay que aprender a dejarse servir como decía María. El resto del equipo itinerante me recibió con alegría plena, no puede haber sido mejor.
También surgió en ese retiro, una inquietud que me cuestionó mucho, fue la de diferenciar entre creencia y fe. Cuando tenemos una creencia seguimos ciertas normas y tenemos ciertos rituales. En cambio tener fe tiene que ver más con seguir los pasos de alguien (Jesús), donde ese seguimiento termina por desestabilizar todas las normas que podamos crear y todas las reglas que podamos tener. Se trata de andar libre por la vida y que ésta sea plenamente humana.
No creo que ninguna regla pueda sernos de ayuda al momento de definir nuestro propio camino de libertad, si antes no se nos ha desestabilizado nuestro caminar, si no nos hemos permitido hacer tambalear nuestra fe, si no aflojamos las riendas o dejamos que El maneje el tractor.
Acercarnos a la realidad de la campaña, tan distinta a la urbana, nos ayuda a desestabilizarnos, nos cambia la forma de ver la naturaleza, los animales, la calidez de la gente nos baja todas las barreras de desconfianza.
Disfrutar de una buena comida preparada con esfuerzo, viendo el proceso de preparación desde el inicio...
, y después tener tiempo para una pausada sobremesa de encuentro. Nos desvanece toda atadura al reloj y al apuro.
Cuando Jesús resucitó y se encontró con sus discípulas les dijo que fueran a Galilea que Él ahí las esperaría. Él estaba ahí esperándonos, y nosotros que también creímos: fuimos.
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