En este vuelo que nos viene trayendo de regreso al paisito hicimos una parada en Porto Alegre, apenas coordinada unos días antes. Llegamos casi de improviso, sin saber mucho a dónde íbamos ni con qué nos íbamos a encontrar. Pero bastó que Nacho nos vinculara, a nosotros en vuelo con estas Hermanas Franciscanas, para animarnos a anidar por unos días en tierras "gauchas". Nuevamente el viaje nos confirma lo bueno de abrirse a lo imprevisto, a las sorpresas, a dejarse mimar por Dios en estos nuevos encuentros.
Nos recibieron Myriam, Natalia, María Rosa y más tarde Carina (con quien nos reencontramos y recordamos viejos tiempos del Proyecto Galilea, que tanto nos marcó en nuestras búsquedas). Tres uruguayas y una argentina en tierras brasileras, abriendo paso al Reino en medio de la pobreza, de la violencia, de la droga... Anunciando a niños, niñas y adolescentes un mundo nuevo, invitándolos a redescubrir otras maneras de relacionarse, otros disfrutes, otras oportunidades.
Es estar "con los pies en el barro", en medio de la gente, viviendo en su mismo barrio, compartiendo su cotidianeidad. Creo que ahí está el llamado, como también lo compartían Quinto y sus hermanos en Paraguay. Que la buena noticia surja en medio de la realidad en que viven. No a pesar de, no después de, sino en medio de; porque Dios se hace presente en esa realidad.
Me sorprendo como tan sólo cinco días nos permiten a veces compartir tanto. En Porto Alegre hicimos amigas, como decía Natalia. "Son especiales", decía Myriam. Yo creo que lo especial ha sido el encuentro que, a la vez que nos remueve, nos va preparando el corazón para la vuelta a casa.
Male
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