miércoles, 8 de diciembre de 2010

Nuestra América profunda

Dicen que una persona que sólo conoce su país no lo conoce bien. Porque conocer otras realidades, especialmente adentrándose en la vida del pueblo, nos abre una nueva mirada a nuestra propia realidad. Esa fue la experiencia que vivimos en los últimos ocho meses: cargamos nuestras mochilas, llenas de sueños y preguntas, para hacer camino por algunos países del sur de nuestra América. En ese vuelo anduvimos por Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Paraguay y Brasil; compartiendo nuestra vida con la de tantas personas, comunidades, barrios; descubriendo la vida cotidiana de otras sociedades, los problemas que preocupan a la gente, las dificultades y las apuestas por salir adelante. Al volver a Uruguay nuestra mirada es otra.

La diversidad que encontramos nos sorprendió mucho, a pesar de estar tan cerca, nos encontramos con maneras muy distintas de lograr que la gente tenga acceso a la salud, a la educación, en la manera de hacer y percibir la política,  y aún más en la manera de hacer Iglesia.

El acceso a la salud es, en países como Chile, Perú y Bolivia, privilegio de unos pocos. Hay que contar con un seguro de salud que tienen aquellos trabajadores con cierta formalidad, los que pueden pagarlo, o, en el caso de Bolivia, las madres y niños hasta los 5 años. Por eso no es raro encontrar predominio de enfermedades o altos niveles de desnutrición  en algunos de estos países.


La educación básica es universal en buena parte, pero hay un gran abismo (y cada vez más) en la calidad        educativa entre los que pueden pagar una privada y los que no. En Bolivia son muy pocos los que llegan a cursar estudios terciarios, y en Chile si bien está bastante mejor, el título profesional es un condicionante casi seguro de pertenencia a un sistema donde los estratos cada vez están más separados,  y donde la presión social por obtener un título es muy dura, porque carecer de un título profesional significa "no ser nadie".

Y llegamos a la política. Que difícil es entenderla! Realmente nos horrorizamos con la corrupción con la que se mueven los políticos, sobre todo en los países más pobres. En Lima, por ejemplo, los resultados de una votación de alcaldes demoraron 1 mes (¡1 mes!) en publicarse, y todo por culpa de unas  leyes creadas 15 días antes de la votación en una maniobra de la derecha más preocupada por ganar anulando votos que sumándolos. Y al final, cuando les falló la jugada, la candidata derrotada dijo que si se hubieran anulado los votos que debían anularse (por esas benditas normas) ella hubiera ganado. Claro si lo importante aquí era ganar, la decisión del pueblo es lo de menos, es una competencia!

En todo este camino hemos visto cosas que parecen de otro tiempo si uno compara con Uruguay. Pero también hemos visto testimonios de compasión y de lazos comunitarios muy fuertes, frente a tanto espíritu competitivo que existe en los países más "desarrollados", que nos han impactado mucho. Hemos sido testigos de tanto cariño frente a la violencia, de tanta compasión frente a la competencia, de tanto amor frente a la indiferencia.


Ahora que entendemos un poco más la realidad de nuestra América profunda, que sabemos que desde nuestro pequeño país tenemos mucho para dar, esta en nosotros compartir las experiencias y motivar a otros a conocerla y cambiarla.

Male y Erik

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