Por Ignacio Simal
En una ocasión, Nicodemo, un principal de los judíos, visitó a Jesús durante la noche.
Sostuvo una conversación con él.
Durante la conversación, Jesús, le dijo que para ver / entrar en el mundo según Dios debería nacer de nuevo (Jn. 3:3,5).
A lo que Nicodemo respondió:
¿Cómo puede una persona nacer siendo vieja?
¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
Y ahí, si se me permite, se encuentra el meollo de la Navidad. La posibilidad que se le concede a cada ser humano de rehacer su biografía, y no depender de la herencia que ella nos ha ido dejando durante el espacio de tiempo que ha transcurrido desde que salimos del vientre de nuestra madre.
Dios es el ejemplo de ello. Dios, a través de su encarnación en Jesús, regresa al vientre de la historia, la madre de todos nosotros, y nace de nuevo. Nace de nuevo en Jesús, e inicia un recorrido mediante el que recompone su propia biografía. Una biografía maltratada por la mano del ser humano.
La vieja biografía de Dios nos lo presentaba como un ser vengativo con aquellos que no hacían caso a sus designios. Un Dios que condenaba, de entrada, al impío sin ningún tipo de consideraciones. Un Dios "fuerte" que se hacía visible a través del poder político y religioso, y que generaba multitud de excluidos sociales. Dios era el Dios de una sola etnia, y desde ella reinaba sobre el universo. Reitero que la vieja biografía de Dios fue distorsionada por la cultura del pueblo que percibió su manifestación, y que la escribió sobre tablas de piedra.
Si embargo en Jesús, Dios –como decía- recompone su propia biografía. Entra en el vientre materno de una virgen, y "nace de nuevo" para mostrarnos su "otro" rostro. Se coloca al lado de los excluidos por la religión que los seres humanos piadosos han creado en torno a su figura, redice lo recogido en la Torah, no condena a ninguno, sino que a todos ofrece el camino que Él mismo está recorriendo. Les invita a "nacer de nuevo" y con ese "nuevo nacimiento" da inicio a la reestructuración de la historia humana. Una reestructuración que no guarda relación con la sociedad que hasta ahora conocemos.
Dios, cada vez que hacemos memoria del Evangelio haciéndolo nuestro, nace de nuevo junto a nosotros. Eso es lo que celebramos en el misterio de la Navidad, que Dios ama de tal manera a la humanidad que se entrega a ella y por ella. El Dios que desde que nace del vientre de María se hace pobre (2Cor 8:9), se hace semejante a los seres humanos, se hace esclavo (Fil. 2:6-8), y muere colgado en un madero. Y es desde esa insensatez y debilidad que muestra la suprema sabiduría divina (1Cor. 1:25), sabiduría que no es conforme a los poderes de este mundo, ni siquiera la barruntan, y por ese desconocimiento lo asesinaron (1Cor. 2:7,8).
Navidad está a las puertas. Y en ella se nos da la posibilidad de nacer de nuevo, recomponer nuestra maltratada biografía y tomar como criterio primordial de discernimiento el camino que recorrió Jesús desde que María, su madre, le dio a luz. ¡Feliz Navidad a todos! ¡Feliz nuevo nacimiento!
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