Cada vez que algo nos convoca
a compartir la vida
nos encontramos compartiendo el pan de Dios.
La primera vez que escuché hablar de Dios tenía cinco años, lo recuerdo con una sorprendente claridad. En mi salón de jardinera, en el Colegio de las Hermanas del Huerto, en Florida, tuve mi primera catequesis. El primer día, la Hermana Virginia –la catequista- puso nuestras sillas en ronda, colocó un brasero en el centro y encendió el fuego. Todos observábamos en silencio, expectantes por lo que ocurriría. Y en un momento, ella dijo: «Aquí está Dios». De ahí en más, busqué –y encontré- muchas explicaciones al vínculo entre el fuego y Dios: la luz, el calor, el alimento… Explicaciones que me conformaron y me acompañaron todos estos años (fue la primera vez que escuché la palabra «Dios»!). Hasta ayer… Ayer entendí, más de veinte años después, a qué se refería Virginia. Ayer, junto a Erik, Roberto, María, Silvina, Fabrizio, Rosa, Maru, Marcos, Mateo y Nacho… Luego de compartir el almuerzo, los mates, las anécdotas, los puntos de vista… Ayer, cuando compartimos el pan y el vino; cuando dimos las gracias por todos quienes formábamos parte del encuentro, los que estábamos y los que están en nuestros corazones; cuando entre sonrisas y abrazos compartíamos la palabra; cuando vivimos la comunión, la literalidad del ponerse en común con el Otro…
No estaba Dios en el fuego, en ese fuego encendido en medio de aquel salón de la jardinera… Dios estaba en nosotros, en nuestro encuentro, en nuestra curiosidad, en nuestras ganas de aprender, de descubrir… Ahora entiendo lo que la Hermana Virginia quiso decirnos en nuestro primer día de catequesis, cuando empezaríamos a andar el camino de Dios: cada vez que algo nos convoca a compartir la vida con Otros, a practicar el amor que implica el compartir, allí está Dios, ahí es donde Él se hacía presente… Florencia
Recuerdo con cariño la primera salida en semana santa a pescar cuando me enseñaron a hacer fuego. Aprendí a elegir la leña,a armar el fuego,a poner la chispa en el lugar justo y después disfrutarlo y disfrutar del alimento que se cocía para todos... Sin duda que agradezco al Padrino que me enseñó con paciencia y recuerdo que me dijo con tristeza: « en el campameto vecino traen garrafas de gas al monte porque dicen que quieren ganar tiempo ¡que pena! ».
Quizás el tiempo entregado sea lo central de la amistad, el amor y por lo tanto del encuentro con Dios. Más de una persona posterga todo lo gratuito por hacer algo más productivo y con el tiempo sienten un vacío... Algunos lo quieren llenar con las ofertas materiales y otros buscan una experiencia espiritual. Ojalá podamos encontrarnos con otros en vivencia de gratuidad profundas. Ojalá podamos ser padrinos y madrinas de los que andan con frío, carentes de amor acompañándolos a enceder su fuego interior. ( Juan 6, 41-51 )
Nacho
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