Entrevista a Erik Koleszar y Mateo Melgarejo
Magdalena
Martínez
Son de Dolores, en el departamento de Soriano, pero hace más de 10 años viven en Montevideo. Son migrantes. Una vez en la capital continuaron vinculados a
¿Cómo surgió esta
idea de vivir en Casabó?
Equipo itinerante - Bolivia 2009 |
También me movilizó la experiencia en el “equipo misionero
itinerante”. Íbamos a comunidades, como Tentayape, a las que poca gente
llegaba. Teníamos que recorrer caminos llenos de cañadas, inundados; varias
veces teníamos que parar. Estábamos disponibles.
Fueron experiencias nuevas y diferentes que me
confirmaron que hay posibilidad de vivir de otra manera. Y ahí arrancó a todo.
Después llegué y en el grupo de la Pastoral Juvenil se planteó la idea de hacer un
viaje por América del Sur para conocer
distintas realidades y experiencias comunitarias. Al principio en el proyecto
éramos varios y finalmente fuimos dos los que hicimos el viaje en 2010. La idea
era ver si iba por ahí el camino.
¿Cómo se concretó
la idea?
La comunidad "El Pastito" |
E: Yo volví del viaje con la idea bastante firme de
vivir en un barrio humilde. Creo que ni siquiera estaba seguro de si era en
comunidad o solo. Lo compartí con dos amigos, Milton y Mateo, sin invitarlos
explícitamente y a ellos les gustó la idea. En ese momento pensaba que igual lo
iba a hacer solo, aunque hoy no sé si lo hubiera hecho.
Mateo: Lo de Erik fue un proceso de más de un año.
Milton (que al principio estaba en el proyecto) y yo, muy cercanos a Erik,
sentíamos lo que él sentía aunque no entendíamos muy bien en qué nos metíamos,
pero nos tiramos al agua.
¿Qué es lo que
más los movilizó a hacer esta experiencia comunitaria y de inserción?
M:
Yo siempre viví con mucha gente, me hallo bien viviendo de esa forma y esto me
pareció una forma de apoyar a Erik también. Hay algo que me pareció novedoso de
lo que Erik planteaba. Durante mucho tiempo hacía actividades de servicio, las
pequeñas tareas del Reino, y después regresaba a la comodidad de mi casa. Lo
que planteó Erik me resultó novedoso y movilizador: establecerse en un un
barrio pobre, humilde y ser uno más.E: Teníamos experiencias como las construcciones de Un Techo Para Mi País, que nos dejaban la sensación de ser extraños que llegaban y se iban. La idea era compartir el día a día con la gente, que no te vean como el extraño, sino como a alguien más.
¿Qué pasos fueron
dando para definir el lugar concreto donde vivir?
M: Primero estuvimos en contacto con los Dehonianos
en el Pinar, después en la Cruz
de Carrasco con Pablo Bonavía, luego con Richard Arce en la Parroquia de Possolo y
finalmente llegamos a Casabó.
E: Queríamos ir a un lugar donde hubiera algo
armado. La idea era ver todos los lugares posibles y luego decidir.
¿Su búsqueda
siempre estuvo vinculada a la
Iglesia , a la pastoral?
M: Sí, por supuesto. Además, si bien teníamos
experiencia de trabajo voluntario, no creíamos ser capaces de iniciar algo
nuevo, de la nada, sino de sumar a lo que estuviera establecido. Si después
estaba la posibilidad de generar cosas nuevas, bien. Pablo Bonavía nos ayudó a
discernir eso. Nos impulsó a que no fuéramos a vivir netamente en el
asentamiento porque nos íbamos a ver desbordados por la problemática del lugar.
Nos ayudó a buscar un lugar e ir de a poco viendo desde dónde acercarnos, en la
medida de nuestras posibilidades, en la medida de que tengamos la fortaleza
para meternos. Es un mundo aparte, un mundo que ahora nosotros vamos conociendo
de a poco.
¿Cómo llegaron a
Casabó?
Roberto Baldi |
Yo le planté un día el problema de que estábamos un
poco lejos y me contestó “¿vos pensás que Jesús tenía algún problema con la
distancia?” Fue un golpe bajo. Así que charlando con el resto dijimos “sí, vamos”,
y nos tiramos al agua.
Retiro de la comunidad parroquial "San Alberto Hurtado" |
¿Se vincularon
con la comunidad antes de ir a vivir allá? ¿De qué manera?
E: Yo durante
todo el año pasado fui a dar clases de computación en la parroquia, básicamente
a niños, porque hay un centro ANTEL ahí. Estuve yendo e integrándome a la
actividad de la parroquia. También empezamos a participar de las reuniones de
los viernes con el equipo pastoral.
¿Cómo fue la
mudanza?
E:
Primero vimos una casa, pero hubo problemas y no se pudo concretar el alquiler.
Eso hizo que se dilatara un poco la mudanza. Por eso finalmente Milton no pudo
acompañarnos; tenía que resolver su situación habitacional. Después de un
tiempo salió esta casa al lado de la parroquia. Nos mudamos en febrero de este
año.
Teníamos un poco de miedo, yo sobre todo, de transformarnos
en un despacho parroquial por estar al lado, pero eso no sucedió. El barrio es
casi como un pueblo del interior. En cierto sentido fue como volver a Dolores,
hay gente en la calle, niños jugando, los vecinos se encuentran en el almacén,
se saludan en la calle. Me siento totalmente tranquilo acá.
M: Es muy atractivo el planteo pastoral de Casabó,
porque prácticamente se ha desdibujado la parroquia como institución. La
dinámica pastoral acá me parece mucho más aterrizada que en cualquiera de los
otros lugares que estuvimos. Estamos integrados con el barrio. Ver a los
gurises jugando al fútbol en la calle me retrotrae a mi infancia, me gusta. Me
complace ver esa dinámica de barrio y eso es atractivo, seduce.
¿A partir de se
mudaron empezaron a participar en más actividades de la comunidad?
Adolescentes y jóvenes de la parroquia |
E: Además los dos integramos una pequeña comunidad.
Ahí en Casabó hay como 18 comunidades eclesiales de base, que tienen una línea
bastante particular de Jorge Techera y las hermanas de Santa Teresa de Jesús
que están ahí.
M: Ese es otro vínculo que nos ayudó muchísimo.
Nosotros dos somos exalumnos teresianos del colegio de Dolores. Las teresianas
nos acogieron con muchas ganas, como diciendo “qué bueno encontrar a dos
exalumnos acá”, era como un orgullo para ellas.
¿Y lo comunitario
en la casa, entre ustedes dos?
M: La verdad es que nos vemos poco. Hemos estrechado
el vínculo comunitario pero nosotros a la interna no.
E: Está el hecho de que nos conocemos desde hace
mucho, entonces a veces damos cosas por sentadas.
Inauguración de la comunidad |
M: Sí, tal vez por el conocimiento que tenemos entre nosotros no hemos podido avanzar en el proyecto
comunitario personal, pero en lo demás nos sentimos contentos.
¿Cómo se organizan
en lo económico?
E: Es un tema no menor; los dos somos un poco
desprolijos en eso. Pero no somos apegados, somos austeros.
M: Ninguno de los dos ha visto lo económico como una
limitación. Cualquiera sabe que donde vive uno viven dos. Si hoy el que puede
aportar es uno, después va a aportar el otro. Y eso no genera asperezas, somos
bastante transparentes en ese sentido. La confianza que tenemos ayuda.
Al visitarlos uno
encuentra que la casa es una casa de puertas abiertas…
M: Sí, otra de las cosas que queríamos es que la
casa esté totalmente abierta, que haya siempre un lugar para quien quiera
compartir con nosotros. Yo disfruto muchísimo recibiendo gente.
E: Además la casa es grande, tiene mucho espacio. Al
principio yo pensaba en algo más chico, por el tema de mantenerla y no ser
esclavo de la casa. Pero está bueno porque hay lugar de sobra para recibir a la
gente.
¿Cuándo empezaron
con este proyecto lo pensaron por un tiempo indefinido?
E: Nacho Aguirre nos decía “dense un tiempo para
evaluar y no se lo definan como algo indeterminado”. Si está sirviendo
seguimos. En la práctica no hemos evaluado mucho pero creo que vamos bien. En
principio nos planteamos hacer la experiencia por este año. Yo siento que
recién empiezo; un año es poco.
M: Un año para empezar. Hace medio año que estamos
viviendo acá. Nos gusta y nos gratifica, nos enriquece y nos llena, pero
estamos recién llegando.
¿Ven esto de
vivir en comunidad en un barrio humilde como algo permanente?
M: A mí me atraviesan otras inquietudes. Por ahora
me lo planteo por este año.
E: Sí, yo también, aunque creo que un año va a ser
poco, a mí me gustaría seguir.
M: No podemos plantearnos tampoco: si esto no
funciona nos vamos dentro de un mes. Es delicado venir, establecer un vínculo,
formar una familia de fe en el barrio, y después de un día para otro decir “nos
vamos”.
Cuenten sobre el
nombre de la comunidad, “El pastito”
E: El nombre surgió medio de casualidad. Yo estaba
en el Teatro Solís esperando a que Eduardo Galeano me firmara su último libro y
pensaba “me lo tiene que firmar para la comunidad pero no tenemos nombre”. Me
puse a leer el libro y encontré un texto de una niña que salía por las mañanas
y decía “buen día pastito”, “qué tal pastito”. Y lo vinculé con la dinámica de
barrio, cosas que en la ciudad grande no se dan: los niños jugando en la call e, los encuentros
con los vecinos y el pasto de enfrente de casa que convoca a los niños a jugar.
Entonces me gustó el nombre de “El pastito”.
Si tuvieran que
decirlo en pocas palabras, ¿qué es lo que más les gusta de esta experiencia?
E: A mí me gusta esa dinámica de barrio, del
encuentro con el otro, no salir apurado de tu casa. Un tiempo más lento.
M: El vínculo. Si bien capaz no estamos los dos
exactamente en la misma línea, en Casabó encontramos terreno fértil para que
los dos nos hallemos cómodos.
Cuando alguien
les pregunta por qué están ahí, ¿qué le dicen?
M: Porque viviendo en el espacio en donde actuás no
estás haciendo intervención esporádica, puntual, temporal; estás construyendo.
E:
Para mí es difícil explicarlo en pocas palabras, lo veo como muy natural en mí,
son cosas que están incorporadas. Es vivir de una forma diferente, viviendo en
el camino de Jesús. Estar preocupado por el otro y vivir un poco más para el
otro. Estar disponible, desprendido. Para mí es muy lógico que la felicidad
vaya por ahí.
Amigos, creo que Male fue el intrumento de Dios para una linda evaluacion y vicion... ademas de enriquecernos a todos as, gracias
ResponderEliminarConociendolos con humildad evaluo sobresaliente el proceso y el camino hecho: es con otros as, es autentico desde lo que son no desde un dever ser. Difruten el camino es la recompensa... hagan fiesta y vayan cuandolos inviten. Mi corazon se llena de gozo gracias Nacho